“Hoy se verifica a las dos y media de la tarde el esperado primer partido internacional de football del Río de la Plata, en la hermosa cancha de la avenida 19 de Abril, entre el team oriental, compuesto fundamentalmente por integrantes del Albion, y el team de Mr. Anderson, formado en la Argentina”.

El texto precedente tiene más de un siglo de existencia.

Fue publicado por el diario uruguayo El Observador el jueves 16 de mayo de 1901, cuando los seleccionados de ese país y el de Argentina se aprestaban a bautizarse mutuamente en el segundo duelo más antiguo del fútbol mundial.

El choque rioplatense es apenas un mes más joven que el de Austria-Suiza, cuya rivalidad se inició el 8 de abril de ese mismo año.

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Desde entonces, el calendario de la selección albiceleste se llenó de compromisos deportivos de toda índole: Sudamericanos, Copas del Mundo, Copa América, desafíos binacionales y encuentros amistosos o de práctica de cara a la próxima competencia.

Sin descansos ni paréntesis prolongados. Por más lejano que apareciera el próximo desafío de la selección, la previa se organizaba con ensayos para ir tomando ritmo.

Y en los últimos años, con el estelar Lionel Messi mediante, las agendas también se cargaron con cotejos de finalidad meramente recaudatorios, porque el negocio del fútbol nunca se detiene. O casi nunca.

La emergencia sanitaria mundial ya se llevó puesta la Copa América que organizarían conjuntamente Argentina y Colombia.

Y, de acuerdo a lo que viene estudiando la Fifa, también se cancelarían cualquier otro tipo de compromisos internacionales hasta 2021, siempre y cuando la pandemia del Covid-19 ya esté controlada.

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De esta manera, el insólito panorama dejaría en blanco el casillero de partidos de nuestra selección para 2020.

La última presentación de los dirigidos por Lionel Scaloni fue el 18 de noviembre pasado, en Tel Aviv, ante Uruguay (empate 2-2 en un amistoso).

En el horizonte albiceleste aparece el arranque de las eliminatorias para el Mundial de Qatar 2022 (en principio, pautadas para los días 4 y 8 de septiembre), pero si bien la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) todavía no dio por caída la fecha, el panorama derivado de la forzosa inactividad deportiva siembra muchísimos interrogantes acerca de su esperada concreción.

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Hay un solitario antecedente de la selección no jugando a lo largo de un año.

La infrecuente situación de una selección que se “queda en casa”, apelando a la jerga de lucha contra el coronavirus, apenas registra un lejano antecedente: el de 1949, cuando nuestro equipo nacional se guardó durante casi dos años.

Por entonces, una enorme sangría de jugadores sufrida después de la huelga de futbolistas del ‘48 inició un parate que continuó más tarde como fruto de su mala relación con la poderosa Confederación Brasileña de Deportes (CBD).

El 25 de mayo de 1948, el combinado argentino perdió 2-0 ante Uruguay por la Copa Presidente Perón y, al año siguiente, no acudió al Sudamericano de Brasil por la imposibilidad de armar un equipo competitivo (en aquel entonces no se permitía la repatriación de jugadores de otras Ligas para sus seleccionados).

La medida fue tomada como una afrenta por los brasileños, lo que derivó en varios gestos inamistosos de la CBD, entre ellos el de prohibirle a sus equipos a disputar partidos con clubes argentinos.

En virtud de ello, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) redobló su apuesta y respondió con otro golpe al corazón de los vecinos: también decidió no concurrir al Mundial ’50, ganado finalmente por Uruguay.

Hoy la pelota no rueda y su reaparición tiene fecha incierta. Mientras tanto, la selección se “archivó” otra vez.

Edición Impresa

El texto original de este artículo fue publicado el 18/04/2020 en nuestra edición impresa.

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