Cuando
Sid
Sheinberg,
director
de
Universal,
compró
el
guion
de
Regreso
al
futuro,
lo
hizo
con
la
condición
de
cambiar
dos
cosas
sobre
el
personaje
de
Emmett
Brown
(el
genial
Christopher
Lloyd).
La
primera,
cambiar “Profesor
Brown”,
como
entonces
le
llamaba
Marty,
por “Doc”.
La
segunda…
eliminar
el
chimpancé
que
tenía
como
mascota
y
cambiarlo
por
un
perro,
porque,
literalmente,
creyó
que “ninguna
película
con
un
chimpancé
ha
funcionado
nunca
en
taquilla”.
Funcionó,
y
de
qué
manera:
Doc
se
convirtió
en
uno
de
los
rostros
más
icónicos
de
la
historia
del
cine,
y
lo
sigue
siendo
hasta
nuestros
tiempos.
Olvida
el
pasado
Doc
es
ese
amable
y
siempre
divertido
co-protagonista
que
lanza
la
historia,
pero
el
público
nunca
sabe
nada
de
él
aparte
de
que
es
raro
y
divertido.
Está
hecho
a
posta:
Bob
Gale
y
Robert
Zemeckis
tenían
una
idea
de
lo
que
hizo
en
su
pasado,
pero
era
demasiado
tenebroso
como
para
contarlo
en
una
película
infantil.
Y
es
que,
en
realidad,
Christopher
Nolan
pudo
haberlo
puesto
como
personaje
en
Oppenheimer
porque,
en
la
ficción…
formó
parte
del
proyecto
que
creó
la
bomba
atómica.
Sí.
Como
suena.
Aunque
fue
desvelado
mucho
tiempo
después,
lo
cierto
es
que
esta
revelación
(que
formó
parte
del
Proyecto
Manhattan)
hace
que
el
final
de
Regreso
al
Futuro
III,
en
el
que
Doc
decide
quedarse
en
1885
en
lugar
de
volver
al
presente,
tenga
mucho
más
sentido.
Al
final,
el
pasado
representa
un
tiempo
mucho
más
simple
para
él,
sin
tener
que
darle
vueltas
continuamente
a
su
contribución
a
uno
de
los
desastres
más
grandes
de
la
historia
de
la
humanidad.
Por
supuesto,
esto
es
canónico
tan
solo
si
quieres
creerlo,
porque
en
la
ficción
jamás
se
dice
y
tan
solo
se
intuye
si
estás
muy
atento
y
quieres
buscar
segundos
sentidos
a
algunos
momentos
y
frases
del
personaje.
Sin
embargo,
es
cierto
que
Doc
fue
escrito,
en
un
principio,
teniendo
esta
revelación
en
cuenta,
así
que…
¿Quizá
deberíamos
también
tenerla
en
cuenta
nosotros?
Desde
luego,
es
una
excusa
tan
buena
como
cualquier
otra
para
volver
a
ver
la
saga.