¡Por
fin!
Después
de
una
semana
de
sequía
en
la
Sección
Oficial
del
Festival
de
Cannes
con
muchos
títulos
pero
sin
grandes
obras,
desde
que
el
español
Óliver
Laxe
presentara
su
tremenda ‘Sirat‘
a
principios
de
la
78ª
edición,
la
incorporación
de
última
hora
del
inconmensurable
Bi
Gan
se
cuela
para
resucitar
una
competición
aceptable,
pero
más
bien
floja.
Sin
grandes
disparates,
excepto
la
totalmente
innecesaria ‘Fuori’
del
italiano
Mario
Martone,
la
más
grande
de
las
secciones
competitivas
del
año
transpira
este
año
una
sensación
de
hartazgo
y
dejadez,
como
un
signo
de
los
tiempos
que
vivimos
a
base
de
historias
correctas,
pero
con
poco
poso.
Devolviendo
la
vida
al
cine
original
En
ese
contexto
de
corrección
formal
y
falta
de
creatividad
con
ese
compendio
de
historias
cotidianas
y
personales,
cada
vez
menos
extrapolables
y
de
recursos
conocidos
con
poco
impacto
artístico, ‘Resurrection’
surge
de
la
penumbra
como
un
fantasma
para
recordar
lo
que
un
día
fue
el
cine
y
su
poder
como
catalizador
de
los
sueños
en
el
imaginario
colectivo.
Un
ser
inmortal
despierta
de
entre
las
sombras
chinescas
de
las
mazmorras
de
un
viejo
teatro
para
atravesar
el
siglo
XX
de
sueño
en
sueño.
Conocido
como “phantasmer”,
en
un
mundo
en
que
la
humanidad
ha
encontrado
la
clave
de
la
inmortalidad
en
dejar
de
soñar,
esta
criatura
resucitada
es
una
de
las
pocas
que
todavía
conserva
el
poder
de
los
sueños,
que
le
permitirá
saltar
entre
épocas
y
momentos,
en
un
duermevela
inacabable.

El
nacimiento
y
muerte
del
cine
a
caballo
de
los
acontecimientos
del
siglo
pasado,
en
un
cruce
de
caminos
entre
la
Historia
del
Cine
y
la
de
su
propio
país,
China,
con
su
homenaje
a
los
grandes
hitos
de
la
cinematografía
mundial
clásica,
de
guiños
conceptuales
y
formales.
Una
obra
de
enorme
lirismo
y
simbolismo
inabarcable
con
un
profundo
sentido
de
la
estética
cinematográfica.
Reminiscente
de
su
anterior
obra
maestra, ‘Largo
viaje
hacia
la
noche‘
(‘Long
Day’s
Journey
Into
Night’),
por
la
cualidad
etérea
de
su
cámara
flotante,
entre
el
sueño
y
la
vigilia,
de
descensos
imposibles
y
ciclos
interminables
en
largos
planos-secuencia, ‘Resurrection’
recuerda
a
algunos
de
esos
pasajes
memorables,
especialmente
en
su
tramo
final,
que
de
alguna
forma
conecta
de
manera
no
explícita
con
esa
onírica
bajada
en
tirolina
de
su
anterior.
‘Resurrection’,
la
magia
hipnótica
de
Bi
Gan
Hilando
varios
fragmentos
en
secciones
de
diversa
índole
conectados
por
ese
hilo
invisible
del
viaje
a
lo
más
profundo
de
la
ensoñación,
en
ocasiones
de
pensamiento
lúcido
y
por
momentos
algo
inconexo,
la
película
recorre
la
larga
historia
inmortal
de
un
soñador
marginado
por
la
sociedad.
En
un
inicio
bellísimo
basado
en
los
códigos
del
cine
primitivo,
el
cineasta
chino
introduce
el
concepto
de
los
soñadores,
como
una
preciosa
alegoría
de
la
sociedad
durmiente
y
falta
de
ilusión,
que
margina
a
sus
voces
discordantes
como
los
“phatomers”.
Una
ciencia
ficción
no
explícita
que
recuerda
vagamente
a
la
del ‘2046’
del
hongkonés
Wong
Kar
Wai
y
que
intercambia
corrientes
cinematográficas
con
el
salto
entre
sus
diferentes
pasajes.
Con
una
puesta
en
escena
siempre
al
servicio
de
la
narración
y
conservando
todo
momento
un
fuerte
sentido
estético, ‘Resurrection’
juega
de
forma
constante
con
la
idea
de
espejismo
de
la
realidad.
Un
baile
de
espejos
y
reflejos,
de
ilusiones
ópticas
y
trucos
visuales
ejercidos
por
un
mago
de
la
luz,
que
esconde
el
significado
en
las
sombras.
Una
película
artesana,
de
carpinteros
y
sets
teatrales,
pero
también
de
fantásticos
efectos
visuales
digitales,
que
demuestran
que
el
amor
al
cine
más
tradicional
no
está
reñido
con
la
artesanía
digital,
en
una
producción
repleta
de
magníficos
VFX
altamente
artísticos
al
servicio
de
la
narrativa
visual.
Fuertemente
sustentada
también
por
el
uso
extradiegético
de
la
música,
la
gran
obra
de
Bi
Gan
devuelve
el
carácter
predominante
con
que
fue
concebida
en
el
cine
primigenio,
reivindicando
esa
posición
central
en
su
creación
de
momentos
mágicos.
Partiendo
de
la
sencillez
desnuda
de
unas
notas
de
piano
solo
como
forma
de
expresión
por
encima
de
la
palabra,
y
terminando
en
un
homenaje
glorioso
al
cine
contemporáneo
chino
más
exquisitamente
hortera
y
pop
de
karaoke
y
luces
de
neón
tan
característico
de
sus
coetáneos,
como
Diao
Yinan
o
Jia
Zhangke, ‘Resurrection’
reivindica
ese
papel
tan
intrínseco
de
la
música
en
el
cine.
Un
regreso
a
la
esencia
del
relato
de
historias
fantásticas
y
grandilocuentes
que
propiciaron
el
inicio
del
medio
cinematográfico
en
sus
orígenes.
Tras
un
par
de
décadas
de
introspección
y
reflexión
individual
de
voces
cada
vez
más
centradas
en
el
yo
de
las
experiencias
personales,
tendencia
de
este
primer
cuarto
de
siglo
XXI, ‘Resurrection’
rescata
el
carácter
gregario
de
la
experiencia
colectiva
de
ver
películas.
Inagotable
y
cautivadora.
En
una
paradoja
que
acaba
en
la
muerte
del
cine,
la
resurrección
de
Bi
Gan
es
la
recuperación
del
mágico
arte
de
hacer
películas.
En
Espinof
|
‘Romería’
es
la
mejor
película
de
Carla
Simón
(por
ahora).
Un
cierre
redondo
para
su
trilogía
familiar
|
Cannes
2025