De
un
tiempo
a
esta
parte,
el
cine
ha
descubierto
que
la
gran
mayoría
de
la
sociedad
no
somos
millonarios,
y
que
odiar
a
las
clases
más
altas
da
dinero
en
taquilla
(ah,
la
paradoja).
El
famoso “Eat
the
rich”
de
‘Puñales
por
la
espalda:
El
misterio
de
Glass
Onion’
o
de
‘The
White
Lotus’
se
ha
visto
multiplicado
a
lo
largo
de
cientos
de
proyectos
en
los
últimos
años,
de
mayor
o
menor
calidad,
que
han
remarcado,
con
mayor
o
menor
claridad,
que
la
gran
mayoría
del
dinero
no
debería
estar
en
las
manos
de
una
pequeña
élite.
En
2019,
el
debutante
Galder
Gaztelu-Urrutia
incidía
en
los
problemas
sociales
de
clase
sorprendiendo
a
propios
y
extraños
con
‘El
hoyo’,
que
se
convirtió
en
un
éxito
internacional
gracias
a
Netflix.
Y
todos
los
ojos
se
pusieron
sobre
él
pretendiendo
saber,
aparte
de
la
inevitable
secuela,
qué
es
lo
que
haría
después.
LAS
10
MEJORES
PELICULAS
DE
LA
DÉCADA
(2010-2019)
Money
money
money,
must
be
funny
La
respuesta
es ‘Rich
Flu’,
que
incide
en
los
mismos
temas
que ‘El
hoyo’
(la
desigualdad
de
la
riqueza,
el
reparto
justo
entre
todos
los
estratos
sociales)
gracias
a
un
high
concept
único
y
juguetón:
las
personas
más
ricas
del
mundo
están
muriendo
por
culpa
de
una
enfermedad,
y
nuestra
protagonista,
que
se
autodenomina “de
clase
media”,
está
forrada.
¿Salvará
la
vida?
¿Qué
tendrá
que
hacer
para
ello?
¿Y,
sobre
todo,
ahora
qué
vamos
a
hacer
sin
una
élite
que
domine
el
mundo
financiero?
Es
innegable
que
la
idea
es
poderosa
y
muy
potente,
pero,
tras
su
plantearla,
el
director
no
sabe
qué
hacer
con
ella
y
el
interés
cae
en
picado.
Hay
dos
películas
dentro
de
esta.
La
primera
es
un
thriller
relativamente
sarcástico
y
satisfactorio
contra
los
ricos,
sus
modos
y
maneras
más
estereotipados
(en
un
momento
dado,
un
personaje
incluso
bromea
con
que
los
campos
de
refugiados
también
dan
dinero
si
sabes
cómo).
Cae
continuamente
en
la
obviedad
y
la
parodia
es
imperfecta,
pero
su
tono
funciona
y
el
ritmo
nunca
para…
Hasta
que,
de
pronto,
‘Rich
Flu’
cambia
radicalmente
sin
previo
aviso
y
se
convierte
en
cine
social,
denunciando
el
drama
de
la
emigración
con
un
giro
que
muestra
que
todo
cambia
para
que
todo
sea
igual.
Y
el
problema
no
está
en
la
denuncia
en
sí,
que
es,
a
su
manera,
inteligente,
una
especie
de “emigración
a
la
inversa”.
El
contratiempo
llega
al
ver
que
Gaztelu-Urrutia
decide
mostrárnoslo
con
un
tono
de
extraña
solemnidad
y
una
banda
sonora
crispante
que
toma
el
lugar
de
los
diálogos
durante
un
largo,
larguísimo
tramo
que
nunca
parece
tener
final.
Si
lo
que
pretende
es
que
sintamos
la
desesperanza
de
sus
personajes,
lo
consigue,
solo
que,
en
nuestro
caso,
sufrimos
mirando
el
reloj
y
esperando
que
este
experimento
fallido
finalice.
¡Aaachís!
Se
me
escapa
el
motivo
por
el
que
el
director
ha
decidido
traicionar
a
su
propia
película
para
darle
una
vuelta
de
tuerca
excesivamente
dramática
y
cuya
profundidad
cae
sin
redención
en
lo
superficial.
La
idea
de
la
gripe
que
mata
a
los
más
ricos
(y
que,
por
ello,
tienen
que
aprender
a
repartir
la
riqueza
y
destruir
sus
fuentes
de
dinero)
es
un
buen
punto
de
partida,
pero ‘Rich
Flu’
no
es
capaz
de
ir
más
allá,
dando
vueltas
de
manera
continua
en
torno
a
los
mismos
dilemas.
Quizá
por
eso
decide
tomar
una
salida
alternativa
para
tratar
de
hacer
un
truco
de
trilero
y
que
creamos
que
realmente
tiene
mucho
más
que
contar,
pero
es
un
simple
disfraz
que
no
enmascara
un
vacío
absoluto
que
no
debería
estar
ahí.

Y
no
es
que
no
haya
buenas
ideas:
en
esta
segunda
parte
se
abren
ciertas
subtramas
que
podrían
ofrecer
aristas
y
detalles
sobre
este
nuevo
mundo,
pero
se
quedan
totalmente
abiertas
y
a
la
deriva,
como
si
la
cinta
hubiera
decidido
conscientemente
centrarse
solo
en
la
realidad,
cercana
al
documental,
del
drama
de
la
emigración,
dejando
de
lado
todo
lo
que
había
construido
hasta
ese
momento. ‘Rich
Flu’
quiere
abarcar
demasiado:
pretende
ser
una
crítica
hacia
la
riqueza
mal
repartida
en
el
mundo,
pero
también
dar
un
vistazo
a
la
crisis
migratoria,
y
todo
ello
siendo
al
mismo
tiempo
dramática,
sarcástica
y
concienciadora.
La
mezcla
no
solo
está
sobrecargada:
también
termina
cocinándose
mal.
Parece
como
si
Gaztelu-Urrutia
supiera
perfectamente
que
su
película
es
un
high-concept
fallido,
e
intenta
excusarse
en
unos
divertidísimos
primeros
minutos
en
los
que
varios
creadores
proponen
sus
fallidas
ideas
a
un
servicio
de
streaming.
Esta
meta-ironía
es
el
momento
que
mejor
funciona,
y
debería
haber
sentado
el
tono
de
comedia
irónica
posterior,
que
tan
solo
se
recupera
en
un
prometedor
plano
final
que
podría
haber
marcado
el
inicio
de
un
mucho
más
interesante
tercer
acto.
Se
que
no
se
deben
juzgar
las
obras
por
lo
que “podrían
ser”,
pero
en
el
caso
de ‘Rich
Flu’
la
diferencia
entre
lo
que
promete
y
lo
que
da
es
flagrante.
En
última
instancia,
‘Rich
Flu’
pedía
un
ritmo
distinto,
una
trama
juguetona,
un
tono
punzante
y
unos
personajes
mucho
más
malvados
(sin
caer
en
el
subrayado
innecesario).
Durante
el
tiempo
que
juega
a
la
paranoia
y
a
reírse
de
la
élite,
funciona
como
lo
hace
cualquier
otro “eat
the
rich”
moderno,
pero
cree
que
debe
ser
algo
más.
Su
doble
salto
mortal
hacia
atrás
tanto
tonal
como
argumentalmente,
no
funciona
nunca:
se
cree
una
película
importante,
y
ese
es
su
error
más
grave.
Siempre
nos
quedará,
supongo,
volver
a
ver ‘El
hoyo’.
En
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