El propietario de este tríplex urbano situado en Granduxer de la zona alta de Barcelona, fue primero inquilino antes que dueño así que cuando por fin adquirió el inmueble pudo llevar a cabo una reforma integral para adaptar el piso a sus gustos y necesidades.
El trabajo de la reforma se encargó al estudio de interiorismo de Tinda´s Project a quienes solicitó que el resultado final incluyera “estancias abiertas, grandes y prácticas donde se respirara una atmósfera de calma”.
El día que Eva Mesa, responsable del proyecto del estudio visitó el piso por primera vez, se encontró con que los 140 m2 del inmueble estaban muy compartimentados. Una de sus peculiaridades más destacadas era su superficie espacial (con medias plantas)- muy al estilo y gusto del Adolf Loos- lo que para Eva también era un punto a favor puesto que podía dar juego de cara a una nueva distribución. Por último, la altura del inmueble (una planta 14ª) también suponía una ventaja a la hora de enfocar la reforma porque permitía potenciar la luz natural y las vistas despejadas del inmueble.
Claves de la reforma
Con estos antecedentes, y dado que el cliente vive solo y demandaba una vivienda muy práctica para su día a día (que incluso fuera fácil de limpiar), las claves de la reforma fueron las siguientes:
– Se tiraron numerosos tabiques para abrir espacios diáfanos que compartieran usos.
– Se ha mantenido el mismo hilo estético y cromático en todos los espacios para lograr un mismo ambiente que además es apreciable desde distintas alturas o plantas.
– Por último se han abierto más las ventanas para que entre más luz y se potencie la amplitud visual y la sensación de relax, uno de los requisitos fundamentales del cliente.
La nueva distribución del inmueble
Planta primera
Llama especialmente la atención las amplias dimensiones del recibidor, teniendo en cuenta que normalmente es una estancia que se suele sacrificar bastante para ceder sus metros cuadrados a otras. En esta vivienda no ha sido así. Eso sí, se ha aprovechado cada milímetro con armarios a medida que ofrecieran grandes dosis de almacenamiento; incluso alguno está diseñado para guardar las bicicletas del propietario.
Vista parcial de las tres plantas, la inferior solo funciona de recibidor.
Planta segunda
Desde el mismo recibidor, el visitante ya se hace una idea de la zona social o pública de la vivienda dado su carácter diáfano y a la que se accede subiendo apenas ocho escalones. El espacio incluye el salón, la cocina ahora abierta y una zona de lectura, además de un pequeño aseo de cortesía con ducha.
En el salón, lo primero que se percibe es esa atmósfera armoniosa y relajante que deseaba el cliente gracias, sobre todo, a los tonos neutros que predominan: grises suaves, blanco y, especialmente, el color natural de las maderas, tanto en el mobiliario, como en los revestimientos y complementos decorativos.
La cocina y el salón se han distribuido de forma enfrentada como un único ambiente pero delimitado por sendos elementos propios: la isla que, además de la vitrocerámica acoge la mesa de comedor con taburetes, y el sofá de casi cuatro metros que da idea de las dimensiones del espacio.
En un recoveco que hay junto a la escalera de acceso se creó otra zona de estar a modo de rincón de lectura, con un daybed tapizado igual que el sofá y que mira hacia la terraza. El hecho de igualar los tonos cromáticos aún tratándose de espacios de usos distintos, hace que el conjunto se vea más integrado.
Planta tercera
De nuevo, ocho escalones más arriba se accede al área de descanso de la vivienda. Lo que vendría a ser el distribuidor o antesala se ha destinado a despacho y se ha planteado abriéndolo al máximo. ¿Cómo? Acristalando la parte inferior de la pared que mira al salón. Así, la continuidad visual pero también la luz natural están garantizadas mientras el propietario trabaja en casa.
Con carácter ya más íntimo, en esta tercera planta se ubica una estancia dedicada a la meditación y la gran suite de casi 30 metros cuadrados que incluye hasta una sauna seca y una bañera exenta.
La neutralidad estética de la planta social se replica aquí, pero dejando paso a un cierto protagonismo del color gris ratón tan característico de Tinda’s Project, implementado en la tapicería del cabecero, el cerámico mural del baño y las lacas de los armarios del dormitorio.
En la suite también incluyen toques de negro, un aliado de la elegancia que en la suite se eligió para romper con la linealidad cromática, y que se aplicó en piezas como el radiador, las griferías, el marco de los espejos y el perfil cerámico.
La cama, situada en el centro de la estancia, está enmarcada en el cabecero por un murete que no llega al techo con el fin de potenciar el efecto diáfano, y lo mismo sucede con las paredes de cristal de la ducha, el inodoro e incluso de la sauna.
Además de las plantas destaca también la escalera que es un eje vertebrador perfectamente integrado. Originariamente se trataba de una estructura de hormigón que Tinda’s Project debió rebajar para conseguir este efecto final que vemos. Y es que está tan bien integrada que logra pasar totalmente desapercibida, más allá de su función práctica para conectar las dos plantas. Y esto se ha logrado gracias a que los escalones se han revestido del mismo parquet de roble blanqueado que el pavimento de todo el piso y a que la barandilla ahora es de cristal, haciéndola mucho más ligera y facilitando esa continuidad visual que la convierte en una pieza más del interiorismo y no como un elemento ajeno.
Vía Tinda´s Project. Imágenes Mercè Gost
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