No
pasa
un
solo
día
sin
que
muchos
de
los
que
nos
dedicamos
a
cualquier
ámbito
creativo
nos
preguntemos
cuáles
serán
nuestras
funciones
dentro
de
un
tejido
industrial
y
artístico
en
el
que

la
inteligencia
artificial
está
ganando
cada
vez
más
peso
.
Está
claro
que
nuestros
trabajos
no
van
a
desaparecer
—ese
miedo
está
más
que
superado—,
pero

que
van
a
ver
cómo
sus
dinámicas
y
procesos
cambian
drásticamente,
incluyendo
disciplinas
tan
inherentemente
humanas
como
la
escritura.

Guionista-productor,
guionista-corrector

Durante
su
última
aparición
en
el
siempre
interesantísimo
podcast

Scriptnotes
,
conducido
por
John
August
—’Big
Fish’—
y
Craig
Mazin
—’Chernobyl’—
y
que
siempre
os
recomiendo
encarecidamente
escuchar,

Christopher
McQuarrie
,
que
acaba
de
estrenar
su
flamante
‘Misión:
Imposible

Sentencia
Final’

ha
compartido
su
punto
de
vista
sobre
el
futuro
del
oficio,
y
pasa
por

un
cambio
de
chip
más
que
necesario
por
parte
de
los
guionistas,

que
deberán
dejar
atrás
eso
de
entregar
el
material
y
ponerse
a
otra
cosa.

Según
el
cineasta,
la
supervivencia
de
los
escribas
estará
ligada
a

su
evolución
a
la
figura
de “guionista-productor”

y
a
su
implicación
en
la
fase
de
producción
de
la
película
o
serie
de
turno
que
han
proyectado
sobre
el
papel.

“Hay
mucho
dogma
en
torno
a
ser
guionista,
a
cuál
es
el
rol
de
un
guionista
y
también
a
lo
que
los
guionistas
quieren
hacer.
Creo
que
el
futuro
pertenece
al
guionista-productor.
Tienes
que
ser
alguien
que
no
solo
escribe
el
material,
sino
que
además
esté
presente
para
ayudar
a
ejecutarlo,
supervisarlo
y
entregarlo.
Hay
que
salir
del
esquema
mental
de ‘yo
escribo
un
guion
y
se
lo
doy
a
otra
gente
para
que
hagan
la
película
como
creo
que
debe
hacerse’.
Hay
que
alejarse
de
eso.
Ese
futuro
nunca
ha
sido
prometedor.
Realmente
creo
que
ese
futuro
está
condenado.
Y
ahora
tienes
que
competir
con
una
máquina”.

Ahora
bien:
¿Qué
papel
tiene
la
inteligencia
artificial
en
todo
esto?
McQuarrie
defiende
la
idea
de
que

la
IA
terminará
convirtiéndose
en
una
herramienta
no
para
los
guionistas,
sino
para
los
ejecutivos,

y
esto
tiene
todo
el
sentido
del
mundo.
En
muchas
ocasiones,
los
tiempos
para
cerrar
acuerdos
de
proyecto
entre
compañías
son
incompatibles
con
los
necesarios
para
firmar
un
contrato
en
condiciones
con
un
guionista
y
que
este
desarrolle
un
borrador
para
vender
un
proyecto,
y
ahí
es
donde
entrarían
en
juego
ChatGPT
y
sus
colegas.

“Da
igual
si
escribes

el
guion
o
lo
escribe
la
máquina
para
ese
ejecutivo
de
estudio
que
no
sabe
escribir
y
no
quiere
contratar
a
otro
guionista
o
no
tiene
tiempo.
Todo
evolucionará
desde
un ‘sí,
me
gustaría
contratar
a
un
guionista,
pero
me
llevará
tres
semanas
cerrar
su
contrato’,
y
luego
esa
persona
se
marchará
y
tendrá
un
número
de
semanas
estipulado
por
contrato
antes
de
entregar
un
borrador,
etc.,
etc.,
etc.
Pero
yo
tengo
que
entregar
esto
en
tal
o
cual
momento,
en
48
horas,
porque
tenemos
esta
ventana
de
oportunidad
y
esta
persona
solo
está
disponible
durante
estos
días.
Habrá
una
serie
de
compromisos
razonables
que
harán
que
esto
se
convierta
en
una
necesidad
y
en
un
mal
necesario”.

Con
la
IA
como
una
generadora
de
contenido
express
para
estudios
ansiosos
con
la
misma
habilidad
que
un
señor
con
corbata
y
maletín
sin
idea
de
cómo
juntar
tres
frases
de
forma
coherente,
el
guionista
quedaría
convertido
en
el
artista
que
salve
el
día
al

traducir
lo
que,
a
día
de
hoy,
son
textos
vagos,
genéricos
y,
por
qué
no
decirlo,
bochornosos

—los
clichés
y
los
diálogos
sin
sentido
están
a
la
orden
del
día—,
a
libretos
con
sentido
y,
lo
que
es
más
importante,
con
esa
voluntad
discursiva
inherentemente
humana.

Captura De Pantalla 2025 07 01 A Las 16 12 04

“El
guionista
que
esté
al
otro
lado,
la
persona
que
podrá
ganarse
la
vida,
será
quien
arregle
lo
que
la
IA
ha
estropeado
y
pueda
después
llevarlo
adelante,
entregarlo
y
ejecutarlo.
Siempre
se
va
a
necesitar
a
un
ser
humano
que
lo
monte
todo,
del
mismo
modo
que
la
IA,
hoy
por
hoy,
haga
lo
que
haga,
necesita
personas.
Necesita
manipular
y
gestionar
a
seres
humanos
en
el
mundo
real
para
que
tiren
de
las
palancas
y
pulsen
los
botones”.

¿Tiene
la
visión
de
Christopher
McQuarrie
una
lógica
aplastante?
Sin
ningún
tipo
de
duda.

¿Estarán
muchos
guionistas
contentos
con
la
idea
de
convertirse
en
correctores
de
la
IA
generativa?

Actualmente
cuesta
creerlo,
pero
la
deriva
del
negocio
parece
apuntar
directamente
a
ello.
Siempre
y
cuando
el
esfuerzo
sea
menor
al
de
desarrollar
una
idea
desde
cero
y
plasmarla
en
100
páginas,
y
el
cheque
sea
el
mismo
—o
algo
más
jugoso—,
todo
sería
cuestión
de
hablarlo.


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