En estos tiempos oscuros que nos ha tocado vivir, marcados por un mercado sobresaturado de novedades constantes publicadas en infinidad de plataformas que sumar a los estrenos semanales de cartelera, la paradoja de la elección y dramas del primer mundo como el FOMOfear of missing out— están alimentando una obsesión por que todo lo que veamos tenga que ser perfecto, maravilloso y único. Pero, a veces, una película sólo necesita funcionar, sin más, para resultar ampliamente satisfactoria.

Esta búsqueda de la excelencia está haciendo que, a veces —al menos en mi caso—, muchos pasemos por alto algunos títulos que podríamos considerar “menores” por su escala, impacto mediático o ambición, pero que en última instancia ofrecen un entretenimiento honesto y más que digno. Y es que pocas cosas hay más satisfactorias que una producción libre de ínfulas que te sirve en bandeja —puede que no de plata, pero sí de bronce—, simple y llanamente lo que se espera de ella.

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‘Ice Road’ se ajusta perfectamente a esta descripción. Dando una vuelta de tuerca a premisa de la novela ‘El salario del miedo’ de George Arnaud —adaptada excepcionalmente por H.G. Clouzot en 1953 y por William Friedkin en 1977—, cruzándola con lo que podría ser un capítulo de ‘Desafío bajo cero’ del Canal Historia, Jonathan Hensleigh se ha aliado con Liam Neeson para dar forma a un actioner de espíritu noventero que, en otros tiempos, hubiese ocupado un lugar destacado dentro de la sección de novedades de nuestro videoclub de cabecera.

It’s Neeson season!

El primer acto de ‘Ice Road’ deja claro cristalino que nos encontramos ante una obra creada a golpe de manual para que su engranaje narrativo cumpla su cometido sin fisuras. Después de una escena de apertura que llenaría de orgullo al Blake Snyder de ‘Salva al gato’, en la que el protagonista se gana nuestra empatía con una acción heroica, la cinta se toma su tiempo —sin prisa, pero sin pausa—, para presentar a sus personajes y plantear un conflicto que también juega sobre seguro.

Hensleigh sabe muy bien lo que se hace —entre sus créditos como guionista figuran ‘Jungla de cristal: La venganza’, ‘Jumanji’ o ‘Armageddon’—, y explota un planteamiento que combina dos elementos clave para que funcione el suspense: la urgencia y el riesgo inherente al objetivo principal. Sí, puede que no sea la primera vez —ni la última— que vemos a un grupo de mineros atrapados a la espera de un rescate mientras se quedan sin oxígeno; de hecho, puede que esto se nos haya contado antes mucho mejor, pero esto no impide que el interés y la tensión se mantengan intactos durante los 100 minutos de metraje.

Ice Road

De igual modo, las set pieces y el tratamiento de la acción de ‘Ice Road’ hacen gala de una tremenda eficacia. Si bien el montaje y la planificación no destacan por su creatividad y toma de riesgos, y algunos efectos visuales cantan por bulerías, el conjunto entrega una buena dosis de adrenalina reforzada por una puesta en escena sólida y tradicional y por unas localizaciones reales —en Manitoba— que aportan un extra de encanto. De nuevo, todo correcto.

Lo que sí me ha pillado con la guardia baja ha sido el cuidado desarrollo de los personajes y sus dinámicas; especialmente entre la pareja principal. La relación entre Mike y su hermano Gurty —que padece una discapacidad desde su participación en la guerra de Irak— se torna extrañamente emotiva una vez el filme encara su tercer acto; algo que refuerzan unas interpretaciones solventes encabezadas por la de un Liam Neeson que ya tiene este tipo de roles interiorizados.

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De aproximarte a ella con la mente abierta y sabiendo a lo que vas a exponerte, es muy posible que ‘Ice Road’ te mantenga entretenido durante una hora y media que olvidarás muy rápido, pero que se las apañará para mantenerte en vilo a golpe de oficio. No cabe duda de que estamos ante uno de los ejercicios más genéricos del subgénero “Liam Neeson cabreado” —a años luz de lo gestado por Jaume Collet-Serra—, pero dentro de ellos, es de los mejores. Ni más, ni menos.