El economista Gustavo Girado aseguró a Télam que la “disputa política” entre EEUU y China no puede definirse como “una Guerra Fría” pese al incremento de la tensión de las últimas semanas, con el boicot a los Juegos Olímpicos de invierno, debido al “grado de integración tan alto” de ambas economías, y al proyectar el corto y mediano plazo anticipó que Beijing profundizará su estrategia de “construir su propia institucionalidad, que es lo que ya está haciendo” en base a “la iniciativa de la Franja y la Ruta”.
Magister en Relaciones Internacionales y docente en varias universidades, Girado estudia desde hace décadas el desarrollo económico de la República Popular, un tema en el que se convirtió en especialista y sobre el cual escribió tres libros, el último de ellos de reciente aparición (“Un mundo made in China”, editado por Capital Intelectual).
Sobre las implicancias para la Argentina de la puja entre EEUU y China, advirtió “debe llevarse bien con las dos potencias”, sobre todo por la “situación macroeconómica muy frágil”, aunque observó que el país está dentro del “espacio de influencia geopolítico norteamericano” desde más de un siglo mientras que “el vínculo de China con Latinoamérica” es mucho más reciente.
“No tengo dudas de que debemos llevarnos bien con ambas economías pero considerando que con EEUU somos competidores en alimentos de clima templado, por lo cual con ellos el comercio no va a progresar, como nunca progresó, mientras que con China somos complementarios”, contrastó, y luego remarcó que desde hace años “la agroalimentación” es la clave de las exportaciones argentinas al gigante asiático.
Este martes a las 19, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, CABA), Girado presentará su último libro y compartirá sus investigaciones sobre el desarrollo chino en una charla en la que estará acompañado por el economista Martín Burgos y los periodistas Raúl Dellatorre, Julián Varsavsky y Laura Carpineta, editora de la sección Internacionales de Télam.
-Télam: Con la puja entre EEUU y China, la Argentina atraviesa una encrucijada incómoda con presiones para que tome partido. Por un lado, EEUU tiene un rol determinante en el FMI y el país debe renegociar su deuda. Por otro, China es el segundo socio comercial, casi el primero. ¿Cómo ve esta situación?
-Girado: Hace tiempo que a China les vendemos más o menos la misma cantidad todos los años: en carne le vendemos más, en otras cosas venden menos. Ha cambiado la composición (de las exportaciones), pero siempre nos mantenemos en agroalimentación. La Argentina tiene una situación macroeconómica muy frágil y debe contemplar el hecho de llevarse bien con las dos potencias, que mantienen una disputa importante que pasa lejos de nuestro interés inmediato.
-T: ¿Hay una nueva guerra fría entre EEUU y China?
-G: No me parece que el término que se hizo popular el siglo pasado se pueda aplicar directamente a lo que sucede hoy entre Estados Unidos y China. En aquel momento había una disputa por la vigencia de un paradigma ideológico en la que se discutía si la acumulación de capital debía estar encabezada por el Estado o por el capital privado. Era una disputa de dos mundos muy diferentes. Ahora, en cambio, el grado de integración de las economías es muy alto, sobre todo en las cadenas globales de valor de todos los segmentos manufactureros, donde la interdependencia es estrecha. La imbricación que tienen los capitales de las economías que disputan ese espacio de hegemonía, como China y Estados Unidos, es tan grande que no permite pensar que la disputa tenga el mismo carril de la que se dio en el siglo pasado. Por ejemplo, hoy una empresa de tecnología china requiere del mercado europeo o norteamericano para progresar, y a su vez el conocimiento y los recursos humanos especializados de Oriente son totalmente funcionales al interés del Silicon Valley.
-T: Usted sostiene que una de las causas de la inflación mundial que se registra hoy está ligada a la puja entre EEUU y China y la escasez en la provisión de insumos para nuevas tecnologías: los semiconductores. ¿Cómo es eso?
-G: Sí, es uno de los ejemplos de la dependencia cruzada, en la que unas empresas dependen de otras más allá del origen de su capital. Los semiconductores son unos insumos específicos, indispensables para las tecnologías más avanzadas, que es el rubro donde justamente China tiene algún tipo de vanguardia: las empresas vinculadas con el 5G, el Internet de las cosas y la nube. Los semiconductores son hechos por muy pocas empresas en el mundo. Y la principal productora de semiconductores es taiwanesa: la empresa TSCM, que significa Taiwán Semiconductor Manufacturing Company. No es casual que hoy se convierta Taiwán en un actor muy importante de la disputa entre EEUU y China.
-T: ¿Cuál es el problema en el abastecimiento de ese insumo?
-G: -Resulta que EEUU, ya desde la época de Donald Trump, puso restricciones para las empresas que son proveedoras de las compañías chinas que son vanguardia tecnológica. Por ejemplo, Huawei. Pero también Tencent (Holdings Limited), ZTE y ByteDance, la creadora de TikTok. Con la legislación, desde la administración Trump se impide que se abastezca a Huawei con insumos que se requieren para seguir progresando. Porque las sanciones a Huawei se han tercerizado: se sanciona también a las empresas que la abastecen, no sólo a la propia Huawei.
-T: ¿Cuál es su análisis del boicot estadounidense a las Olimpíadas de invierno en Beijing?
-G: Solamente cumple una función política. No estamos hablando de una ofensiva sobre China en cuestiones estrictamente materiales, como lo que hemos estado hablando hasta acá, ni tampoco exclusivamente militares. La ofensiva tiene también aspectos políticos. El boicot reedita el escenario de las Olimpíadas de Moscú (se refiere al boicot de EEUU a los Juegos Olímpicos que la Unión Soviética organizó en 1980, NdR). EEUU quiere sentar un precedente del alcance de su brazo político y por eso hizo que otras economías, como Australia, Nueva Zelanda, tomen la misma decisión sin ningún tipo de motivo. En el caso de Australia, que tiene muy severos problemas políticos y económicos con China, por su política de seguimiento estricto de lo que le ordenan no solo el Commonwealth o la Corona Británica, sino también EEUU. No por casualidad, EEUU creó recientemente el AUKUS (las siglas en inglés de Australia, United Kingdom y United States).
-T: ¿Cuál es la clave de su último libro, “Un mundo made in China”?
-G: En este último trabajo arriesgo porque opino más. Trato de explicar el proceso de independencia de China a partir de unas cuestiones políticas muy estrictas que tienen que ver con la determinación de estándares, patrones y normas desde la Segunda Guerra. En función de ciertas pruebas que conseguí, trabajo la idea de que la República Popular China está tratando de desplegarse con sus propios intereses y sus valores a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (proyecto anunciado en 2003 que consiste en trazar un conjunto de enlaces por tren y vía marítima desde China, pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia y Polonia, hasta llegar a Alemania, Francia y el Reino Unido, NdR). Sobre ella monta toda una parafernalia de infraestructura, financiamiento y tecnología. Con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China se despliega sobre Occidente. Y en la medida en que siga estando sub-representada y no pueda definir las políticas de la institucionalidad del mundo, trabaja para crear su propia institucionalidad. Es lo que está sucediendo.