Durante
más
de
dos
décadas,
Pixar
siempre
ha
sido
un
emblema
de
la
excelencia
en
el
terreno
del
cine
de
animación.
Cada
película
que
estrenaba
era
un
evento
en
sí
mismo
y
es
posible
que
no
vuelva
a
repetirse
el
fenómeno
que
causaron
títulos
como ‘Toy
Story‘, ‘Buscando
a
Nemo‘, ‘Up‘, ‘Ratatouille‘
o ‘Wall-E‘,
películas
con
personalidad,
mensajes
potentes,
y
una
visión
artística
reconocible.
Sin
embargo,
el
tiempo
ha
pasado
y
el
brillo
que
tenía
este
sello
se
ha
ido
desdibujando.
El
último
tropiezo
se
ha
producido
con ‘Elio‘,
que
ha
fracasado
en
taquilla
de
forma
estrepitosa,
convirtiéndose
en
el
peor
estreno
de
la
historia
del
estudio.
El
filme,
que
contaba
con
una
premisa
original
centrada
en
un
niño
que
accidentalmente
se
convierte
en
el
embajador
de
la
Tierra
ante
civilizaciones
alienígenas,
no
ha
conseguido
conectar
del
todo
con
el
público
y
también
es
un
síntoma
más
de
que
han
quedado
atrás
los
días
en
los
que
bastaba
un
concepto
peculiar
para
que
Pixar
se
ganase
nuestra
confianza.
Parece
que
el
estudio
ha
perdido
el
rumbo
y
ya
no
sabe
cómo
sorprendernos.
Esto
no
es
ningún
secreto
y,
de
hecho,
es
algo
de
lo
que
ellos
mismos
son
conscientes.
El
propio
Pete
Docter,
director
creativo
de
Pixar
y
veterano
detrás
de
algunos
de
sus
mayores
éxitos,
lo
reconocía
recientemente.
“Estaríamos
haciendo ‘Toy
Story
27’
si
solo
hiciéramos
lo
que
el
público
ya
conoce”,
dijo
recientemente,
admitiendo
también
que
la
dificultad
de
Pixar
hoy
es
“descubrir
lo
que
la
gente
quiere
antes
de
que
ellos
mismos
lo
sepan”.
Se
apagó
la
chispa

En
todas
sus
películas,
Pixar
siempre
ha
explorado
emociones
universales
desde
una
mirada
única,
haciendo
que
tanto
los
adultos
como
los
niños
se
sintieran
interpelados
por
sus
historias.
Sin
embargo,
lo
que
antes
era
sello
de
calidad
ahora
nos
lleva
a
recibir
sus
novedades
desde
la
incertidumbre.
Las
últimas
películas
originales,
como ‘Elio’, ‘Onward’
o ‘Elemental’,
no
han
tenido
la
misma
acogida
y
aunque
la
calidad
no
sea
inferior,
sí
que
parecen
sacadas
de
una
fábrica
de
productos
formulaicos
y
genéricos,
y
carecen
de
la
chispa
que
distinguía
a
Pixar.
Y
este
cambio
no
es
solo
a
nivel
creativo,
sino
que
proviene
también
de
algo
más
bien
estructural.
Varios
artistas
veteranos
abandonaron
el
estudio
durante
los
últimos
años,
incluido
John
Lasseter,
que
había
sido
uno
de
los
creadores
de
la
vieja
escuela
durante
años,
y
eso
dejó
un
vacío
muy
difícil
de
llenar.
Además,
las
decisiones
corporativas,
especialmente
las
que
han
ocurrido
tras
la
compra
por
parte
de
Disney,
han
forzado
a
Pixar
a
estrenar
sus
películas
directamente
en
la
plataforma
y
gran
parte
del
público
empezó
a
verlas
como
una
parte
más
del
contenido.
Por
si
fuera
poco,
el
propio
estilo
visual
de
Pixar
ya
no
destaca
como
antes
y
sin
una
propuesta
estética
innovadora
ni
una
narrativa
que
arriesga,
Pixar
ya
no
tiene
mucho
que
ofrecerle
al
espectador,
que
opta
por
encontrar
productos
similares
en
otros
sitios.
No
mola
tanto
como
parece
ir
a
lo
seguro

Ahora,
Pixar
se
enfrenta
a
un
problema
que
no
es
sencillo
de
abordar.
En
su
intento
de
no
seguir
fallando,
está
cayendo
precisamente
en
el
mismo
error
siempre
y
su
estrategia
de
hacer
películas
con
tramas
sencillas
y
sin
demasiadas
aristas
no
le
ayuda
precisamente. ‘Elio’
es
la
última
prueba
de
ello.
Su
fracaso
no
se
debe
solo
a
factores
externos
como
la
competencia
o
la
falta
de
promoción,
sino
a
una
falta
clara
de
personalidad.
Ir
a
lo
seguro
no
está
funcionando
y
el
estudio
está
interpretando
el
fracaso
de
forma
errónea.
No
queremos
ver
secuelas
infinitas
de
las
películas
que
nos
fascinaron
en
sus
inicios.
Necesitamos
ideas
nuevas,
originales
y
frescura.
La
identidad
de
sus
historias
era
lo
que
alguna
vez
las
hizo
especiales,
y
diluirla
para
agradar
a
todos
y
llegar
a
un
público
más
amplio
solo
lleva
a
quedar
en
tierra
de
nadie.
Irónicamente,
lo
que
Pixar
necesita
para
volver
a
conectar
con
su
audiencia
no
es
más
una
estrategia
conservadora
de
control
y
fórmulas,
sino
más
riesgo.
Más
libertad
creativa,
más
historias
personales.
Lo
que
alguna
vez
convirtió
al
estudio
en
una
revolución
de
la
animación
fue
que
se
atrevía
a
contar
lo
que
pocos
hacían.
Y
no
solo
es
lo
que
echamos
de
menos,
sino
que
también
puede
ser
su
vía
de
supervivencia.