Para Ayelén Bruno (33) el fútbol siempre había sido una diversión, un juego. Compartió con sus compañeros del barrio algún picado en la plaza, pero no tenía el sueño de ser futbolista. No existía eso en su mente, sino que el destino le fue dejando señales para entender que allí estaba una oportunidad.

A los 17 años empezó la carrera de Abogacía en la Universidad Católica, pero nunca estuvo tan segura. “Lo hice porque algo había que estudiar, más como un mandato familiar que por estar convencida”. Nunca ejerció como abogada y ahora hace la carrera de Profesora de Educación Física. “El fútbol me dio un sacudón vocacional”. 

Mientras estudiaba en la Católica, se reencontró con el fútbol en el equipo de la facultad. Eran 12 o 13 chicas que entrenaban y participaban en las Olimpíadas de Universidades Católicas. Estuvo en ese espacio por varios años y de a poco fue conociendo las desigualdades entre hombres y mujeres en el fútbol.

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“Teníamos el mismo profesor que los varones, así que mucha bola no nos daba y ninguna, salvo una, había jugado en algún lado. Ella nos enseñó al resto. El entrenador nos daba la pelota para que juguemos, nada más”, contó Ayelén.

Yo lo que quería era aprender y no había casi lugares para ir. En 2012 cuando empezó la liga femenina me fui a General Paz Juniors. Ahí tuve un entrenador, aprendí bastante pero faltaba todo lo otro. Entrenábamos en el Parque Sarmiento y, después de muchos reclamos, nos dieron un día la cancha, viernes a la noche cuando al otro día jugábamos a las 13. Estuve dos años y me cansé. Sentía que había un techo ahí para mi aprendizaje”, agregó.

El bichito de ser DT

Cansada de la realidad que ella veía en el fútbol femenino local, comenzó a interesarse en ser entrenadora. Nunca antes lo había pensando seriamente ni estaba entre sus objetivos, se fue dando progresivamente. “Mi intención es entregar todo aquello que yo sentí que nunca me entregaron mis entrenadores, esto de estar al servicio de las necesidades del fútbol femenino”. 

En 2015 arrancó el curso de entrenadora de ATFA, a distancia, y a los pocos meses encontró trabajo en una escuelita de varones en Hindú Club. Allí estaba acompañada de algunos profes que le ayudaron a aprender sobre el manejo de grupo. Al tiempo también se hizo cargo de un recreativo para mujeres, donde por primera vez estaba sola, hasta que se sumó una profe para la parte física. 

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En Hindú mandó su currículum y a las dos horas la llamaron para preguntarle si podía ir a dar la primer clase. Si bien antes había colaborado en un colegio de Villa El Libertador junto a un DT, era pararse en frente de 30 chicos y armar una clase sola. Hacía apenas tres meses que había comenzado el curso. “Cuando las cosas pasan así, no hay mucho tiempo para pensar”, confesó.

Llegó a Argentino Peñarol en el año 2017, cuando Constanza Guerra se hizo cargo del equipo y del proyecto. Allí era entrenadora de arqueras y ayudaba en la parte técnica. Luego se sumó a Abriendo la Cancha, una agrupación feminista donde el fútbol es la herramienta del cambio.

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Se hizo cargo junto a otra compañera de la escuelita femenina que tiene sede en Campo de la Ribera, llamada “Somos Nosotras”. También lo hace en Unquillo, donde un grupo de madres que se juntaban a jugar tuvieron la idea de darle a sus hijas un espacio donde jugar y aprender.

En todos esos lugares se enfrentó a diferentes realidades y debió adaptarse a cada una. De todo aprendió y aprende. Cada cosa le ayuda a crecer en su vida y profesión. 

