Los
graduados
de
la
clase
2024
del
Darmouth
College
en
Estados
Unidos
no
se
olvidarán
jamás
de
la
ceremonia
en
la
que
festejaron
terminar
sus
estudios.
No
solamente
por
ser
el
corolario
de
años
de
sacrificio
académico
sino
porque
fue
Roger
Federer
el
responsable
de
hablarles
a
la
hora
de
la
celebración.
El
ex
tenista
de
42
años
recibió
el
título
honorífico
de
Doctor
en
Letras
Humanas
por
su
labor
filantrópica
y
les
habló
a
los
recibidos,
entre
quienes
estaba
Isabella,
hija
de
Tony
Godsick,
su
socio
comercial
y
agente.
Claro
que
como
la
ceremonia
fue
transmitida
por
streaming
en
vivo
y
quedó
para
la
posteridad
en
You
Tube,
las
palabras
del
suizo
quedaron
inmortalizadas.
Bien
vale
la
pena
resumirlas
porque
eligió
aplicar
tres
lecciones
del
tenis
a
la
vida.
“Dejé
la
escuela
a
los
16
años
para
jugar
al
tenis,
así
que
nunca
fui
a
la
universidad.
Pero
me
gradué
hace
poco
y
ahora
dicen:
‘Roger
Federer
se
retiró’.
Esa
palabra
es
horrible.
No
dirían
que
se
retiran
de
la
Universidad,
¿verdad?”,
preguntó.
Y
entonces
le
dio
paso
a
las
lecciones
del
tenis
para
la
vida.
“La
primera
es
que
es
un
mito
la
frase
‘sin
esfuerzo’.
La
gente
decía
como
un
elogio
que
mi
juego
era
sin
esfuerzo.
Pero
solía
frustrarme
cuando
decían
que
apenas
sudaba
-se
sinceró-.
Tuve
que
trabajar
muy
duro
para
que
pareciera
fácil.
Pasé
años
quejándome,
insultando
y
lanzando
mi
raqueta
antes
de
aprender
a
mantener
la
calma”.
Y
agregó:
“Todo
el
mundo
puede
jugar
bien
las
dos
primeras
horas.
Estás
en
forma,
sos
rápido,
tenés
las
ideas
claras…
y
después
te
flaquean
las
piernas,
tu
mente
empieza
a
divagar
y
tu
disciplina
empieza
a
desvanecerse.
Así
que
empecé
a
entrenar
más
duro.
Mucho
más”.
El
énfasis
en
el
trabajo
y
la
confianza
fue
su
siguiente
eje
en
el
discurso.
“Ganar
sin
esfuerzo
es
el
mayor
logro,
pero
yo
había
estado
trabajando
duro
cuando
nadie
estaba
mirando.
No
llegué
donde
llegué
sólo
por
mi
talento.
Llegué
allí
tratando
de
superar
a
mis
oponentes
-explicó.
Creía
en
mí
mismo.
Pero
esa
creencia
hay
que
ganársela”.
Federer
eligió
al
Masters
2003
como
el
torneo
que
le
potenció
la
confianza.
“Les
gané
a
jugadores
de
primera
línea
a
los
que
admiraba
mucho,
apuntando
directamente
a
sus
puntos
fuertes.
¿Por
qué?
Para
amplificar
mi
juego
y
ampliar
mis
opciones”,
se
respondió.
Y
entonces
habló
del
poder
de
la
resiliencia
pos
derrotas.
“Cuando
tu
juego
funciona,
ganar
es
relativamente
fácil.
Pero
hay
días
en
los
que
te
sentís
destrozado,
te
duele
la
espalda,
la
rodilla
o
quizá
estás
asustado,
pero
aún
así
encontrás
la
manera
de
ganar.
Y
esas
son
las
victorias
de
las
que
podemos
estar
más
orgullosos”,
resumió.
“El
talento
importa,
pero
la
mayoría
de
las
veces
no
se
trata
de
tener
un
don.
Se
trata
de
tener
agallas.
La
disciplina
y
la
paciencia
son
talentos.
Confiar
en
uno
mismo
es
un
talento.
Abrazar
el
proceso,
amar
el
proceso
es
un
talento.
Algunas
personas
nacen
con
esos
talentos.
Todo
el
mundo
tiene
que
trabajar
en
ellos”,
cerró
esa
lección.
“La
segunda
lección
es:
‘Es
sólo
un
punto’”,
introdujo.
Y
explicó:
“Podés
trabajar
más
duro
de
lo
que
creías
posible
y
aún
así
perder.
