Si me preguntáis, no sé jugar al ajedrez. Bueno, sí y no. Es decir, sé las reglas y sé cómo se juega pero diseñar una estrategia se me escapa. Y con ‘Gambito de dama‘ (‘The Queen’s Gambit’), una soberbia miniserie de época de Netflix, reconozco que me dan ganas de aprender.
Formada por siete episodios Scott Frank, a quien hemos podido ver últimamente en ‘Godless‘ y como coguionista de ‘Logan‘, escribe y dirige una adaptación de la novela homónima de Walter Tevis. Tevis es un viejo conocido en Hollywood, ya que gran parte de su obra novelística ha sido adaptada (‘El buscavidas‘, ‘El color del dinero‘ y ‘El hombre que cayó a la tierra’).
La miniserie cuenta la vida de Beth Harmon, encarnada por Anya Taylor-Joy (‘La bruja‘, ‘La casa de las miniaturas‘), una huérfana que desde muy pequeña tiene un don para el ajedrez. La chica aprenderá a jugar a hurtadillas para con el tiempo empezar a destacar como una prominente figura en un mundo dominado por hombres.
Además de su faceta lúdica, la miniserie también aborda la adicción de la protagonista a los tranquilizantes, puesto que se los administraban —y ella misma se “dosificaba”— en el orfanato en el que vivió. Además de esta, también irá desarrollando problemas emocionales y con el alcohol.
En el reparto se encuentran Bill Camp, Moses Ingram, Christiane Seidel, Marielle Heller, Harry Melling, Jacob Fortune-Lloyd, Patrick Kennedy, Thomas Brodie-Sangster, Marcin Dorocinski, Rebecca Root, Chloe Pirrie y Akemnji Ndifornyen, entre otros.
Tonteando con el género
Como guionista, Scott Frank trabaja tres pilares para contar toda la serie. La primera es plantearla como si fuese un ficticio biopic a nivel formal. Va más allá del drama protagonizado por un héroe —heroína en este caso— vs. el mundo y tontea con un género tremendamente de moda actualmente buscando, en todo momento, autenticidad en lo que se está contando.
También ayuda a esta percepción el que la cámara apenas se aleje de Beth. Es su vida y lo que pase ajeno a eso solo nos va a importar en el momento en el que ella se tenga que enfrentar a eso. Lo cual le da un aura extra que hace que, sin estar basado en la vida de ningún personaje concreto —el propio Tevis llegó a jugar con cierto nivel cuando era joven—, la historia sea íntima, humana y con veracidad.
Esta, por así decirlo, visión de túnel es también un reflejo de la personalidad y el modo de ver el ajedrez, y por extensión la vida, por parte de la protagonista. Se sumerge en el juego como si fuera su propio microcosmos en el que es la ama y señora. Sus instintos dan rienda suelta ante la poca educación (o atención) emocional que ha vivido.
Un delicado y asombroso viaje ajedrecístico
En ‘Gambito de dama’ más que una historia sobre una joven prodigio, nos adentramos en un delicado viaje de madurez de alguien a la que el sistema ha fallado desde pequeña y ha propiciado sus adicciones, al alcohol, a las dichosas píldoras verdes mientras acusa una falta de afectividad. Una soledad agresiva.
Lo que nos lleva al último pilar de Frank: estamos ante un gigantesco flashback. Así, tras el pequeño prólogo de presentación, retrocedemos a la infancia de esta joven Beth desde sus años en el orfanato (Isla Johnston en su versión de nueve años). Nada de saltar pasado y presente: en orden estrictamente cronológico vamos conociendo las luces, sombras y evolución de esta ajedrecista.
Todo esto podría caer en agua de borrajas de no ser porque la actuación de Anya Taylor-Joy es tan rica en matices dentro de una contención que logra ser fascinante. Como director, Scott Frank potencia su ya de por sí hipnótica presencia en un drama muy bien trabajado de arriba a abajo.
En definitiva, ‘Gambito de dama’ es una mirada apasionante al ajedrez, a la soledad del jugador y, en definitiva a la lucha contra los demonios personales que nos acechan. Una serie soberbia que se sitúa entre lo mejor que nos ha ofrecido Netflix este 2020.