Por 72 horas, los visitantes deberán abandonar las calles y los restaurantes tendrán que cerrar a las 20.
La masiva llegada de turistas a la pequeña ciudad de Miami Beach obligó este sábado a las autoridades locales a imponer un toque de queda que vaciará las calles y los restaurantes, y que implicará hasta el cierre de los puentes que conectan la isla con Miami, en busca de no favorecer la suba de contagios de coronavirus en un país de por sí castigado por la pandemia.
Por 72 horas, los visitantes deberán abandonar las calles y los restaurantes tendrán que cerrar a las 20 en las principales zonas turísticas de South Beach, el centro de la fiesta de Miami Beach.
Los tres puentes que conectan la isla con Miami, además, estarán cerrados al tráfico a partir de las 22, y únicamente tendrán habilitado el paso los residentes, los trabajadores y los huéspedes de los hoteles.
“Esto es un asunto de seguridad pública“, dijo el administrador interino de la ciudad, Raúl Aguila, al anunciar las medidas, según la agencia de noticias AFP.
La decisión de las autoridades locales llega después de semanas de multitudes en Miami Beach, receptora de multitudes de turistas casi sin control, en buena medida por parte de estudiantes que suelen venir desde fines de febrero a mediados de abril a pasar las vacaciones de primavera.
El alcalde Dean Gelber advirtió que este año “el volumen es claramente mayor que en los años anteriores”, algo que atribuyó “en parte a que hay pocos lugares abiertos en el resto del país, o son muy fríos, o están cerrados y además son muy fríos”.
En los últimos dos días se viralizaron imágenes de peleas en restaurantes y de cientos de jóvenes sin distancia ni barbijos y el jefe de policía de Miami Beach, Richard Clements, dijo que le preocupa que la situación se vuelva inmanejable.
La isla tiene apenas 92.000 habitantes pero cada día llegan unos 200.000 visitantes y trabajadores, reseñó Gelber el lunes pasado.
Estados Unidos es el país más afectado por la pandemia, con casi 30 millones de contagios y al borde de los 540.000 muertos, aunque Florida había registrado alguna baja en sus números en las últimas jornadas.