Durante la escena inicial de ‘Guardianes de la noche: Tren infinito’, dos personajes pasean por un cementerio diseñado para confundir a la mirada y llegar a interpretar su vegetación como real. El esforzado paseo de uno de los personajes, el moribundo Oyakata-sama, es acompañado por sus palabras, nombres de amigos ya fallecidos que se suceden en planos estáticos que permiten la observación detenida de excelsos backgrounds, en llamativo contraste con los trazados de los personajes.

Resulta entonces curioso que una película aparentemente devota a la acción dividida en tres abigarrados y barrocos actos -o, al menos, esa es la idea previa en torno las películas de anime de sagas populares- comience por un remanso de paz previo a una aparente sacudida que, en realidad, no llega tal y como podríamos esperar. Más aún teniendo en cuenta que la historia de ‘Kimetsu no Yaiba’ responde religiosamente a los códigos más estrictos del manganime para chicos jovénes, exacerbados casi hasta la parodia.

Esta peculiar propuesta, que podría resultar hasta paradójica al dejar ver en sus resortes un nuevo juego de expectativas que no pueden cumplirse, subvierte los ritmos cinematográficos habituales en este tipo de producciones, mucho más centradas en el placer del fandom de turno y el consecuente éxito de taquilla que en posibles ampliaciones de sus universos o planteamientos de cierto calado o profundidad sobre sus propias implicaciones -en el caso de la cinta, el sueño y el letargo frente a una superación estoica.

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El llamativo tratamiento narrativo de la película responde, en realidad, a una cuestión más simple: la historia de ‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’ no es de invención original y no canónica respecto a la obra de Koyoharu Gotoge, sino que continúa con la adaptación del manga tras el desenlace de su primera temporada. Dicho de otro modo: la cinta abarca en sus dos horas de metraje el arco del Tren del Infinito (capítulos 14 al 19 del manga), convirtiéndose en una suerte de suma de lo que correspondería, por tiempo, a entre cinco y seis episodios televisivos.

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Algo que, si bien cae como agua de mayo para los fans del anime, convierte a ‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’ en una película disfrutable pero falta de información para los neófitos. Paradójicamente, este factor también explica el éxito histórico de la cinta en la taquilla japonesa, en la que ha superado a ‘Your Name’ y ‘El viaje de Chihiro’: los fans de la serie, a la espera de saber más de la historia de Tanjiro, Nezuko y compañía en sus peleas contra los demonios desde el fin de la primera temporada de la serie, leyeron con ansias el manga para saber qué ocurriría, y fueron en masa a las salas de cine para ver, al fin, a sus personajes en pantalla grande.

Continuismo narrativo y estético de una historia bonachona y abigarrada

Sobrevuela al filme esa sensación antinatura de una estructura que no se parece a la que podríamos esperar, y que plantea cierta ilusión por la rotura de molde de una saga tan contundente en sus planteamientos y esqueletos argumentales como carente de originalidad en los mismos.

Kimetsu 2

Así, la película permite interesantes relecturas sobre ‘Kimetsu no Yaiba’, que podría interpretarse como un estudio de la narrativa del manga de revista japonesa, la historia que aspira a aglutinar a público masculino joven a través de un universo fantástico en el que su protagonista es la bondad personificada e inquebrantable a niveles exacerbados.

Quizá este carácter ingenuo y bonachón, marca indiscutible de la historia, marque el gusto por la misma según la capacidad de conexión del espectador con esos valores. Y es que, como ya ocurriera en otros shonen de altísima popularidad como ‘One Piece’, ‘Naruto’ o ‘Dragon Ball’, en ‘Kimetsu no Yaiba’ los estereotipos se reproducen de forma fidedigna y abigarrada, elevados en sus motivaciones a niveles en los que la multidimensionalidad desaparece incluso estando presente por la dificultad de suspender la incredulidad ante los grises planteados con poca elegancia.

