Puede que los más mayores recordéis el estreno de ‘La amenaza fantasma’, en agosto de 1999 (tres meses después que en Estados Unidos): todo, literalmente, estaba brandeado con la cara de Darth Maul, el sable láser de Obi-Wan Kenobi o la lengua imposible de Jar-Jar Binks. Pocas veces he visto en mi vida un hype tan grande como el que se tenía por esa película, que colmó todo el merchandising posible en un mundo en el que Internet aún no era el centro de los equipos de márketing.
Si vivisteis ese momento, sabréis también que las reacciones al salir del cine fueron de absoluta decepción, tanto que Jake Lloyd, Ray Park y Ahmed Best tuvieron problemas mentales por la reacción del fandom. La película fue un éxito en taquilla (no podía ser de otra manera) pero los fanáticos salieron de allí preguntándose qué había pasado con George Lucas y ‘Star Wars’: el director había infantilizado la saga y la reacción de la sociedad no fue positiva. Pese a todo, siguió adelante con su plan bajando el papel de Jar-Jar. Nos separan casi 25 años, pero este mundo en que el fan no tiene la última palabra parece venido de una galaxia muy, muy lejana.
Internet lo cambió todo
En 1999, aproximadamente el 7% de la población en nuestro país utilizaba Internet, y entrar en chats, bitácoras (los blogs de la época) o foros aún se veía como una excentricidad. De hecho, el MSN Messenger acababa de nacer y aún quedaban cuatro años para que lo hiciera 4Chan: las opiniones de cine online no tenían, ni de lejos, la importancia de las de la prensa escrita, y los debates se daban en la cola del cine en lugar de en Twitter o Twitch.
No quiero hacer un Ana Iris Simón ni juzgar si era mejor ni peor: era una sociedad cinematogr´áficamente más inocente, menos globalmente cínica, en la que solo unos pocos sobreanalizaban las películas en sus blogs o fanzines mientras que otros las utilizaban como obsesión personal y la mayoría (lo que ahora llamamos “gran público”) las veía como parte de la rutina social de ir al cine.
‘La amenaza fantasma’ se estrenó en un momento en el que más allá de los libros y algunos videojuegos, ‘Star Wars’ era una franquicia que llevaba 15 años sin una nueva película (y series como ‘Los Ewoks’ o ‘Star Wars Droids’ no ayudaban a paliar el ansia), y el tiempo, como siempre, palió las críticas negativas, que en el estreno del ‘El despertar de la fuerza’ (y, sobre todo, de la siguiente parte de la saga) se cambiaron de bando.
El público parecía, dos décadas después, adorar esas precuelas que en su día se llevaron palos por todas partes. ¿Es por añoranza de una época más naïf? ¿Por la casi nula existencia de Internet en aquellos años? ¿Por agravio comparativo con las nuevas secuelas? ¿O, quizá, porque el paso de los años ha dado un nuevo matiz a las precuelas de ‘Star wars’, tan hijas de su tiempo como pequeños destellos de paz en la galaxia?
Y entonces, volvió Obi-Wan
Vivimos en una época en que el relato de la opinión global online es lo que basará las opiniones generales, porque, cada vez más, es más fácil coger el hilo de una opinión mayoritaria en vez de buscar una propia. La repetición de argumentos ajenos como propios ayuda a que estos se perpetúen, y, de esta manera, es como hemos llegado a que nadie cuestione que las tres últimas películas de la saga Skywalker eran infumables. No voy a entrar en si creo que tienen razón o no, porque una persona solo puede leer la expresión “Mary Sue” en los comentarios un número de veces antes de perder la cabeza.
¿Os acordáis de aquella época en la que el público fiel de ‘Star wars’ aguantó durante 15 años sin una sola película? Ya no hay tiempo para eso. Para no perder el cariño de la gente por la marca, Disney está segura de que debe sobrecargar el mercado con series y proyectos, pero cree haber aprendido del error de ‘Los últimos jedi’ intentando no ser tan burda en su reutilización del pasado como ‘El ascenso de Skywalker’. La receta que están cocinando se basa en cambiar lo justo para no molestar a los fans e intentar que la nostalgia tome los mandos.
Si ‘The Mandalorian’ era un retorno a la aventura clásica de la primera trilogía, con apariciones de personajes clásicos incluidas, con ‘Obi-Wan Kenobi’ han intentado rizar el rizo, tratando de volver a la inocencia y naturalidad del ‘Episodio I’, pero por el camino se han olvidado de que este mundo ya no es aquel lugar idealmente nostálgico, sino uno donde millones de personas van a analizar cada plano del tráiler y cada subtrama desde todos los puntos de vista posibles y hasta límites delirantes. La receta tenía todos los ingredientes, pero se ha quemado en el horno y ‘Star Wars’ parece más perdida que nunca.
Obi-Wan y Poochie
‘Star Wars’, ahora mismo, es ese episodio de ‘Los Simpson’ en el que, probando nuevas aventuras para ‘Rasca y Pica’, los niños querían una serie realista y normal que esté plagada de robots y mágicas fantasías. Y que por verla, además, te den algún premio. Escuchar al público, en el caso de la serie de dibujos, dio como resultado a Poochie, el perro rapero. En el caso de ‘Star Wars’, a Leia Organa niña correteando por el espacio.
Los fans juran y perjuran que adoran las precuelas, sobre todo desde el estreno de ‘Los últimos jedi’ (mi teoría es que no las adoran en absoluto, pero les sirve como contraposición), y en Disney, más atentos al mandato de su público de lo que deberían, han intentado volver a hacerla. Han juntado a Ewan McGregor, una niña con la que interactuar, referencias continuas a la saga e incluso una repetición del duelo entre Anakin y Obi-Wan que, por narices, tiene que quedar en tablas.
Igual que en las precuelas, en ‘Obi-Wan Kenobi’ sabemos el punto de inicio y el punto final, y solo queda rellenar los huecos sobre lo que pasará en medio y cómo. Pero en 2022 el público ya no es ni inocente ni paciente, y gran parte de él no concibe el disfrute sin sobreanálisis. En un ‘Star Wars’ que ha perdido el rumbo por completo, con un serio problema de imagen, solo los fans más acérrimos (esos que han acabados encantados con la serie pese a sus serios problemas de guion y tono) pueden mantenerla a flote.
El futuro de la saga pasa por una autocrítica seria que no tenga en cuenta lo que una masa pequeña pero muy ruidosa pida en redes sociales, y olvidarse de replicar el sentimiento positivo de la trilogía de precuelas, porque gran parte de este sentimiento no se basa en sus personajes o tramas, sino en la nostalgia por otra época más sencilla que no volverá. En ‘Star Wars’ (igual que en Marvel o cualquier saga de Disney) no vale decir que si el guion es bueno, la gente querrá verla, porque no puede haber un guion realmente original y sorprendente: cada línea tiene que tener en cuenta la sacrosanta base, el legado, los personajes y el universo expandido.
Sí, ‘The mandalorian’ es una buena serie, quizá porque es la que más se aparta de la saga Skywalker, pero pese a todo la base tiene que seguir ahí: las referencias, los sables láser, los Skywalker, los jedi y los sith, que son un tapón para cualquier idea rompedora en la saga. Por eso, por mucho que Kathleen Kennedy se empeñe, ‘Star wars’ nunca volverá a tener al público tan a favor como justo antes de que se estrenara ‘La amenaza fantasma’, cuando aún confiábamos en que la saga no se repetiría a sí misma de forma obsesiva una y otra vez. Cuando aún éramos inocentes.