El
pedido
de
elevación
a
juicio
para
los
acusados
por
el
crimen
de
Cecilia
Strzyzowski
en
el
Chaco
tiene
255
fojas.
En
la
número
3
ya
dice
que
Emerenciano
Sena
y
su
mujer
no
mataron
a
la
chica.
“Después
de
las
8,
de
manera
deliberada,
se
ausentaron
de
su
hogar
creando
un
ambiente
seguro
y
propicio
para
que
su
hijo,
César
Sena,
lleve
a
cabo
el
homicidio
de
su
pareja…”,
escriben
los
fiscales.
“A
las
09:14,
César
llevó
a
Cecilia
a
la
residencia
familiar
donde
perpetró
su
muerte
en
una
habitación,
accionar
que
no
habría
sido
posible
sin
la
indispensable
participación
de
sus
progenitores”.
Más
adelante,
Emerenciano
Sena
pide
declarar
y
muestra
su
estrategia:
“En
este
mismo
acto
pido
mi
libertad,
porque
en
la
causa
no
hay
ni
una
prueba
en
mi
contra,
y
es
de
conocimiento
que
a
un
padre
no
se
lo
puede
condenar
por
lo
que
supuestamente
hizo
su
hijo…”.
Si
el
joven
César
mató
a
su
novia,
sus
padres
no
tienen
nada
que
ver.
Y,
si
lo
encubrieron,
la
ley
ampara
que
no
estén
obligados
a
declarar
en
contra
de
su
hijo.
A
un
año
del
crimen
que
sacudió
al
Chaco
y
eyectó
del
poder
a
Jorge
Capitanich
-el
gobernador
aliado
de
la
familia
detenida-
ésa
es
la
estrategia
de
los
Sena,
pero…
¿podrán
convencer
a
un
jurado
popular?
Dice
Marcela
Acuña
-esposa
de
Emerenciano
y
madre
de
César-
que,
estando
en
el
Barrio
Emerenciano
el
día
del
crimen,
“llamé
a
mi
hijo,
él
llega
y
lo
veo
colorado
y
con
un
rasguño
en
el
cuello;
veo
también
debajo
de
la
barbilla
una
lastimadura,
a
lo
cual
pregunto
qué
ocurrió
y
me
dice
me
he
peleado
con
Cecilia,
y
luego
volvió
a
mi
casa”.
Mamá
Marcela
también
se
distancia
del
crimen.
En
su
declaración
llegó
a
decir
que
la
madre
de
Cecilia
acosaba
a
su
hijo
César.
El
viejo
truco
de
la
culpa
en
el
espejo:
el
problema
eran
la
víctima
y
su
familia.
Marcela
dice
que
regresa
a
su
casa
con
Emerenciano
alrededor
de
las
12,
se
van
a
dormir
la
siesta
y
a
las
16
salen
otra
vez,
justo
después
de
que
ella
ve
un
bulto
en
un
cuarto
y
que
ese
bulto
le
parece
un
cuerpo,
pero
no
le
dice
nada
a
su
marido.
¿Y
a
qué
hora
murió
Cecilia?
No
se
sabe
porque
el
cuerpo
jamás
fue
hallado.
Esa
maniobra
feroz
de
quemar
los
restos,
arrojarlos
a
los
chanchos
y
diseminarlos
por
partes
en
un
arroyo
cercano
-acción
que
los
fiscales
dan
por
probada-
podría
ser
el
talón
de
Aquiles
de
los
acusados.
La
trampa
del
laberinto
donde
debía
entrar
la
investigación
del
caso
(bajo
la
falsa
consigna
de
que
sin
cuerpo
no
hay
asesinato)
puede
ser
la
trampa
para
los
mismos
cazadores
que
la
pusieron.
Si
no
hay
cuerpo
no
hay
autopsia;
si
no
hay
autopsia
no
se
sabe
la
hora
de
la
muerte;
si
no
se
sabe
a
qué
hora
murió
Cecilia,
¿por
qué
la
habría
matado
sólo
César
por
la
mañana
y
no
los
tres
después
del
mediodía
o
durante
la
hora
de
la
siesta?
Esa
“ventana”
temporal
donde
todos
estuvieron
en
la
casa
tiene
40
minutos.
César
le
escribe
una
nota
al
enviado
de
Clarín
al
Chaco
diciendo
que
es
“inocente”
y
que
en
la
causa
no
hay
pruebas
sino
“indicios”.
Dice
que
había
“sangre
de
animales”
en
la
chanchería
donde
llevaron
el
bulto
que
a
su
madre
le
pareció
“un
cuerpo”,
pero
no
dice
nada
de
los
13
huesos
humanos
hallados
allí,
cuyo
ADN
no
pudo
obtenerse
por
estar
calcinados.
Estaban
junto
a
un
dije
en
forma
de
cruz,
también
quemado,
que
pertenecía
a
Cecilia.
Para
la
ley,
el
“partícipe
necesario”
de
un
crimen
es
tan
responsable
como
el
autor
material.
Allí
ubican
los
fiscales
a
los
Sena.
Pero
ellos
creen
que
ese
rol
más
“distante”
puede
hacerlos
zafar,
aunque
quedan
instancias
por
revisar
y
su
verdadero
papel
en
el
caso
podría
modificarse
hasta
en
el
juicio
oral,
previsto
para
antes
de
fin
de
año.
La
justicia
argentina
ya
condenó
a
acusados
por
asesinato
sin
cuerpo
-el
caso
más
conocido
es
el
de
Miguel
Bru,
en
La
Plata
(1993)-
porque
un
crimen
es
la
suma
de
sus
circunstancias
probadas,
aunque
no
haya
cadáver.
Borrar
su
cuerpo
no
es
borrar
a
Cecilia.