Ahora
nos
suena
imposible,
pero
a
inicios
de
los
2000
Disney
no
sabía
si
Piratas
del
Caribe
iría
directa
a
vídeo
o
le
darían
una
oportunidad
en
cines.
Claro,
que
por
aquel
entonces
Matthew
McConaughey,
Christopher
Walken
o
Cary
Elwes
iban
a
ser
Jack
Sparrow,
y
ni
siquiera
se
habían
planteado
a
Johnny
Depp.
De
hecho,
cuando
Gore
Verbinski
entró
a
dirigir
y
exigió
150
millones
de
dólares,
Michael
Eisner
le
pidió
solo
una
cosa:
ponerle
como
subtítulo
La
maldición
de
la
Perla
Negra.
¿Mi
tesoro?
Lo
dejé
todo
allí
La
idea
de
Eisner
tenía
sentido:
si
a
Piratas
del
Caribe,
que
era
una
atracción
de
Disney
Land,
se
le
añadía
un
subtítulo,
se
abría
la
puerta
para
crear
más
y
más
secuelas
desligadas
del
parque
temático.
Verbinski
estuvo
totalmente
en
contra
desde
el
principio
y
alegó
que
no
tenía
ningún
sentido,
porque
la
Perla
Negra
no
tenía
nada
que
ver
con
la
maldición,
pero
pese
a
todo
agachó
la
cabeza
y
siguió
adelante
porque,
qué
demonios,
quería
esos
150
millones
de
dólares
como
fuera.
La
película
se
rodó
en
tan
solo
cinco
meses
(muy
poco
para
un
producto
de
este
calibre),
y
aunque
marcó
época,
lo
cierto
es
que
tiene
algún
fallo
fácil
de
detectar.
Por
ejemplo,
si
te
fijas,
en
el
momento
que
el
Interceptor
acaba
destruido,
cuando
Elizabeth
baja
por
la
cuerda,
puedes
ver
a
un
hombre
con
auriculares
y
un
megáfono
en
la
mano:
es,
ni
más
ni
menos,
que
Gore
Verbinski
dirigiendo
la
toma.
Ups.

Disney
Lo
cierto
es
que
no
importaba
la
buena
o
mala
pinta
que
tuviera:
después
del
fracaso
en
1995
de
La
isla
de
las
cabezas
cortadas,
que
costó
más
de
100
millones
de
dólares
y
apenas
recaudó
15,
muchos
analistas
dieron
por
hecho
que
a
la
gente,
simplemente,
no
le
interesaban
las
historias
de
piratas.
Años
después,
y
mientras
esperamos
que
aprueben
de
una
vez
otra
Piratas
del
Caribe,
One
Piece
ríe
con
superioridad.