Sonia Vadalá cuenta que, en la fiesta de comunión de una de sus tres hijas, algo le faltaba por hacer. Luego de la ceremonia religiosa y de la posterior reunión familiar, y mucho antes que la celebración entre sus más cercanos finalizara, ella “desapareció”.

El motivo se sabrá en el párrafo siguiente, luego de presentar a esta mujer de 61 años, nacida un 20 de enero de 1960, criada en el barrio Villa Adela, a la vera de la avenida Fuerza Aérea, en el sudoeste de esta ciudad.

“Era un domingo. Ya habíamos almorzado. Y Racing jugaba esa misma tarde. Así que no pude aguantar las ganas de ir a la cancha y me fui al (estadio Miguel) ‘Sancho’, vi el partido y volví. Y todo seguía igual; todavía había familiares en mi casa”, cuenta Sonia para explicar su adhesión incondicional a los colores celeste y blanco de Nueva Italia, a la Academia, a la entidad que la atrapó siendo joven y por la que en estos días sigue manifestando los mismos sentimientos que como en aquella época.

“Vos sabés que por Racing hasta he perdido mi identidad. Para algunas personas no soy Sonia; soy ‘la Académica’”, dice y se ríe quien tenía como vecino a un hermano de Eduardo Maldonado, un reconocido integrante de un plantel que obtuvo muy buenos resultados y que ofreció muchas alegrías a sus hinchas en esa época, motivo por el cual empezó su vínculo con el club de sus amores.

Publicidad

“Ocurrió que Racing tenía que jugar con Boca Juniors en el Chateau Carreras. Y me encantó la idea de ir, así que fui acompañada de mi cuñado. Le di suerte al equipo porque ganó y a partir de ese partido no paré más”, continúa el relato quien, como un gran triunfo personal, y más, con sabor a goleada, hizo hinchas de Racing a Romina y a Julieta, dos de sus descendientes, mientras que Sol, quien tuvo una leve inclinación inicial por Belgrano, ahora luce desentendida por el juego de la pelota en los pies. Como valor agregado, Denis Caputo, delantero iniciado en el club albiceleste, con parte de su trayectoria en Talleres, en Juniors y en el fútbol chileno, se integró a su familia en calidad de yerno.

Sonia recuerda que su amistad con Eduardo Maldonado le permitió conocer a Luis Amuchástegui y a Atilio Oyola y a varias de las esposas de los jugadores de aquel equipo. Desde entonces, su lugar en el mundo de Nueva Italia es la platea baja, detrás del banco de suplentes local, en la que compartió alegrías y tristezas, más algunos mates antes de la pandemia, con un grupo de mujeres y de personas mayores que resguardaban ese sector casi como una fortaleza.

En el relato lleno de añoranza manifiesta que tiempo después su padre, Miguel, le regaló un Fiat 600 con el que cruzaba la ciudad cada fin de semana y que más de una vez tuvo que engañar en complicidad con dos de sus hijas a Sol, la desentendida del fútbol, para que entendiera el fin último de cada “viaje turístico” a distintas provincias vecinas.

“Lo hemos seguido a Racing con mis hijas por todas partes. Nos instalamos en hoteles y conocíamos las ciudades, pero el domingo había que convencer a mi hija más pequeña de que teníamos que ir a la cancha. Ella no quería ir, pero, a pesar de su resistencia, terminábamos yendo. Y veíamos al equipo”. Y recuerda también cuando tantas veces llegó sobre la hora del comienzo de un partido sin haberse podido cambiar su ropa de trabajo.

Sonia resalta la apertura de Racing para aceptar a las mujeres en el estadio. Y para que puedan jugar al fútbol. “Me parece espectacular. Mientras tengan condiciones, hay espacio para todas”, dice.

Publicidad

“Al ‘Sancho’ van muchas mujeres; siempre ha sido así. Y cuando he tenido que viajar, no tuve ningún problema. Es más, los hombres nos han ayudado. Recuerdo una vez que fuimos a jugar con Desamparados de San Juan. Cuando terminó el partido, nos tiraron una lluvia de piedras. Y yo estaba con mis hijas. Unos muchachos nos rodearon y nos protegieron hasta que pararon de agredirnos”, repasa.

Sonia reconoce que le desespera escuchar la radio; que no cambia por nada estar en las tribunas. Y que para ese grupo de mujeres que ella integra los jugadores son un poco sus chicos, sus propios hijos, y que por nada del mundo se enojarían con ellos o los insultarían.

Y concluye: “Extraño poder ir a la cancha; no veo la hora de que autoricen a la gente a presenciar los partidos. Empecé a venir a los 18 años. Y tengo 61. Como buena fanática, con Racing tengo una relación de la que no me voy a separar más.”

Edición Impresa

El texto original de este artículo fue publicado el 30/03/2021 en nuestra edición impresa.

Publicidad