Lo más fuerte tiene que ver con los contextos. En Hindú trabajaba con chicos de familias de clase media, no había grandes necesidades. En Peñarol ya la realidad era otra, donde muchas chicas atravesaban dificultades económicas y era complicado pagar una cuota. Comprar un par de botines costaba y se hacían muchas ventas para solventar los gastos. Fue una experiencia fuerte en ese sentido. Aprendí muchísimo. Campo de la Ribera es eso, pero mucho más exacerbado, ahí si hay hambre. Además, pasar de trabajar con varones a trabajar con mujeres, ya te faltan las pelotas, los elementos, eso pasa siempre”, sostuvo

La militancia en su vida

Ese primer pensamiento que la movió a estudiar para ser entrenadora tuvo un giro de 180 grados cuando se metió cada vez más en Abriendo La Cancha. La militancia, el feminismo y el fútbol fueron tres patas que se unieron para darle un sentido diferente a su trabajo.

“Peñarol fue lo que me movilizó en ese sentido. A un grupo de Abriendo La Cancha las entrenaba y las ayudaba en algunos torneos, por eso ya las conocía. A fines de 2017 se organiza un encuentro nacional de fútbol femenino y participamos con Peñarol. De ahí me fui muy movilizada con las historias. Con el correr del tiempo me fui vinculado hasta que terminé muy involucrada. Yo me sumé a la escuela de Campo de la Ribera junto a “Pato”, la otra profe”, sostuvo Ayelén.

Con ella se hicieron cargo también del un club de Unquillo, en Villa Forchieri, en la división femenina de la Liga Colón. “Allí me encontró con una realidad parecida a la que había en Peñarol. Estuvimos un mes hasta que pasó todo lo de la pandemia, es mi primera vez como cabeza de grupo. Se hace difícil trabajar a la distancia, al igual que con las chicas de Somos Nosotras”, contó

Abriendo la Cancha fue un antes y un después para mí, en mi relación con el fútbol, dónde estaba parada y el entender muchas cosas. Había hecho trabajos comunitarios pero nunca los imaginé como un espacio de militancia. Te diría hasta que yo quería trabajar con varones, por la infraestructura que hay en el fútbol masculino. Hasta que fui entendiendo por qué a las mujeres nos cuesta tanto trabajar ahí”, agregó.

“También fui encontrando personas con las que comparto una forma de pensar, hoy son mis amigas. Decido estudiar Educación Física porque creo que la educación es arbitraria, está pensada para un cultura dominante y las escuelas son reproductoras de eso. En la cultura machista, las mujeres no juegan al fútbol”.

Ayelén trabaja por la mañana en una obra social y por la tarde se dedica al fútbol. Finalizó hace un tiempo la carrera de Abogacía en la Universidad Siglo 21, mientras que actualmente cursa Educación Física. El destino quiso que ingresar a la Católica la reencontrara nuevamente con el deporte y, a partir de allí, pudiera hallar su verdadera vocación. Eso lo hizo pasando también momentos duros, donde no sabía qué hacer de su vida. La pelota otra vez fue la solución.

“Mi aporte en Abriendo La Cancha es la promoción del fútbol femenino, para que más chicas se animen a jugar. Lejos del prejuicio, tratando de darle otra mirada, más de acompañamiento. Que no sea sólo ir a enseñar, sino ver qué hay detrás. Son seres humanos. Siempre lo veo desde una mirada feminista, que es la militancia que tengo. Los espacios de militancias son todo aquellos en los que yo con el fútbol hago algo”, confesó.

 “El objetivo es achicar la brecha de género y de clase”.

Ayelén es una de las pocas mujeres que tienen título oficial de entrenadora en Córdoba. Si bien cada vez son más, sabe que forma parte de esas primeras camadas que abrirán el camino para el resto. Aunque la militancia atraviesa su vida, no abandona sus sueños de escalar y dirigir a un equipo importante.

“Me imagino siendo profe, dando clase en las escuelas. Continuando en Abriendo la Cancha y peleando espacios en el fútbol femenino. Sí me gustaría escalar a nivel profesional y llegar a un club donde realmente la prioridad sea la competencia, sean mujeres o varones. Eso fue lo primero que me movilizó para ser entrenadora, aunque después me fui encontrando con otras realidades”, cerró.

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