El pasado 2017, el productor Toshio Suzuki dio una alegría inmensa a los aficionados al cine de animación —y al séptimo arte en general— al anunciar que Hayao Miyazaki abandonaría su retiro para dar forma a un nuevo largometraje que dejaría a su nieto a modo de herencia. Cuatro años después, la leyenda nipona continúa dando forma a una ‘Kimitachi wa dô ikiru ka’ que se está cocinando a fuego muy lento, en parte, por el uso de animación tradicional.
Tradición animada
El maestro Miyazaki siempre ha sido no sólo un gran defensor de la animación dibujada a mano, sino un ferviente detractor del CGI. Una corriente de pensamiento que quedó reflejada en un vídeo viralizado de 2016 extraído del documental ‘NHK Special: Hayao Miyazaki — The One Who Never Ends’, en el que el cineasta define la técnica digital como “un insulto a la vida”.
“Quien crea estas cosas no tiene ni idea de lo que es el dolor. Estoy totalmente disgustado. Si quieres crear algo espeluznante, puedes seguir adelante y hacerlo. Nunca desearía incorporar esta tecnología a mi trabajo, de ningún modo. Siento que esto es un insulto a la vida misma”.
Ahora, en pleno 2021, el ganador del Óscar honorífico ha reafirmado su postura durante un entrevista con The New York Times en la que ha sido claro y conciso en sus palabras: “Creo que la herramienta del animador es el lapicero”. Unas declaraciones que entran en conflicto con el punto de vista de su hijo Goro, director de ‘Earwig y la bruja’; la primera película CGI tridimensional de la factoría Ghibli.
En una entrevista con el medio IndieWire, Goro explicó los motivos que le impulsaron a apostar por el 3D generado por ordenador.
“No es suficiente limitarse a seguir con el legado de lo que han construido, porque sólo sería una copia y una versión inferior de ello. Para mí, fue intentar hacer la primera película CG del estudio. He visto a animadores tradicionales con gran talento y que han hecho un gran trabajo fuera de Studio Ghibli sufrir por la presión. Así que el CG fue una buena opción para nosotros, e hicimos esto sin esa gran presión”.
¿Dibujo a mano o CGI? ¿Material sensible o sensores digitales? ¿Efectos prácticos o VFX? La pugna analógico-digital parece interminable, y se extiende mucho más allá de la animación.