Desde que arrancase en 2013 con mi adorada ‘El hombre de acero’ y se reafirmase tres años más tarde con la fantástica —especialmente en su Ultimate Edition— ‘Batman v Superman’, el aparentemente extinto DC Universe nos ha ido dando una de cal y otra de arena; intercalando abominaciones de la talla de ‘Liga de la justicia’ con geniales divertimentos como ‘Shazam’ hasta la llegada de una ‘Joker’ que rompió las reglas del juego y sentó el peor de los precedentes en términos de expectativas frente a futuros proyectos.
Si algo hay que agradecer a la película de Todd Phillips es el modo en que establece claramente las bases de su apuesta y para continuar adelante con ella sin mirar atrás y hacer prácticamente ningún tipo de concesión. Una suerte de fidelidad a sí misma que la ha hecho despuntar como una rara avis entre sus congéneres y la ubica en las antípodas de lo último de Warner y Detective Comics.
No sabría confirmar a ciencia cierta si ‘Aves de presa (Y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)’ está más cerca de ser un “quiero y no puedo” o un “puedo y no quiero”. Y es que la aventura no tan en solitario de la villana gothamita ha terminado reduciendo a la mínima expresión todo su potencial y lo que se esperaba de ella, dando forma a una aspirante a ‘Deadpool’ sobrecargada y desaliñada, que cae en la peor trampa posible: intentar agradar a todo el mundo desesperadamente.
Antiheroínas a medio gas
Mentiría vilmente si dijese que los avances de ‘Aves de presa’ no me invitaron a confiar plenamente en ella, creyendo que podrían arreglar el —con perspectiva— no tan desastroso ‘Escuadrón Suicida’ de David Ayer al apuntalarse sobre el innegable carisma de la Harley Quinn de Margot Robbie. Todo apuntaba a un festival Girl Power de autoconsciencia, acción y comedia macarra para adultos que, en última instancia, ha sido enterrado por el hype y por su incapacidad de ofrecer un espectáculo con la férrea personalidad que cabría esperar de él.
Incomprensiblemente, y a pesar de lo que su atropellada e inagotable narrativa podría sugerir, la cinta no pisa plenamente el acelerador en ningún aspecto, quedándose a medio gas en una propuesta que se deshincha progresivamente. Esto comienza por una calificación por edades, presuntamente R, que no se deja entrever ni en su inocua violencia, ni en un sentido del humor mucho menos cafre que lo deseable.
Las comparaciones son odiosas, pero se hace muy complicado no pensar cualquiera de los dos largometrajes protagonizados por el Mercenario Bocazas marvelita, de los que ‘Aves de presa’ rapiña sin preocuparse por ocultarlo. Ambas ‘Deadpool’ encuentran aquí un descafeinado reflejo, rebosante de colores y purpurina, de sus dinámicas y herramientas para generar comedia, que nos hace pensar en qué momento Fox —‘Logan’ aparte— ha pasado a poder dar lecciones sobre adaptaciones de cómics a nadie.
Igualmente deslavazado, y alineado con un discurso necesario y, hasta cierto punto, fresco, pero más próximo al maniqueismo simplón e impostado de ‘Los ángeles de Charlie’ que a lo visto en obras homólogas como ‘Atómica’, se antoja un desarrollo de personajes escaso e ineficiente. Espina especialmente ver cómo se desaprovecha por completo al excéntrico, casi paródico, Black Mask de Ewan McGregor o a una Cazadora, interpretada por Mary Elizabeth Winstead, que personifica los problemas de empatía —y consiguiente falta de interés— que padece el filme.
Pese a todo, no deben caer en saco roto los esfuerzos de la realizadora Cathy Yan y su equipo por rescatar ‘Aves de presa’ con unas set-pieces vistosas y enérgicas, un diseño de producción que aporta empaque y cierta personalidad, y una estructura no lineal que termina siendo una distracción y palo en la rueda para el frenético ritmo de un largometraje que, pese a sus múltiples defectos, impide que el aburrimiento golpee por completo al patio de butacas.
Es una verdadera lástima que, lo que podría haber sido una gran oportunidad para que Warner se desmarcase plenamente de la competencia y brillase con luz propia, haya derivado en una nueva muestra de falta de agallas que ha optado por tratar de contentar a todo el mundo. Puede que ‘Aves de presa’ tenga cierto espíritu y apariencia punk pero, al final de la función, no deja de ser el equivalente cinematográfico del típico chaval que lleva una camiseta de los Ramones que compró pensando que era una marca de ropa.