Probablemente,
y
no
es
la
primera
vez
que
hago
referencia
a
esto,
una
de
las
sensaciones
más
satisfactorias
que
puede
ofrecer
un
largometraje
es
llevarnos
hasta
la
sala
de
cine
casi
con
una
venda
en
los
ojos
y
envueltos
por
la
incertidumbre
generada
por
una
campaña
promocional
hermética
para,
con
suerte,
pillarnos
con
la
guardia
y
sorprendernos
una
y
otra
vez
durante
la
proyección
rompiendo
cualquier
expectativa
preconcebida
que
pudiésemos
tener.
En
pleno
2025
está
claro
que
esto
desagrada
a
buena
parte
de
un
público
que
parece
preferir
productos
telegrafiados,
bien
deglutidos
previamente
y
cuyos
pósters
y
tráilers
dejen
claros
cristalinos
sus
tonos,
estilos
y,
lo
que
es
más
preocupante,
quiebros
—si
es
que
los
tienen—
narrativos;
algo
que
este
curso
cinematográfico
ha
quedado
demostrado
con
deliciosas
majaderías
como
‘Weapons’,
’28
años
después’
y,
tal
vez
en
menor
medida,
‘Los
pecadores’.
¡Chorprecha!
No
obstante,
este
peculiar
fenómeno,
que
confirma
que
no
podemos
tener
cosas
bonitas,
no
es
algo
nuevo,
y
el
año
pasado
se
comprobó
con
el
que,
probablemente,
sea
uno
de
los
mayores
fracasos
comerciales
de
Herny
Cavill.
Una
de
las
mejores
películas
de
acción
de
la
temporada
anterior
cuyo
cóctel
de
suspense,
comedia
y
setpieces
pasadas
de
rosca
nos
sirvió
en
bandeja
una
dosis
de
diversión
que,
claramente,
no
merecíamos,
y
que
acaba
de
aterrizar
en
Movistar+.
La
cinta
en
cuestión
es
‘Argylle’,
una
locura
en
clave
meta
que
sigue
a
una
novelista
que
comprueba
cómo
su
obra,
a
priori
de
ficción,
se
está
trasladando
al
mundo
real,
marcando
los
pasos
de
una
red
de
espionaje
internacional
que
la
marca
como
objetivo.
Un
planteamiento
de
lo
más
interesante
y
tratado
con
autoconsciencia
que
marca
sólo
la
punta
de
un
iceberg
cargado
de
aciertos
aparentemente
invisibles
para
muchos.
Los
motivos
que
me
impulsan
a
defender
el
largometraje
comienzan
por
la
dirección
de
un
Matthew
Vaughn
que
vuelve
a
desatarse
con
un
festival
de
cachondeo
y
violencia
—esta
vez
lastrada
por
una
calificación
por
edades
de
PG13—
que
se
alinea
con
su
labor
en
la
saga
‘Kingsman’
y
que
siembra
su
metraje
con
setpieces
que
abrazan
el
exabrupto
digital
sin
despeinarse,
engalanadas
por
un
trabajo
de
cámara
y
puesta
en
escena
tan
sólido
como
electrizante.

A
esto
habría
que
sumar
un
festival
de
giros
imposibles
y
una
peculiar
visión
casi
camp
que,
en
última
instancia,
quedan
eclipsadas
por
un
reparto
espectacular
y
cuyo
dúo
principal,
compuesto
por
Bryce
Dallas
Howard
y
Sam
Rockwell,
rebosa
química
y
encanto.
No
obstante,
dentro
el
elenco,
en
el
que
Samuel
L.
Jackson
y
Bryan
Cranston
están
en
su
salsa,
figura
un
arma
de
doble
filo
que
terminó
dando
la
puntilla
a
la
producción:
el
mencionado
Henry
Cavill.
La,
a
mi
humilde
juicio,
acertadísima
propuesta
publicitaria
de ‘Argylle’
decidió
jugar
en
buena
parte
al
despiste,
lo
que
hizo
que
reinase
la
idea
general
de
que
nos
encontrábamos
ante
“una
más
de
tiros”
—si
se
me
permite
la
simplificación—
protagonizada
por
el
intérprete
británico,
sólo
para
encontrarse
con
un
ejercicio
radicalmente
diferente,
pero
fresquísimo
y
con
una
calidad
muchísimo
mayor
de
la
que
hizo
creer
de
buenas
a
primeras.
Sea
como
fuere,
‘Argylle’
se
pegó
un
buen
batacazo
en
taquilla,
sumando
96
millones
de
dólares
en
todo
el
mundo
sobre
un
presupuesto
que
se
llegó
a
estimar
en
200
millones
de
dólares
—que,
personalmente,
sigue
pareciéndome
una
exageración—;
lo
cual
no
quiere
decir
que
sea
una
oportunidad
perfecta
para
recuperarla
en
casa
y
disfrutar
de
una
ración
de
escapismo
de
fin
de
semana,
tal
vez
no
de
cinco,
pero
sí
de
cuatro
tenedores.
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