Esta semana se ha anunciado el fallecimiento del actor israelí Chaim Topol, lo que para muchos significa la pérdida del célebre protagonista de ‘El violinista en el tejado‘. Sin duda ese fue su rol más aplaudido, con el que ganó un Globo de Oro y estuvo nominado al Premio Óscar. Para muchos otros, eso sí, su nombre es indisociable de ‘Flash Gordon‘.
No tendrá tanto prestigio, pero no cabe duda de que sí culto. Topol daba vida al memorable doctor Hans Zarkov, un científico expulsado de la NASA que quiere realizar un viaje espacial y lía para tal empresa a un jugador de rugby y su interés romántico. Juntos llegan al lejano reino Mongo, que ha lanzado una de sus lunas para que choque contra la Tierra. El actor de Tel Aviv es uno de sus aspectos más recordados por entregarse por completo a la fantasía más colorida y comiquera posible.
Del equipo de rugby a la ciudad flotante
Es difícil imaginar películas como ‘Thor: Ragnarok‘, que abrazaron desprejuiciadamente esta clase de ciencia ficción desenfada e imaginativa, sin la existencia de esta potente adaptación dirigida por Mike Hodges que pergeñó con empeño Dino De Laurentiis. No se repararon en gastos para dar forma a una aventura espacial totalmente pulp y decididamente hortera donde hasta los Queen más petardos están en su perfecto lugar.
Es una película de la que hay que alejarse si uno se aproxima al cine fantástico con las pinzas puestas en la nariz. ‘Flash Gordon’ no duda en llenar cada rincón de la pantalla (no literalmente, que la relación de aspecto es 2.35:1) con los colores más intensos, los decorados más disparatados, los vestuarios más pasados de rosca y un enfoque que busca decididamente la diversión pura. La película abraza todos estos mundos extravagantes con tanto entusiasmo que resulta exitosa a la hora de maravillar.
Estamos ante una película que hace una perfecta transición entre el cine de género de ciencia ficción de los setenta y la fantasía peinada con laca de los ochenta. También un punto de inflexión para el cine de superhéroes, mostrándonos con Gordon un héroe de space opera modélico que se enfrenta a los desafíos más impredecibles. Muchas de esas excentricidades que porta con orgullo y que fueron objeto de mofa para algunos ahora han quedado integradas en el ADN de muchos blockbusters de género.
‘Flash Gordon’: fantasía sin límites
Y aunque no suele ser importante en esta clase de ficciones, ‘Flash Gordon’ tiene actores brillantes entregados a la trotona y simpática bobada (que no estupidez) que busca Hodges. Además de un Topal realmente divertido como científico loco tenemos a un electrizante Max von Sydow como el terrorífico villano a derrotar y a un contundente Timothy Dalton como el aguerrido príncipe Barin.
Incluso aunque se puedan poner pegas (el toque camp no es precisamente plato para todos los gustos), ‘Flash Gordon’ es una película realmente apreciable. Digna de alcanzar el culto entre los aficionados de la ciencia ficción a los que la suma de una ciudad flotante, tecnología imposible y un uso exagerado del color rojo es sinónimo de montarse en una montaña rusa. Realmente la experiencia de ver la película es equiparable a eso. Divierte imaginar una versión de Federico Fellini de este material como pudo llegar a pasar en un inicio, pero lo que obtuvimos finalmente no está nada mal.
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