‘It’, ‘Apocalipsis’, ‘Carrie’, ‘El resplandor’… todo hace pensar que un autor que ha dado forma a algunas de las novelas más terroríficas de todos los tiempos durante cuatro décadas en activo, debería estar curado de espanto, pero no es el caso. Stephen King, aunque tenga una mente tan prolífica como retorcida, no deja de ser humano y también puede pasar miedo viendo una película.
Pero, ¿cuál es ese largometraje que hace que el mismísimo maestro del terror literario pierda todo punto de vista racional y mire inquieto por encima del hombro? Tal y como recogen en el medio Dread Central, el bueno de King, durante una entrevista para el fantástico documental ‘Eli Roth: La historia del Terror’, dejó claro que la cinta que le quita el sueño no es otra que ‘El proyecto de la bruja de Blair’.
Una pesadilla de lo más real
El escritor vio por primera vez el título de 1999 mientras estaba sedado en el hospital durante el verano de ese mismo año, en el que sufrió un accidente de tráfico después de que un conductor le atropelló mientras caminaba por el otro lado de la carretera.
“La primera vez que la vi, estaba en el hospital, drogado. Mi hijo trajo una cinta VHS y dijo, ‘Tienes que ver esto’. Cuando íbamos por la mitad, dije ‘Apágalo, es demasiado extraña'”.
En el año 2010, King hizo público su amor por la cinta de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en la reedición de su libro de no ficción ‘Danza Macabra’, en el que puede leerse lo siguiente.
“Una cosa sobre ‘El proyecto de la bruja de Blair’: la maldita película parece real. Otra cosa sobre ‘El proyecto de la bruja de Blair’: la maldita película se siente como si fuese real. Y por eso, es como la peor pesadilla que hayas tenido nunca, esa de la que te despiertas ahogando un grito y llorando aliviado porque creías que estabas enterrado vivo y sólo resultó ser el gato saltando sobre ti en la cama y durmiéndose sobre tu pecho”.
Aunque en mi caso personal ‘El exorcista’ continúe siendo, vayan ustedes a saber por qué, una película que soy incapaz de ver sin que me suden las palmas de las manos, he de reconocer que, únicamente con su último tercio, ‘El proyecto de la bruja de Blair’ es capaz de ponerme los pelos como escarpias sin necesidad de grandes artificios; tan sólo con una gestión de la atmósfera que marcó un antes y un después en el subgénero del metraje encontrado.