Entre todos los recursos y herramientas que puede emplear un cineasta para dar forma a un largometraje y diferenciarlo de otros que podrían considerarse homólogos por su temática o argumento, el tono se eleva como el elemento distintivo absoluto para cualquier tipo de historia, además de como un factor determinante para subrayar la fragilidad del sistema calificador por géneros.

No cabe duda de que la existencia de los géneros cinematográficos es de enorme utilidad tanto a nivel industrial como personal, pero estos, al igual que la energía, se transforman continuamente hasta perder casi su significado original. Es en ese momento cuando el tono hace acto de presencia y rompe por completo los esquemas y prejuicios asociados a una etiqueta menos precisa de lo esperado.

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El último ejemplo al que podemos aferrarnos para defender esta postura es ‘Broker’, la magnífica nueva película de Hirokazu Koreeda. Con ella, el cineasta nipón no sólo ha exprimido hasta la última gota del desbordante talento de su reparto surcoreano; sino que ha moldeado una emotiva road movie que, inesperadamente, funciona como auténtico bálsamo para el corazón pese a estar construida sobre un núcleo narrativo digno del ejercicio más turbio y demoledor imaginable.

Cuestión de tono

Con ‘Broker’, Koreeda vuelve a proyectar su interés —tal vez obsesión— por el significado de la familia, su naturaleza y sus dinámicas después de hacer lo propio en cintas tan celebradas como ‘De tal padre, tal hijo’, ‘Nadie sabe’ o ‘Still Walking’; replicando la calidez de ‘Un asunto de familia’ mientras no titubea a la hora de sumergirse en temáticas y dilemas éticos y morales particularmente espinosos.

El tráfico de menores, eje central del relato, se combina con investigaciones policiales, prostitución, asesinato e, incluso, con un tal vez demasiado dirigido debate —si es que lo hay— entre aborto y abandono en lo que podría haber sido un thriller realmente asfixiante. Pero el tokiota descarta sumir su obra en una densa penumbra para, en contraposición, desbordarla con luminosidad y aderezarla con una buena dosis de almíbar.

Lejos de resultar artificial, este espíritu de feel good movie funciona a la perfección gracias, principalmente, a un tratamiento de personajes tan lúcido como acertado. Escena tras escena, el director y guionista estrecha lazos entre el público y un surtido de protagonistas compuesto por un puñado de perdedores, desgraciados y de dudosa moral que se abren paso hasta el corazón a golpe de dulzura y encanto.

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Por supuesto, este ejercicio de empatía no hubiese sido posible sin un reparto a la altura de sus roles —que, en este caso, está  aún más por encima de ellos—. El siempre impecable Song Kang-ho —’Parásitos’—, con su mirada amable y su sonrisa cómplice se alza como la gran estrella de la función, logrando eclipsar a nombres como los de Bae Doona —que coincidió con Song en ‘Sympathy for Mr. Vengeance’—, Gang Dong-won o la sorprendente idol Lee Ji-eun.

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‘Broker’ dista mucho de ser una producción perfecta. Su trama, por momentos, peca de caprichosa al dilatar, enrevesar y dar vaivenes oportunistas, y su evidente hincapié por conmover puede llegar a resultar contraproducente. No obstante, estas minucias se desvanecen frente a la  puesta en escena de Koreeda y a la inteligente búsqueda de la sensibilidad a través de la contención en la planificación y la austeridad de la cámara.

Pero, si hay algo que hace merecedor a este filme de colarse en las listas con lo mejor del año, es su capacidad para emocionar de un modo honesto y profundo. Un logro que, esfuerzos aparte, no está al alcance de todos, y que no entiende de géneros ni apuestas tonales.