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“Che, ¿vos sabías que hubo un pibe que, de acá, de Los Andes, se fue al Real Madrid?”.

La historia de Jorge Tuninetti es una de las más inverosímiles desde que el fútbol es fútbol en Córdoba.

Una leyenda que se cuenta en las canchas de la Liga Cordobesa de Fútbol, más precisamente en barrio José Ignacio Díaz, donde el humilde club Los Andes es un refugio para los pibes que todavía eligen una pelota antes que la esquina.

Jorge Tuninetti fue uno de ellos, uno de esos chicos “rescatados” por la pelota. E introducido en una fantasía que era hermosa cuando se la presentaron a él y a su familia. Los representantes de ocasión le ofrecían todo. Tenía 14 años y los pasajes de avión estaban sobre la mesa.

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El Real Madrid, en España, lo iba a probar, con grandes chances de ficharlo.

Con apenas 14 años ya jugaba en la primera de Los Andes y deslumbraba. (Archivo / La Voz)

Y a Europa viajó Tuninetti, más conocido como “Peky”. Su nombre, allá por el 2001, salía seguido en La Voz del Interior.

Es que fue “la” noticia deportiva del año: un chico que saltaba de las canchas peladas de la ACF (Asociación Cordobesa de Fútbol por ese entonces) al Real Madrid.

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Antes, había quedado en una prueba en River, que le ofrecía la pensión y un gran futuro. Pero eligió ir a España. Porque para apostar hay que apostar en grande, pensó.

Con solo googlear uno puede encontrar notas en el Diario Olé, en Diario Marca de España y diario La Nación. Todos se hicieron eco de esta historia romántica y mágica.

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Justamente, diario Marca titulaba en mayo de 2001: “El Madrid sigue al nuevo Riquelme”.

“Peky” no era el nuevo nada. Era Jorge, un pibito de 14 años que la movía lindo.

“El Madrid sigue al nuevo Riquelme”, titulaba el diario Marca de España.

El 27 de mayo, La Voz le dedicaba una página completa a su historia. “La increíble semana de Jorge Tuninetti. Con sólo 14 años, ‘Pequi’ pasó la prueba en el club español, que aceptó ficharlo. Ahora le queda lo más difícil: aprender a convivir con lo que significa”.

Lo que significó convivir con eso lo puede contar hoy Tuninetti, que nunca jugó oficialmente en el Real Madrid, que había aceptado ficharlo esperando que saliera su ciudadanía europea para que no ocupara cupo de extranjero.

Pero el trámite de ciudadanía de “Peky” demoró… ¡tres años!

Claro, Real Madrid no pudo esperarlo. Allí estuvo tres meses, hasta que le dijeron “mucho gusto” y aquel sueño blanco culminó.

Tuninetti se quedó en Europa y fue hacia donde el fútbol lo fue llevando, con buenas y malas decisiones.

Pasó por el Lugano de Suiza, donde estuvo un año. Luego, en distintas pruebas en Alemania e Italia. Pero nada parecido a lo que fue a buscar. Jugó también en el ascenso español, sin trascender.

Luego de regresar de España, fichó en Instituto pero no pudo debutar oficialmente. (Archivo / La Voz)

En el medio, volvió a Córdoba. Instituto apostó por ficharlo. Tenía 16 años.

“Es curioso que Belgrano y Talleres no se hayan interesado en un jugador de su talento”, dijo Diego Bobatto, presidente de Instituto al momento de la firma de su vínculo.

“No vas a notar diferencias entre Real Madrid e Instituto”, le lanzó en tono jocoso Juan de Dios Castro, vicepresidente del club.

Frases que pueden leerse en los recortes que el propio “Peky” aún conserva.

“No vas a notar diferencias con el Real Madrid”, le dijeron en la Gloria. (Archivo / La Voz)

En Instituto apenas pudo jugar en la primera local y tuvo un par de entrenamientos en Primera. Nada más. Tuvo que seguir remando, con idas y vueltas a Europa.

Jugó en Alianza de San Juan, en el Argentino B y, después, hizo una digna carrera en el fútbol del interior cordobés.

Se instaló en Colonia Caroya con su familia y vistió las camisetas de Deportivo Colón y Alianza de Jesús María, donde también fue técnico de inferiores.

Hoy, con 33 años, decidió dejar de jugar y trabaja en una fábrica de productos plásticos en Córdoba. Acepta charlar con Mundo D para recordar todo este camino.

“Fue una linda vida”, dice Tuninetti. Como si esta fuera otra vida. Como si todo aquello que le pasó a sus 14 años le hubiera sucedido a otra persona. No a él.

–¿Qué fue de la vida del “Peky” Tuninetti?
–Uhhh… Ha pasado tanto. Mirá, dejé de jugar hará unos cinco meses, porque se me complicaba con el horario laboral. Un poco antes había dejado también de dirigir en inferiores, porque era dedicarle todo el domingo y no ver casi nada a mi señora y mis hijos. Desde que me vine de España, en el 2010, vine a jugar a Deportivo Colón y me instalé en Colonia Caroya. Ahí estuve jugando cinco años, fui coordinador de inferiores y técnico. De ahí pasé a Alianza, donde también fui técnico, seguía jugando y dirigiendo. Este último tiempo, iba a jugar sin entrenar y no me gustaba. Me sentía mal de quitarles lugar a los más chicos, a los que entrenan. Dije que no iba a jugar hasta que no pudiera acomodar el tema de horas en el trabajo. Hace dos meses que me cambiaron turno, entro a las 6 de la mañana y salgo a las 14. Tengo ganas de volver. El 26 de julio cumplo 34 años, así que estoy pensando en regresar a jugar.

