Si has visto ‘Primer‘ estarás de acuerdo en que es probable que estemos hablando de una de las películas más complejas que hayan pasado por tu vida. Áspera, esquiva y egoísta, aquel pequeño ejercicio de ingeniería y física de apenas 7.000 dólares, parecía presentar a un talento que nos acompañaría el resto de nuestros días. Pero Shane Carruth se ha rendido.
Pero qué público más tonto tengo
‘Primer’ es una de las películas más ambiciosas y complejas que hemos tenido la suerte de vivir en una sala de cine. La película es una barbaridad técnica e intelectualmente hablando, y llegar a atar algún cabo de la misma es un desafío muy difícil de explicar. No la vas a entender, y en caso de que creas que sí lo has hecho, no la podrás explicar. Su guión construido sobre jerga científica y matemática termina de cerrar herméticamente una coraza absolutamente impenetrable. Y eso es lo que hace de ella una oferta irresistible.
Con apenas 7.000 dólares, Carruth lo hizo todo. Dirección, escritura, producción, edición, casting, música, personaje principal… incluso las comidas corrieron a cargo de su familia. Coronada en 2004 dos grandes premios del Festival de Sundance, incluido el del jurado, ‘Primer’ es un incomprensible y fascinante relato de ciencia ficción clásica tan realista que marea. Además, innova desde la temática que aborda, presentando ese aspecto inédito que viene a decir que el viaje en el tiempo dura lo que dura la estancia en “la máquina”. Ciencia ficción casi pornográfica.
Resumir su trama es tan complicado hoy como hace quince años. Los dos científicos que se encuentran con el secreto de viajar en el tiempo no tardarán en tratar de sacar provecho evitando caer en paradojas temporales. Al final la lógica desaparece ante la condición de la naturaleza humana. A grandes rasgos, esa es la esencia de la película.
Aunque la película se rodó en total precariedad, Carruth director insiste en ofrecer, a pesar de todo, una película emocionante y viva, no solo cerebral, logrando que su escasez de medios sea inapreciable: hay demasiada información que asimilar como para fijarse en sus carencias, si es que las tuviera.
Shane Carruth pasó casi un año con la pre-producción de la película para aprovechar al máximo su guión, y se lo tomó tan en serio que al final el resultado se ajusta exactamente a la visión de su autor. Todos creíamos que con ‘Primer’ estábamos ante un nuevo salvador del género, pero por desgracia las cosas nunca son como nos gustaría. A pesar de haber debutado con la primera película sobre autoespionaje paradójico de la historia del cine.
Amor interior
Y eso que antes de anunciar su retirada, Shane Carruth dio el do de pecho con otra película rompedora y mucho más elaborada, sobre todo en el aspecto visual, que su ópera prima. ‘Upstream Color‘, su segundo largometraje, es otra pieza de orfebrería (¿o brujería?) que dejará a las audiencias preguntándose qué demonios ha visto. Pero para llegar ahí tuvo que recorrer un camino de casi una década.
Su siguiente película costó 15 veces lo que ‘Primer’, pero es que eso apenas es un presupuesto de 100.000 dólares. Sin embargo, su segunda película es impresionante formalmente, de una riqueza despampanante y con una atmósfera que te deja pegado a la butaca. Carruth tiene el don de dotar sus universos, lejanos a la realidad pero siempre cercanos, con un trabajo exquisito de puesta en escena. Sus bandas sonoras tampoco se quedan atrás.
‘Upstream Color’, aunque no lo parezca (repito: es hermosísima) es un intrincado recorrido por la universalidad del amor y del ser humano. Una suerte de ‘Prometheus’ porcino como origen de todas las cosas. Carruth construye otro rompecabezas que ya puede aparentarse con Malick gracias a un montaje al mismo tiempo audiovisual que despega la imaginación. Ese montaje, por cierto, es obra del propio director y de David Lowery, a quien Carruth devolvería el favor en su obra maestra, ‘A Ghost Story‘.
Las cifras las carga el diablo, pero sus dos largometrajes, que costaron 107.000 dólares, terminaron recaudando más de un millón de dólares. Pero claro, uno no está para vivir de festivales y un prestigio underground que solo sirve para tardar décadas en levantar un proyecto que no verá nadie.
Una retirada a tiempo
Durante las últimas semanas, una vez confirmado su hartazgo y el abandono de toda carrera cinematográfica como director, Carruth ha compartido bocetos, tráilers hechos con pedazos de películas y conceptos de ‘A Topiary‘, la que durante diez años ha sido su gran apuesta de género y regreso al género de una manera que él maneja como nadie: con la ambición por bandera.
Para empezar, su guión (de 245 páginas) no se adhiere a la convención de minuto por página. La película combina termoquímica, arqueología y ciencia ficción sobre creaciones artificiales y los límites de la imaginación. Pero nunca veremos esta película, porque Shane Carruth ha dicho “hasta aquí he llegado”: “En Hollywood los que deciden no tienen ni idea de cine. Los técnicos, los directores de fotografía, sí. ¿Pero los productores? Solo conocen un modelo: ficha a una estrella. Nadie lee guiones. Nadie se preocupa por el público o todas esas cosas por las que dicen preocuparse. Consigue a una estrella. No existe nada más”.
“Tengo un último proyecto por delante. No debería decir nada al respecto porque estoy ultimando los detalles, pero eso es todo para mí. No voy a decir que estoy haciendo un proyecto y luego esperar que Paramount me ofrezca un contrato. No voy a seguir haciendo esto. Hay miles de cosas que me interesan en la vida de las que no hablo, porque no importan en Film Twitter. Tengo otros intereses y voy a centrarme en ellos”.
Pocos han hablado con tanta claridad de la dureza y las apuestas vitales y emocionales que supone arrancar un proyecto. “No voy a pasar el resto de mi vida tratando de obtener financiación o un maldito préstamo o lo que sea que deba hacer. Toda esta mierda es estúpida. Nada de esto es real. No voy a ser un tipo que se pasa la vida quejándose de que Hollywood sea grosero, eso ya lo sabíamos. Simplemente he aprendido cómo funciona la industria”.
Shane Carruth está dolido y decepcionado. Desencantado. Perdemos así a un cineasta de enorme potencial que nos había regalado horas de debate y tertulias intentando descifrar su obra. “No estoy en el mismo negocio que Hollywood. Esto no es arte y literatura en la antigua Grecia. Esta ciudad es lo que todos dicen que es. Contratamos modelos para decir palabras que ni siquiera entienden y luego las iluminamos bien. La confusión es que tenemos que ir al mismo edificio para ver una jodida película de ‘Garfield‘ y ‘El hilo invisible‘ (‘Phantom Thread’), como si esas dos cosas fueran la misma”. No lo son, no. Buena suerte en la vida, Shane. Te echaremos de menos.