El
tenis
es
brutal.
Traté
de
no
perder,
pero
perdí.
Y
a
veces,
a
lo
grande”.
Y
ejemplificó
con
la
final
que
Rafael
Nadal
le
ganó
9-7
en
el
quinto
set
en
Wimbledon
2008,
que
le
impidió
conquistar
seis
trofeos
consecutivos
en
la
Catedral
del
tenis.
“Jugué
en
lugares
increíbles,
pero
no
hay
nada
igual
como
ser
campeón
en
esa
cancha
central.
En
la
parte
final
de
aquel
partido
estaba
tan
oscuro
que
apenas
podía
ver
las
líneas
en
el
césped,
pero
yo
siento
que
perdí
en
el
primer
punto
del
partido”,
aseguró.
“Miré
al
otro
lado
de
la
red,
vi
a
un
tipo
que
me
había
aplastado
en
sets
corridos
en
Roland
Garros
y
pensé:
‘Tal
vez
tenga
más
hambre
que
yo’.
Me
tomó
hasta
el
tercer
set
acordarme
que
era
el
cinco
veces
campeón
defensor.
Pero
fue
demasiado
tarde
y
Rafa
ganó.
Perdí
Wimbledon.
Perdí
el
número
uno
del
ranking.
Y
la
gente
habló
de
un
cambio
de
guardia”,
sentenció.
Ganar
y
perder.
Dos
verbos
de
los
que
Federer
habló
bastante.
“En
el
tenis,
la
perfección
es
imposible.
De
los
1.526
partidos
de
singles
que
jugué
en
mi
carrera,
gané
casi
el
80
por
ciento.
Ahora,
¿qué
porcentaje
de
puntos
creen
que
gané
en
esos
partidos?
Sólo
el
54%
-se
respondió-.
Cuando
perdés
uno
de
cada
dos
puntos,
aprendés
a
no
fijarte
en
cada
golpe.
Es
apenas
un
punto”,
afirmó.

y
Federer
en
su
primer
enfrentamiento
en
singles,
en
el
Masters
1000
de
Miami
2004
Y
transpoló
esta
lección
a
la
vida:
“Juegues
a
lo
que
juegues
en
la
vida,
a
veces
vas
a
perder.
Es
una
montaña
rusa
con
muchos
altibajos.
Y
es
natural,
cuando
estás
abajo,
dudar
de
vos
mismo.
Sentir
lástima
por
vos.
Pero
la
energía
negativa
es
energía
desperdiciada.
Y
el
signo
de
un
campeón
es
convertirte
en
un
maestro
de
la
superación
de
los
momentos
difíciles.
Los
mejores
no
lo
son
porque
ganan
todos
los
puntos
sino
porque
saben
que
perderán
una
y
otra
vez
y
han
aprendido
a
lidiar
con
ello”.
Llegó
el
momento
de
la
tercera
lección:
“La
vida
es
más
grande
que
un
cancha
de
tenis”.
Y
así
la
explicó:
“Trabajé
mucho,
aprendí
mucho
y
corrí
muchos
kilómetros
en
ese
pequeño
espacio,
pero
el
mundo
es
mucho
más
grande.
Incluso
cuando
estaba
entre
los
cinco
mejores,
para
mí
era
importante
tener
una
vida
gratificante,
llena
de
viajes,
cultura,
amistades
y,
sobre
todo,
familia.
Nunca
abandoné
mis
raíces,
pero
tampoco
perdí
mi
apetito
por
ver
este
mundo
tan
grande.
Quizá
por
eso
nunca
me
quemé”.
Entonces
explicó
que,
motivado
por
su
madre
sudafricana,
puso
en
marcha
una
Fundación
para
empoderar
a
los
niños
a
través
de
la
educación.
“La
educación
infantil
es
algo
que
damos
por
sentado
en
Suiza,
pero
en
el
África
subsahariana
el
75%
de
los
niños
no
tienen
acceso
a
la
educación
preescolar.
Hemos
ayudado
a
casi
3
millones
de
niños
a
recibir
una
educación
de
calidad
y
hemos
contribuido
a
formar
a
más
de
55.000
profesores”,
relató.
Y
brindó
los
consejos
finales
antes
de
la
ovación:
“Elijan
el
partido
que
elijan,
den
lo
mejor.
Vayan
por
sus
tiros.
Jueguen
libremente.
Intenten
todo.
Y,
sobre
todo,
sean
amables
con
el
otro
y
diviértanse”.