El nuevo gobierno de unidad de Israel, liderado por el primer ministro Benjamin Netanyahu con la intención de aplicar un plan para anexar una parte de la Cisjordania ocupada, sin tener en cuenta el regreso de los refugiados palestinos, parece destinado a crear una suerte de “Sudáfrica del apartheid”.
Netanyahu, quien comparecerá por primera vez el 24 de mayo ante la Justicia israelí para responde a acusaciones de corrupción, tuvo que aplazar esta semana hasta mañana la toma de posesión de la nueva administración por disputas en el reparto de las carteras ministeriales.
El 20 de abril, en el marco de la pandemia de coronavirus, Netanyahu, del Partido Likud, y el líder de la centrista agrupación Azul y Blanco, Benny Gantz, acordaron formar un amplio “gobierno de rotación” para gobernar cada uno durante 18 meses, poniendo fin a un año de parálisis política luego de tres elecciones en las que no pudieran sacarse ventajas.
Netanyahu y Gantz, por otra parte, se preparan para aplicar en los próximos meses el plan de paz propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado 28 de enero, llamado el “Acuerdo del Siglo” entre israelíes y palestinos.
Ambos líderes acordaron que el próximo 1 de julio dicha iniciativa sea presentada ante el Parlamento israelí.
A fines de abril, Netanyahu aseguró que, en menos de dos meses, el presidente Trump respaldará su idea de anexar parte de los territorios palestinos ocupados.
“La anexión del 30% de Cisjordania (20% el valle del Jordán y alrededor del 10% de los asentamientos donde viven más de 400.000 colonos judíos) en forma unilateral por Israel, sin negociar con los palestinos, significa el ‘punto final’ y formal a los Acuerdos de Oslo de 1993, a pesar que de hecho no cambiara completamente la situación en el terreno”, dijo a Télam Arie Kacowicz, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Para este analista, los palestinos “pueden decidir formalmente cancelar la Autoridad Palestina y entregar el control a Israel, lo cual implicaría que este país termine anexando y controlando toda Cisjordania. Si no les da ciudadanía a los palestinos, es formalmente Sudáfrica del apartheid”.
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, dijo recientemente que la posible incorporación de Cisjordania a Israel “constituiría una seria violación a la ley internacional”, y reiteró que la Unión Europea (UE) no va reconocer la soberanía de Israel sobre los territorios ocupados desde 1967.
El plan de Trump contempla, además, que Jerusalén sea la capital indivisible de Israel, aunque determina que los palestinos tengan un Estado desmilitarizado en los suburbios de Jerusalén este, conquistada por los israelíes, junto a Cisjordania, durante la Guerra de los Seis Días en 1967.
La iniciativa deja de lado el objetivo de crear un Estado palestino totalmente autónomo y, en cambio, impulsa una Cisjordania llena de enclaves interconectados en territorio israelí.
El llamado “Acuerdo del Siglo” rompe, también, con la tradicional política estadounidense de apoyar la “solución de los dos Estados”, que manifestó por última vez el gobierno del ex presidente Barack Obama, y apoya en cambio manifiestamente a Israel.
Según la periodista israelí Noa Landau, del diario israelí Haaretz, calificados funcionarios estadounidense entre ellos el secretario de Estado, Mike Pompeo, están constantemente reiterando un claro mensaje: “La anexión (de Cisjordania y el valle del Jordán) es una decisión de Israel”.
El 14 de mayo, el Departamento de Estado norteamericano afirmó que el gobierno de coalición israelí “tardará un tiempo” en ponerse de acuerdo para anexar parte de Cisjordania, mientras los palestinos han amenazado con retirarse de todos los acuerdos firmados con Israel y Estados Unidos.
El analista internacional y politólogo Atilio Borón dijo a Télam que el plan de paz de Trump “representa legalizar una ocupación inmoral e ilegítima” y opinó que “están obligando a los palestinos a romper todos los acuerdos, pero el que los destruye primero es Israel, que incumplió las distintas declaraciones de Naciones Unidas desde la Guerra de los Seis Días”.
“El plan legaliza la violencia para que otros países hagan lo mismo con sus vecinos más débiles, bajo la bendición de Estados Unidos, las Naciones Unidas y la cobardía de los europeos”, opinó Borón.
Inmediatamente después del anuncio de Trump, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, rechazó la iniciativa de Estados Unidos y fue concluyente: “No nos agacharemos y no cederemos”.
Hoy, 27 años después de los Acuerdos de Oslo, sigue habiendo preguntas que no tienen respuestas sobre por qué no se cumplió con lo establecido en aquellos documentos firmados por el asesinado primer ministro israelí, Isaac Rabin, y el fallecido líder palestino Yasser Arafat, durante la presidencia del estadounidense Bill Clinton.