Las series asiáticas se han convertido en un gran filón para Netflix tras el gigantesco éxito de ‘El juego del calamar’, pero lo cierto es que la plataforma ya llevaba tiempo apoyando las ficciones televisivas hechas en ese país. De hecho, con ‘Alice in Bordeland’ puede decirse que tenían su propia ‘El juego del calamar’ casi un año antes de que esta última se estrenase.
Eso sí, ‘Alice in Borderland’ hizo más ruido tras el lanzamiento de ‘El juego del calamar’ que cuando estrenó su primera temporada, pero para entonces ya había sido renovada por una segunda tanda de episodios que finalmente llega a Netflix este 22 de diciembre. Lo hace dando respuesta al gran enigma de la serie y elevando un poco el nivel global de la serie.
Mismas virtudes (y errores)
Como era de esperar, la temporada 2 de ‘Alice in Borderland’ básicamente empieza donde acababa la primera, quedando claro que todavía hay muchos juegos mortales a los que enfrentarse si los protagonistas quieren tener alguna posibilidad de salir con vida de allí. Es ahí donde reaparecen su ritmo vibrante, sus pruebas que enganchan y sus diálogos poco inspirados.
Por decirlo de otro forma, ‘Alice in Borderland’ es una serie estupenda en lo conceptual, ya que esta adaptación del manga de Haro Aso es una estimulante variante de títulos como ‘Battle Royale’ que presenta un universo propio en el que hay espacio para la acción, la emoción y la reflexión. Un combo ganador al que hay que añadir un buen trabajo de producción para que todo luzca bien e incluso deje imágenes puntuales de una belleza indiscutible -me viene a la mente por ejemplo un momento en el que dos personajes están mirando el mar en un gran plano general-.
¿Qué es entonces lo que hace que ‘Alice in Borderland’ haya mejorado pero no sea la gran serie que podría ser? Principalmente su faceta más dramática, ya que los diálogos cometen a menudo dos errores muy difíciles de pasar por alto. Por un lado están sobrecargados, subrayando en exceso el mensaje que se quiere transmitir al espectador, y por otro carecen de la naturalidad necesaria para que uno pueda creerse que el personaje en cuestión esté diciendo esas palabras.
Esto afecta principalmente al personaje de Arisu (Kento Yamazaki), el gran protagonista de la función, siendo especialmente patente cuando se encuentra en situaciones muy comprometidas, pero aquí al menos hay situaciones en las que casi parece estar jugando con esa impresión que causa. Pienso por ejemplo en la forma que tiene de acabar triunfando en uno de los juegos cuando todo parecía en su contra.
Por suerte, eso es algo que va a menos en otros casos e incluso nos permite disfrutar de un juego modélico en el que se explora con acierto tanto las relaciones humanas como la desconfianza creciente que va surgiendo en situaciones límite. Tan satisfecho quedé durante el tercer y el cuarto episodio que incluso llegué a pensar que solamente con eso ya me habría compensado verme toda la serie.
Una resolución satisfactoria
Una de las grandes bazas para conseguirlo es la mayor importancia que tiene el personaje de Shuntaro Chishiya (Nijirō Murakami), de largo el mejor de toda la función. Su toque más enigmático siempre ayudó a que generase cierto interés, pero es que aquí se consigue algo muy difícil, y es dar una explicación a su forma de ser sin que esa pérdida de misterio suponga que deje de ser especial.
Además, los juegos mortales que propone la serie ganan en intensidad y refuerzan su posición como mayor gancho de toda la serie. Obviamente, cada cual tendrá su preferido -yo me quedo con el que ya he destacado-, pero aquí también una mayor variedad respecto a la primera entrega, manteniendo siempre su lado más físico, pero dándole un mayor vigor dramático para mantener esa sensación de peligro constante en lugar de caer en le peligroso terreno de que se sientan como un mero paso intermedio antes de la gran resolución final. Con la primera sí llegaba a dar la sensación de estar dando tumbos para ganar tiempo.
Y es que sí, la temporada 2 de ‘Alice in Borderland’ resuelve el gran misterio de este universo y aclara cómo han llegado los personajes allí y qué es exactamente ese universo post-apocalíptico que define la serie. Es además una explicación que no se siente como un golpe de efecto gratuito -al respecto hay unos minutos en los que se coquetea con otras resoluciones de forma ligeramente jocosa- y sí como una base convincente y coherente con todo lo que hemos visto. A cambio, hay ciertos detalles que rodean a ese desenlace en los que hay que ser generosos a la hora de dejarse llevar, pero el epicentro de todo es bien sólido.
En resumidas cuentas
La temporada 2 de ‘Alice in Borderland’ debería seducir a todos aquellos que disfrutaron con la primera tanda de episodios. Todas sus virtudes permanecen ahí y los defectos molestan algo menos, en parte porque todo va encarrilándose hasta la llegada de un cierre para la historia que a mí me ha convencido. Con todo, creo que los guiones siguen sin ser su punto fuerte y que por ahí había margen para ser muy superior a lo que ha acabado siendo.
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