–El bichito del fútbol siempre está…
–Sí, las ganas están. Yo siempre viví del fútbol, desde que me fui a los 14 años, hasta el 2011 que volví. No se me cae nada por decir que laburo en una fábrica de plásticos. Va a hacer dos años que ya estoy ahí. Ahora que tengo toda la tarde libre, me dieron ganas de volver a una cancha. Es difícil el día después del jugador, cuando te retiras. No es fácil…

Los años maravillosos. Tuninetti, con 14 años, en Los Andes. Lo esperaba una carrera insólita. (Archivo / La Voz)

–Viviste muchas cosas a corta edad. ¿Fue difícil de manejar?
–El que escucha mi historia siempre me dice es para una película. Con 14 años me fui a España y, entre idas y vueltas, me han pasado un montón de cosas. Más malas que buenas, te diría. Hasta el día de hoy veo fútbol europeo, gente que juega en Primera División de España y digo: ‘Esos han sido compañeros míos’. Uno está acá, se levanta a las seis de la mañana, es duro. No tengo drama en contarlo, no me avergüenza decir donde trabajo. Yo estoy consciente que la pasé, la viví y el tiempo que duró, me encantó. Yo no me puedo reprochar nada, porque en gran parte no fue culpa mía. Fueron malas gestiones, no tuve nadie diciéndome cuál era el camino. Al ser chico, manejarme solo, no tener nadie capacitado al lado, fue todo muy complicado. Yo elegía mal y cuando quería volver, era tarde. Tengo un hijo en España, que tiene 12 años y juega allá. El más chico que tengo acá también juega. Siempre les digo, si quieren ser jugadores, perfecto. Pero yo no los voy a obligar a nada. No quiero hacerles a ellos lo mismo que me hicieron a mí…

En su función de entrenador de inferiores, otra de sus pasiones. Siempre cerca del fútbol.La pelota parada, una de las cualidades que lo llevaron a destacar en el fútbol.

–¿Qué cosas se te pasan por la cabeza cuando ves un partido del Real Madrid en la televisión?
–Uhhh… Muchas cosas (hace una pausa). Cuando pasan imágenes donde entrenan, del predio. Yo digo, “pensar que estuve ahí”… Está bien que yo no estuve mucho, pero yo vestí la camiseta del Real Madrid, me entrenaba con esos colores, usaba esa ropa. Te entra una linda sensación, difícil de explicar. Fui compañero (Roberto) Soldado, también del arquero Diego López. Ellos siguen jugando en el alto nivel. Y uno dice: “¿Por qué uno no pudo?”. El fútbol es para los que juegan bien y también para el que tiene una varita mágica. Viene alguien que te toca de arriba y te lleva a primera. Me encanta ver fútbol y a veces me enojo. Veo algunos futbolistas y pienso cómo puede estar jugando en ese nivel. Ojo, no es que uno se crea ¡wow!… Pero tenía las condiciones para estar ahí.

-¿Cómo jugaba el ‘Peky’ Tuninetti? En España te tildaban del “nuevo” Riquelme…
-Mirá, el último torneo que jugué acá, no estaba para jugar de enganche, por el peso. Así que terminé jugando de ‘2’. Y me encanta el puesto. Yo siempre fui lento, mi fuerte siempre fue el pelotazo, la pelota entre líneas, el pase. Y cuando jugas atrás ves todo… El fútbol se va haciendo rápido. Y yo me fui tirando para atrás. La gambeta la tuve, pero cuando era chico. Después, cuando me fui al fútbol europeo, jugaba atrás de un punta y había que correr. Me fueron buscando el lugar de doble cinco y ahí me acomodé, porque manejaba las dos piernas, los dos perfiles. Acá en Alianza si jugaba de enganche. La pelota parada también era mi fuerte…

–¿Qué mensaje le dabas a los chicos que te tocó dirigir?
–Siempre intenté contarles lo poco que sé, lo que uno aprendió y vivió en este camino. Les decía que hay que aprovechar cuando pasa el tren, pero hay que elegir bien. Yo tuve la mala suerte que me manejé solo. Porque cuando fui a España, el que supuestamente era mi mánager desapareció a los 15 días. Pero de todo pude aprender y ser más fuerte. Por algo estamos acá contando lo que pasó y sin ocultar nada. Muchos saben mi historia y cuando me veían jugando en Alianza de Jesús María se preguntaban qué hacía ahí… El primer tiempo era pelea tras pelea, porque me gritaban ‘fracasado’ y cosas feas. Después se transformó en un insulto común. Algunas veces le contestaba, me enojaba. Yo jamás le deseo el mal nadie… Mi señora también se peleaba en la tribuna. Hasta que le dije: ‘No te hagas mala sangre’. Opinar de la vida de los otros es muy fácil. Pero hay que vivirlas a esas vidas para opinar. Yo estoy orgulloso de lo que viví detrás de una pelota. No hay nada de qué arrepentirse. Como te dije, fue una hermosa vida. Y la viví yo.

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