Nada
elimina
más
gracia
y
frescura
a
la
comedia
que
la
sensación
de
convertirla
en
una
cuestión
de
Estado.
Si
además
metemos
en
la
ecuación
un
formato
un
poco
caduco
como
es
el
espectáculo
del
“late
night”,
tenemos
los
meses
de
exasperante
conversación
en
torno
a
‘El
Hormiguero’
y
‘La
Revuelta’
que
hacen
flaco
favor
a
ninguno
de
los
dos.
No
hay
duda
de
que,
entre
elegir
un
formato
más
tradicional
con
olor
a
naftalina
y
un
presentador
que
causa
más
irritación
que
gracia
(además
de
tener
ambiciones
de
líder
de
opinión)
y
uno
que
aboga
por
el
caos
controlado
para
darle
frescura
al
formato,
es
preferible
lo
segundo.
Aun
así,
y
quitando
momentos
gloriosos
como
el
episodio
del
ciervo,
al
programa
de
David
Broncano
le
pueden
las
ganas
de
ser
irreverente
porque
sí,
no
encontrando
tanta
regularidad
en
cómo
aborda
entrevistas
o
cómo
se
apoya
en
colaboradores.
También
es
cierto
que
la
característica
del
programa
diario
hace
más
complicado
encontrar
cierta
regularidad
e
ideas
ingeniosas
todo
el
rato.
Pero
resulta
que
la
revolución
que
prometía
‘La
Revuelta’
es
posible
y,
para
colmo,
está
para
ver
en
Netflix.
Se
trata
de
‘Estamos
todos
en
directo’,
el
talk
show
que
presenta
el
cómico
John
Mulaney
que
continúa
su
particular
experimento
de
late
night/especial
de
comedia
en
directo
para
dicha
plataforma
que
fue
‘Estamos
todos
en
Los
Ángeles’.
El
cómico
presenta
la
mejor
vuelta
de
tuerca
al
formato
y
la
mejor
versión
de
hacer
un
“caos
organizado”
a
base
de
casi
no
hacer
nada
que
parezca
novedoso.
Un
programa
vivo
Las
estructuras
son
bastante
familiares,
y
los
pilares
fácilmente
identificables.
Mulaney
es
presentado
por
nada
menos
que
uno
de
los
mejores
actores
secundarios
de
todos
los
tiempos
como
es
Richard
Kind,
que
ejerce
también
como
segunda
pata
y
también
mascota
del
programa
(más
que
un
robot
repartidor
de
snacks
que
aparece
en
cada
programa,
que
también
adquiere
cotas
de
personaje
secundario).
El
comienzo
es
con
un
monólogo
inicial
que,
en
vez
de
apoyarse
en
la
actualidad
como
hacen
todos,
lo
hace
desde
cosas
que
le
pasan
o
le
interesan
en
su
vida
diaria
y
le
aplica
su
particular
perspectiva
y
manera
de
ejecutar
el
monólogo
de
stand-up.
El
orden
de
la
estructura
que
sigue
es
variable,
pero
se
guía
por
la
misma
directriz
que
el
monólogo
inicial
y
que
es
clave
de
su
éxito:
todo
es
extensión
de
algo
que
interesa
al
presentador
y
creador,
que
por
otro
lado
es
quizás
el
mejor
cómico
actual.
Con
un
tema
central
para
cada
programa,
que
incluye
cuestiones
como
prestar
dinero
a
la
gente,
los
huesos
de
los
dinosaurios
en
los
museos
o
si
Mulaney
debe
hacerse
una
operación
de
cadera,
se
traen
a
una
serie
de
invitados
variados,
incluyendo
principalmente
cómicos
con
los
que
John
tiene
relación,
gente
del
cine
o
de
la
música
que
admira
y
también
alguien
que
tiene
experiencia
en
el
tema
en
cuestión
(esto
incluye
traer
a
una
niñera
de
16
años
para
tratar
el
tema
de
la
adolescencia).
Mulaney
no
se
busca
a
gente
que
tiene
cosas
que
promocionar,
y
generalmente
no
les
hace
más
que
una
pregunta
o
dos
en
todo
el
programa.
Y
estas
suelen
tener
carácter
personal,
pero
siempre
que
se
puedan
conectar
con
el
tema
central.
Al
final
acaba
siendo
mas
exhaustivo
preguntando
cosas
a
las
llamadas
telefónicas
que
va
cogiendo
durante
el
programa
junto
a
los
invitados,
dejando
que
comentarios
o
anécdotas
disparatadas
lleven
el
episodio
a
territorio
inexplorado.
La
máxima
constante
en
esta
parte
del
talk
show
es
que
acabe
preguntando
a
los
que
llaman
qué
clase
de
coche
conducen.
‘Estamos
todos
en
directo’:
lo
personal
y
John
Mulaney

La
frescura
de
‘Estamos
todos
en
directo’
se
acaba
preservando
gracias
a
esta
manera
de
dejarse
llevar
por
la
situación
y
el
caos
bienintencionado,
a
pesar
de
que
Mulaney
insiste
que
esta
es
su
versión
de
“hacer
un
programa
ordenado”.
Este
hilo
fluido
acaba
arrancando
tantas
risas
como
una
serie
de
sketches
elaborados
con
un
formidable
equipo
de
guionistas,
y
fascina
tanto
como
una
serie
de
actuaciones
musicales
destacadas
con
artistas
o
grupos
de
registros
variados.
Otro
elemento
diferencial,
incorporado
en
esta
nueva
versión
del
show
con
respecto
a
‘Estamos
todos
en
Los
Ángeles’,
es
la
capacidad
de
aprovechar
su
carácter
limitado
(doce
episodios)
para
plantar
algunos
hilos
narrativos
que
eclosionen
en
momentos
épicos.
Desde
introducir
el
reto
de
hacer
una
diagonal
perfecta
a
través
de
poner
en
fila
a
una
serie
de
hombres
de
diferentes
alturas
hasta
el
muy
esperado
combate
que
el
propio
Mulaney
realiza
contra
tres
adolescentes
de
14
años,
planteado
por
los
guionistas
y
que
se
comenta
de
manera
recurrente
durante
varios
episodios
hasta
que
se
produce
en
el
épico
final
de
temporada.
No
es
que
plantee
una
nueva
dirección
que
sea
replicable,
pero
es
justo
lo
que
hace
especial
a
‘Estamos
todos
en
directo’.
Está
recogido
en
una
plataforma,
pero
cada
episodio
parece
algo
espontáneo
que
no
se
va
volver
a
producir.
Es
televisión
de
buen
nivel
en
el
espacio
que
más
se
enorgullece
de
no
hacer
televisión
tradicional.
Sólo
ver
a
Mulaney
y
Kind
interaccionando
es
motivo
suficiente
para
querer
ver
cada
episodio.
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