La
última
entrega
de
la
franquicia
es
una
prueba
más
de
que
Cruise
puede
cumplir
con
esa
promesa
de
riesgo
y
peligrosidad
que,
de
una
extraña
forma,
rompe
un
poco
el
velo
que
separa
la
pantalla
de
la
realidad
Si
Misión
imposible:
Sentencia
final
fuese
la
fachada
de
un
templo
romano,
estaría
sustentado
por
dos
únicas
columnas.
Cada
uno
de
esos
pilares
que
sostiene
el
filme
es
una
secuencia
de
acción.
Porque
el
desenlace
de
estos
30
años
de
aventuras
protagonizadas
por
el
Ethan
Hunt
de
Tom
Cruise
tiene
un
par
de
momentos
que
no
solo
sobresalen,
sino
que
también
hacen
que
la
culminación
la
franquicia
sea
una
película
digna
de
una
saga
como
esta.
Misión
Imposible:
Sentencia
final,
segunda
parte
de
Sentencia
mortal
(2023),
vuelve
a
contar
con
Christopher
McQuairre
detrás
de
las
cámaras,
el
director
y
guionista
que
se
ha
convertido
en
el
alma
gemela
creativa
de
Cruise.
La
trama
arranca
pocos
meses
después
del
final
de
la
anterior
película
y
apuntala
desde
el
principio
el
destino
de
la
historia:
la
inteligencia
artificial
conocida
como
Entidad
está
conduciendo
al
mundo
hacia
el
caos
y
hay
que
destruirla.
También
hay
que
pararle
los
pies
a
Gabriel,
un
villano
que
es
más
caricatura
que
enemigo.
El
personaje
de
Esai
Morales
conoce
a
Ethan
desde
antes
de
unirse
a
la
Fuerza
Misión
Imposible
y
sabe
bien
cómo
hacerle
daño
atacando
a
su
equipo
y
la
gente
que
quiere.
Los
30
primeros
minutos
de
Misión
imposible:
Sentencia
final
son
la
parte
más
complicada
de
la
película.
Son
reiterativos
y
plomizos.
Hay
acción,
sí,
pero
menor,
y
el
filme
es
demasiado
consciente
de
sí
mismo:
recalca
que
el
mundo
se
va
a
acabar
y
que
solo
una
persona
puede
impedirlo.
Es
en
esa
parte
en
la
que
el
nuevo
equipo
de
Ethan
toma
forma.
Al
veterano
Benji
(Simon
Pegg),
se
unen
Paris
(Pom
Klementieff)
-el
mejor
nuevo
personaje,
al
que
rodea
una
extrañeza
y
misterio
fascinantes-,
Grace
(Hayley
Atwell)
y
Degas
(Greg
Tarzan
Davis).
Es
cuando
se
asientan
las
bases
de
la
misión
de
Ethan,
en
un
tenso
encuentro
con
la
presidenta
de
Estados
Unidos
–Erika
Sloane,
el
personaje
de
una
magnética
Angela
Bassett
que
debutó
en
Fallout
(2018)
ha
tenido
un
importante
ascenso-
y
otros
altos
cargos
cuando
el
filme
se
quita
la
mochila
de
la
parte
explicativa
y
fluye,
mucho
más
ligera,
hacia
sus
momentos
más
espectaculares
e
impactantes.
Llegamos
entonces
a
esa
primera
columna
de
la
que
hablábamos
al
principio.
Ethan
debe
sumergirse
en
las
profundidades
marinas
y
entrar
dentro
de
un
submarino
abandonado
para
hacerse
con
un
artilugio
clave
a
la
hora
de
acabar
con
la
Entidad.
Es
una
secuencia
fascinante,
larga,
que
se
toma
su
tiempo
para
generar
la
tensión
necesaria
y
en
la
que
no
hay
diálogos.
Es
Ethan
y
solo
Ethan
apañándoselas
como
puede
para
cumplir
con
esta
tarea
suicida.
Cruise
siempre
ha
expresado
que
Buster
Keaton
es
una
de
sus
grandes
inspiraciones
y
esto
es
reflejo
de
ello.
Es
un
momento
impresionante,
alucinante
y
magistral.
La
segunda
columna
es
el
desenlace
del
filme.
También
hay
tensión,
una
sensación
claustrofóbica
de
cuenta
atrás
y,
por
supuesto,
espectacularidad.
El
Keaton
dentro
de
Cruise
reaparece
cuando
a
Ethan
le
toca
hacer
otra
de
sus
peligrosas
acrobacias:
detener
a
Gabriel,
que
pilota
una
avioneta.
La
promesa
cumplida
de
Tom
Cruise

Paramount
Pictures
de ‘Misión
Imposible:
Sentencia
final’
Misión
Imposible:
Sentencia
mortal
no
es
una
película
redonda.
Cojea
cuando
se
adentra
en
las
conexiones
emocionales
entre
los
personajes
y
en
sus
desarrollos.
Sin
embargo,
si
lo
que
le
estamos
pidiendo
a
un
filme
de
acción
es
precisamente
eso,
acción,
entonces
esta
despedida
cumple
con
creces.
Solo
por
esas
dos
secuencias-pilares,
el
título
merece
la
pena.
Probablemente
te
olvides
de
todo
lo
que
ocurre
entre
columna
y
columna
porque
aquí
lo
que
importa,
seamos
sinceros,
es
ver
a
Cruise
afianzando
ese
aura
de
espectacularidad
que
ha
construido
a
su
alrededor.
Con
cada
proyecto,
el
actor
va
a
más
y
Misión
Imposible:
Sentencia
final
es
una
prueba
más
de
que
puede
cumplir
con
esa
promesa
de
riesgo
y
peligrosidad
que,
de
una
extraña
forma,
rompe
un
poco
el
velo
que
separa
la
ficción
de
la
realidad.
Sabes
que
es
una
película,
pero
también
que
Cruise
realmente
está
volando
por
los
aires
y
sumergido
debajo
el
agua.
Ahora
que
el
cine
está
cada
vez
más
poblado
de
lo
contrario,
de
una
irrealidad
que
suena
y
huele
a
plástico,
una
experiencia
cinematográfica
como
la
de
la
última
Misión
Imposible
es
un
auténtico
disfrute.
El
más
espectacular
adiós
de
Cruise.