Eugenio Bautista tiene 28 años pero parece que ha vivido mil vidas siguiendo a Talleres.

Desde que su tío Luis decidió llevarlo a la cancha con apenas cuatro años y transmitirle esa única pasión por el Matador, el mejor plan ha sido ese: ir a ver la “T”.

Así, junto a su papá Alfredo, junto a sus amigos y, ahora, junto a su hijo Jano, el lugar ideal para ser feliz es la cancha.

Algunos se sorprendieron porque llevó a su hijo de cinco meses a San Pablo, Brasil, en febrero de 2019. Pero ver a Talleres en el Morumbí por Copa Libertadores era uno de esos días a los que no se puede faltar.

Así, sin querer queriendo, también le va transmitiendo ese amor a su niño.

“Mi tío es quien me hace hincha de Talleres, de chiquito nos llevaba a la cancha con mi primo ‘Luchi’, que es un hermano para mí. Íbamos los cuatro con mi viejo. Yo tenía tres o cuatro años la primera vez que fui. Siempre a la Platea Cubierta del estadio Chateau en ese entonces. La Copa Conmebol no viajamos a la final de ida en Brasil, pero sí estuvimos en el partido de vuelta. Tenía seis, siete años… Tengo algunos recuerdos hermosos, algunos chispazos. Y un video que salió en Canal 10, que lo recuerdo patente. Y desde allí lo hemos seguido siempre. Después de la Promoción con Argentinos Juniors, en el 2004, mi viejo no quiso ir más porque hubo incidentes. Y ahí arranqué solo, en colectivo, con amigos, en auto, como sea. Tengo viajes por todos lados, fui a Formosa para el ascenso, también en Junín cuando perdimos en 2014 con Unión de Mar del Plata la chance de subir a la B Nacional. Hemos andado por todos lados atrás de Talleres, incluso en un viaje conocí a la mamá de mi hijo”, dice Eugenio, oriundo de Unquillo y comerciante de profesión.

Ante Palestino, en Chile, por Copa Libertadores. De blanco. (Gentileza Gabriel Incardona)

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O sea, que el Matador también le regaló una historia de amor, para que todo tenga el color de Talleres.

“Teníamos amigos en común desde chicos y nos habíamos visto alguna vez. Y nos reencontramos con ella (Melina) en la cancha, en un partido en el estadio de Colón, contra Defensores de Belgrano, por Copa Argentina. Ahí nos empezamos a ver de nuevo y terminamos juntos. Al poco tiempo queda embarazada, nace nuestro hijo y con cinco meses del bebé fuimos a San Pablo, en Brasil, para ver a la ‘T’ por Copa Libertadores los tres. Ahora últimamente lo estaba llevando siempre al Kempes. Yo le quería poner Pablo Horacio (por Guiñazú, claro está), pero le pusimos Jano”, se ríe Eugenio, que “bancó” y aguantó en los peores momentos. Cuando seguir a Talleres significaba viajar al interior, en el Federal A.

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“Viajé mucho de visitante y cada viaje tiene su anécdota. Era una linda gira en esa época del Federal. Íbamos en auto, cuatro o cinco amigos. Y también en la vuelta a Primera. Se disfrutaron muchísimo, viajes a todos lados, con toda clase de gente, haciendo miles de amigos. Como los pibes de ‘La Banda del Puente’ y ‘La Banda del Maestruli’. Ahora, con mi hijo, se disfruta de otra forma. Dejé de ir con los amigos, pero sigue siendo especial ir a ver a Talleres. Siempre pagué la cuota, siempre estuve ahí… Y no veo la hora de que se vuelva”, se esperanza.

Una locura que no tiene cura… En La Bombonera, siguiendo al Matador. (Gentileza Eugenio Bautista)

¿Qué significa Talleres en su vida? “Talleres es inexplicable, es una locura. Se tiene que sentir para entenderla. Siempre digo que los extremos son malos, pero esto es una locura imposible de parar. Por Talleres hice cualquier cosa y las volvería a hacer. Es algo hermoso, vas a la cancha, te despejás, te olvidás de todo. La previa, el durante, el después. Es todo”, se sincera.

En su espalda, lleva un tatuaje del Matador y, en su brazo derecho, un símbolo: el gol del “Cholo” Guiñazú para el ascenso, ante All Boys, en 2016.

“El partido con All Boys no me canso de verlo, cada vez que lo veo lloro. Ese día no viajamos. Pero después del gol del ‘Cholo’ dije: ‘Chau, yo me tengo que tatuar este momento’. Ya tenía un tatuaje de Talleres en la espalda y pero me salió del alma. Al poquito tiempo me lo hice. ‘El Cholo’ lo vio, me dijo que estoy loco. Es un maestro. Lo tengo en el brazo derecho, la imagen del gol del ascenso con la fecha. Y una frase que dice ‘prometí bancarte y seguirte’… Al lado tengo los nombres de mis viejos y mi hijo, para que veas el lugar que tiene Talleres en mi vida”, se sincera.

Estos días sin Talleres son complicados, pero Eugenio ya imagina el día del regreso, eso que esperan todos.

“Estos días son complicados, a cualquier hincha que ama a su club esto le está costando horrores. El fútbol es el cable a tierra, es el mejor plan siempre ir a la cancha. No sé hasta cuándo vamos a estar así y cuándo podremos volver. Si pienso mucho, más loco me vuelvo. Me conformo por ahora ver los recuerdos, los partidos viejos. La vamos transitando… Ya está volviendo el fútbol en otros países y uno se ilusiona en esa vuelta. Pero realmente se extraña mucho. Vos tenías un día en la semana que era eso: jugaba Talleres. Ese era el plan. Ahora se hace eterna la semana, el fin de semana, todo sin Talleres. No tengo idea cómo va a ser el día que volvamos a la cancha… Pero seguro que ese día corto temprano de laburar, comemos un asado y nos vamos a la cancha. Si está lindo lo llevo al gordo, por supuesto. Ojalá ese día llegue pronto para volver a ver a Talleres… es lo que soñamos todos los Matadores cada noche”.

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