‘Tribus de Europa’ ha sido el gran estreno televisivo de Netflix de este viernes 19 de febrero. Una serie post-apocalíptica de la que se han oído comparaciones con obras tan dispares como ‘Los 100’, ‘Juego de Tronos’ o ‘Dark’. Con esta última comparte nacionalidad y varios productores, pero Philip Koch, su creador, ha mencionado que la auténtica génesis de la serie está en el Brexit, algo que le hizo reflexionar sobre una serie de ideas que acabaron cristalizando en la serie que ahora nos ocupa.
La serie nos traslada a 2074, varios años después de que un evento en diciembre de 2029 sin concretar que poco menos llevó a la gente a la edad de piedra por el apagón tecnológico que provocó. Al menos para la mayoría, pues una de las tribus principales sí que supuestamente salió airosa de lo sucedido y un enigmático cubo que todo el mundo quiere poseer se convierte en el detonante de una discreta ficción post-apocalíptica que acierta al buscar cierta variedad en su enfoque, lo cual evita que uno acabe aburriéndose antes de tiempo.
A medio gas
La serie de Netflix propone un escenario post-apocalíptico no presenta las suficientes novedades como para no parecer una adición más a este tipo de propuestas que vive más de las apariencias que por hacer una apuesta decidida por algo en concreto. Todo resulta demasiado familiar, pero justo es decir que agitan los ingredientes conocidos de tal forma que no sepa a mera copia y al menos las dinámicas que hay entre las diferentes tribus y cómo afecta eso a los protagonistas ayuda a dar algo de vida al asunto a medida que avanza la historia.
De hecho, el mayor acierto de la serie está en separar rápidamente a los tres hermanos interpretados por David Ali Rashed, Henriette Confurius y Emilio Sakraya, ya que así es como la serie permite diversificar la historia, ofreciendo de paso un retrato de mayor alcance del universo que presenta. No esperéis que se aclaren pronto incógnitas sobre lo que sucedió años atrás, para qué sirve exactamente ese cubo que no deja de ser un macguffin de manual o tampoco que se profundice realmente en ninguno de los temas que plantea, pero sí que ayuda a situar mejor al espectador y a entender mejor todas las dinámicas, tanto las de personajes opuestos entre sí como las de esas tribus a las que hace alusión el título de la serie.
Además, esos saltos entre personajes ayudan a dotar a la serie de un ritmo más ágil. No diría que llega a ser un factor de enganche porque cada uno de los relatos suena a temas ya explorados en otras producciones similares con la particularidad de que tampoco se profundiza especialmente en ellas. La gracia está más en ver cómo se complementar entre sí para dar más entidad a la serie, ya que por separado se confía más en lo que aportan los actores que en lo que se ofrece desde el guion.
Por ello, las diferentes aventuras que plantean nunca terminan de alcanzar la intensidad buscada, ni siquiera en aquellas situaciones que están planteadas como poco menos que a vida o muerte. El misterio alrededor de lo que sucede tampoco es especialmente seductor, pero al menos funciona como un aceptable nexo entre todas las tramas para que haya un auténtico hilo conductor. Vamos, es variedad con sentido y no ir dando palos de ciego a ver si algo funciona.
Más allá de eso queda un trabajo de ambientación eficaz pero no memorable. No esperéis un nivel de detalle tal para sumergirse en ese sombrío futuro como el que por ejemplo pudo darnos una excelente película como ‘Hijos de los hombres’, pero sí lo suficientemente elaborado como para que no resulte un post-apocalipsis de cartón piedra. Sí que se hubiese agradecido que fuera yendo progresivamente a más, sobre todo a medida que conocemos más escenarios de esa Europa devastada, pero ahí sientan unas bases y optan por una continuidad formal. Cumple pero no conquista por ahí.
En resumidas cuentas
‘Tribus de Europa’ es una serie que no molesta pero que tampoco aporta nada especial durante sus tres primeros episodios, quizá con la excepción del escenario planteado, ya que este tipo de relatos tienden a estar situados en otros lugares. En lo puramente argumental es digna pero intrascendente y algo derivativa, y los actores hacen lo que pueden por elevar el material con el que han de jugar, pero su aportación tampoco es especialmente memorable. Ni buena ni mala, sin más.
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