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Esto, por supuesto, no resta méritos a los valores de la película, algo predecible si el espectador es avezado en las estructuras del anime pero con pinceladas de gran valor estético en el diseño de algunas de sus animaciones. El trabajo de ufotable, estudio que se encargó de la primera temporada y ya trabaja en la segunda, mantiene los estándares en los ya presentados en la primera entrega, con inspiradas animaciones con sintonía ukiyo-e en las batallas en lo que, probablemente, sean los tramos más interesantes de la película.

Así, ‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’ apuesta por la continuidad total: más allá de la narrativa, la cinta camina por una senda estética en sintonía con lo propuesto en la serie, lo que, a priori, puede resultar desconcertante. Y es que, aunque en muchas películas nacidas para la explotación de universos de populares sagas de anime los valores de producción son considerablemente mayores, el caso de ‘Tren infinito’ no tiene nada que ver: película y serie son casi indistinguibles en cuanto a su animación, lo que habla muy bien del trabajo realizado en la primera temporada y reitera la apuesta por mantener esa línea en la cinta.

Rengoku

Hay también cierta frustración con la tardía aparición de Rengoku, un secundario que apenas ha tenido tiempo en pantalla hasta el filme, que es también calco del rol mentor en animes clásicos. Su papel, eso sí, parece desaprovechado al comprimir la totalidad del arco que adapta la película, y parece que podría haber dado más de sí con interesantes disquisiciones que ampliarían el carácter buenista de la serie por su resistencia y perseverancia, valores que bien explicarían la popularidad de la historia en un año tan oscuro como 2020.

‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’: el anime que rompió todos los récords en pandemia

Las mareantes cifras de ‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’, que ya suma casi 40 mil millones de yenes recaudados tan solo en salas japonesas (al cambio, algo más de 300 millones de euros), aún tienen margen de aumento con su estreno en Europa y Estados Unidos después de su meteórica carrera en la zona asiática del Pacífico. Y es que ya en su primer fin de semana, la película consiguió batir todos los récords de estreno en Japón, llegando sumar más de 37 millones de euros en taquilla en solo tres días y superando en menos de una semana a la tercera película más exitosa en las salas niponas durante 2020.

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Cierto es que la cinta fue excepcional en todos los sentidos ante la expectativa ya cumplida de que sería todo un éxito, como reflejó la política de la popular cadena de distribución japonesa Toho Cinemas y bastantes salas con la eliminación de las restricciones de asientos para el fin de semana de estreno. Así, más de cuatrocientos cines japoneses proyectaron la película, algunos de ellos llegando a proyectar hasta 42 sesiones al día e, incluso así, hubo colas kilométricas para conseguir entradas por la dificultad de comprarlas online.

La conversión de ‘Kimetsu no Yaiba’ en una de las IP más populares de Shueshia, la editorial que publicó el manga a través de su revista Weekly Shonen Jump, explica también el éxito no ya de la cinta sino del universo mediático compartido de toda la saga. De ahí que el liderazgo aplastante en taquilla de la película vaya en relación directa con el dominio del manga en el mercado editorial japonés, donde la saga ha vendido en 2020 más de 80 millones de copias según el ranking Oricon, cantidad que supera la suma del resto del top 20 de la lista, y eso sin sumar las copias digitales.

Este peculiar fenómeno tiene, por tanto, raíces en su amplia popularidad local, y habrá que esperar resultados de la taquilla europea y estadounidense para saber si es capaz de refrendar internacionalmente el éxito que ya ha conseguido en cines de Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Australia y Nueva Zelanda, donde suma, hasta la fecha, más de 435 millones de dólares recaudados. Un éxito que, eso sí, ya es un hito tras haber superado a ‘El viaje de Chihiro’ y ‘Your name’, y que ha encumbrado la bondad naïf y el espíritu de resistencia de ‘Guardianes de la Noche: Tren infinito’ a la historia del medio.

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