El estreno de ‘La cabaña siniestra’ (The Lodge, 2019) en España ha pasado por debajo del radar, convirtiéndose en una de más flagrantes damnificadas de la pandemia. Sin poder pasar por salas y llegando tarde y mal, este sólido film de terror psicológico ha pasado directo a las plataformas de vod como Rakuten tv, Itunes y Google play, convirtiendo un título que impresionó en Sundance en una anécdota que ni siquiera se ha promocionado en dichas plataformas.
Además, la posibilidad de streaming solo puede liberarse por alquiler, sacándola del catálogo para suscripciones mensuales, lo que hará que uno de los títulos importantes del panorama independiente del género de este año pase por uno de los estrenos semanales de calderilla del mercado del alquiler. ‘La cabaña siniestra’, además, se presenta con un título genérico terrible para adaptar el sucinto ‘The Lodge’, (el albergue), al que nos referiremos en el texto a partir de ahora.
Las secuelas de la secta
‘The Lodge’ es la reválida de los directores Severin Fiala y Veronika Franz, que irrumpieron a mitad de la década pasada con un clínico film de horror familiar llamado ‘Goodnight Mommy’ (2014), que se movía entre la intelectualización del torture porn y el drama psicológico y compartía la flema aséptica de Michael Haneke junto al imaginario de ‘Los ojos sin rostro’ (Les yeux sans visage, 1960), contando el devenir de dos niños gemelos que creen que la mujer que vuelve a su casa no es realmente su madre, puesto que lleva la cara completamente vendada después de una operación de cirugía.
Su nueva película plantea que pasaría si la premisa de la serie ‘Unbreakable Kimmy Schmidt’ (2015-) se tratara, en realidad, de una película de terror psicológico en vez de una comedia. Si aquella podía considerarse un poco la respuesta a películas sórdidas como ‘Martha Marcy May Marlene’ (2011) o comedias más negras como ‘Faults’ (2014), el film de Fiala-Franz recupera el poso oscuro del relato de lo que puede pasar en el escenario post secta en la cabeza de una persona arrastrada por el trauma y el fanatismo.
Muchas de las películas de terror recientes que exploran la realidad de los cultos se han ido apoyando en ese punto de partida, lo que se ha ido diversificando en una gran variedad de posibilidades narrativas, que van desde la magnífica ‘La invitación’ (The Invitation, 2015) a la reinterpretación del mito de la familia Manson en ‘Charlie Says’ (2019). En particular, ‘The Lodge’ podría hacer una buena segunda parte para ‘The Other Lamb’ (2019), un film mucho más interesante de lo que su descaminada recepción en Donosti puede hacer pensar.
Fiebre de cabaña
La receta se completa con una situación de aislamiento en la que Grace (Riley Keough) queda atrapada, junto a los dos hijos de su prometido, en una casa alejada de la civilización por la nieve. La tensión entre los niños que no la aceptan y su comportamiento, moldeado por el adoctrinamiento religioso que sufrió en su dura infancia, va convirtiéndose en una olla a presión que se va calentando a fuego lento a través de un juego, un poco tramposo, que recuerda a la relación de la niñera y los niños de ‘Otra vuelta de tuerca’ y sus adaptaciones.
Pese a un giro un tanto retorcido, ‘The Lodge’ se perpetúa como una elegante paranoia bajo cero con lazos a los ribetes menos sobrenaturales de ‘El resplandor’ (The Shining, 1980) y otras películas de fiebres de cabaña, con homenajes como la aparición en la televisión de otro clásico congelado como ‘La cosa’ (The Thing, 1982), y le añade un punto de la tradición de espirales de locura femenina en la tradición de Polanski y Robert Altman, logrando una pieza de estilo llena de detalles y símbolos que cobran más sentido en visionados posteriores.
Los directores no tienen miedo a tomar decisiones en seco y saben cómo construir una atmósfera opresiva de forma prácticamente visual, consiguiendo una obra mucho más sólida que su antecesora —desde la puesta en escena a la ambición con sus personajes— sin abandonar su tono cortante y algunos de sus temas estrella. Tiene alguna que otra deuda formal e iconográfica con ‘Hereditary’ (2018) —esa casa de muñecas— y el resultado final está lastrado por ciertas asperezas de escritura en el nudo, pero su argumento pasa a segundo plano frente a su manejo de la tensión, que va cargando las tintas desde su impactante inicio a su brillante clímax.