El primer episodio de ‘Sin huellas’ es tan abrumador en su exceso imaginativo y estilístico que uno puede caer en el error de creer que lo han dado todo en esos 45 minutos. Pero, a partir de entonces, todo sigue explotando en una reacción en cadena y siempre hacia arriba, con una mezcla de géneros (thriller, acción, comedia, denuncia social y hasta western) que funciona al dedillo en una serie que marca la renovación de Prime Video, hasta ahora anquilosada en la producción propia.
Así barría, así, así
‘Sin huellas’ es un road trip cañí repleto de carisma que se toma en serio a sí mismo solo lo justo y que tapa cualquier posible defecto (pocos hay) con unos personajes fabulosos y un estilo narrativo que, bebiendo de mil sitios distintos, ha conseguido tener eso que tantos ansían: personalidad propia. Una huida hacia adelante vertiginosa, loca, diferente y nada obvia en sus intenciones: si esperáis una de esas series en las que sus protagonistas se paran para explicar la moraleja del asunto, aquí no hay tiempo. Entre esquivar balazos y espiar a corruptos no hay mucho tiempo para ser obvios en las lecciones de moralidad.
Una serie venía a mí continuamente a través de los ocho episodios de la temporada: ‘Sky rojo’. No son pocas las similitudes: también era un thriller ibérico, sus protagonistas eran mujeres y abrazaba tanto el over-the-top como la huida continua. Pero ‘Sin huellas’ es, también, abrumadoramente distinta, partiendo de la amabilidad de su propuesta (dos limpiadoras encuentran un cadáver y una bolsa repleta de dinero mientras hacen su trabajo en una mansión) y siguiendo por unas protagonistas que no necesitan, en cada escena, mostrar su lado más duro o salvaje. Tienen miedo, toman decisiones equivocadas, son profundamente reales. Dicho de otra manera: de las dos, ‘Sin huellas’ es la buena.
Desi y Cata son dos regalos televisivos que tienen una química perfecta y son rotundamente imperfectas. En lugar de ser unos personajes rudos y sin tacha venidos de inicios de la década pasada, donde se intentó sobrecompensar y que ninguna mujer tuviera ninguna característica negativa, ambas no tienen ni idea de lo que están haciendo, se traicionan, roban, planean y se equivocan. Y todo ello sin dejar de ser jamás las heroínas absolutas que esta carrera por Alicante pide y necesita.
Lucha de clases en Alicante
‘Sin huellas’ es un no parar de diversión, situaciones límite y gloriosas escenas de acción sin nada que envidiarle a las estadounidenses, pero también pone el foco en la lucha de clases: las Kellys contra las familias millonarias. Las personas invisibles contra las que harían cualquier cosa por unos fajos de billetes más. Las minorías contra el capitalismo más salvaje. Es un ejemplo de libro de cómo aunar diversión desacomplejada y lucha social sin que la segunda se coma a la primera en intenciones ni en discurso. Una maravilla.
Y es que, ante todo, la nueva serie de Amazon Prime Video tiene la intención de dejarse llevar de inicio a fin dando una lección de épica y dejando a un lado la verosimilitud sin dejar de ser creíble. Lo que al principio empieza como un thriller relativamente costumbrista pronto se convierte en una batalla de pistolas, rusos mafiosos, metralletas, pueblos del Salvaje Oeste, corrupción policial y mochilas rosas repletas de dinero. Pero lo mejor es que el guion sabe perfectamente el ritmo al que debe ir mostrando las revelaciones sorpresa: si en el piloto ya habrá un par de momentos en los que el rompecabezas parezca haber encajado del todo, hasta el anteúltimo episodio no formará la imagen completa, preparando al espectador para el duelo final.
Además, la serie está narrada con maestría detrás de la cámara, larguísimos y complejísimos planos secuencia repletos de acción y tiroteos, planos únicos y desbordando personalidad por los cuatro costados: no habéis visto nada como ‘Sin huellas’, y es inevitable contagiarse de sus ganas de dar un puñetazo en la mesa de la ficción española. No es de extrañar: tras toda la serie están Sara Antuña y Carlos de Pando, o lo que es lo mismo, responsables de la fabulosa ‘¡García!’ y de gran parte del guion de ‘El vecino’, dos de los productos más originales que se han hecho en televisión últimamente. Liberados del yugo de la adaptación comiquera, en estos ocho episodios se han soltado el pelo y han hecho, literalmente, lo que les ha dado la gana sin constricción alguna. Y vaya baño de ideas locas.
Hasta las tontas tenemos tope
‘Sin huellas’ refina todas las ideas rupturistas de ambos creadores, las mezcla con directores de sobrada reputación (por ahí están Koldo Serra, Gemma Ferraté, Samantha López Speranza y Paco Caballero), actores y actrices que se nota que creen en el proyecto de inicio a fin y les da la libertad para que todo fluya. ¿Es una serie perfecta? No… pero lo bueno es que tampoco pretende serlo. Es como empezar a comer patatas fritas: al empezar crees que sabes cuándo puedes parar, pero siempre piensas “Venga, un poquito más”.
Esta serie se beneficia muchísimo del maratón. O sea, que te la vas a zampar en un par de días. Y es que los cliffhangers son increíbles, las escenas que sirven de introducción de los episodios atrapan desde el minuto uno, el guion está trabajado hasta el último detalle, el elenco de personajes secundarios es fabuloso (desde esa Irene entre el deber y el amor hasta ese desastre con patas que es Uvaldo), los villanos son gustosamente odiables y las escenas de acción tienen mucho más prestigio y planificación de lo que parece. Todo un lujo.
Claro que tiene sus pequeños fallos aquí y allí, pero son errores sin importancia y prácticamente inevitables en series como estas: algunas tramas se repiten demasiado en su planteamiento, otras se enrevesan hasta el punto de perder la credibilidad y hay algunos personajes que consiguen demasiadas oportunidades (adoro a Uvaldo, pero…). Hay que mirar con lupa y tener un ojo muy crítico para enfadarse con una serie como ‘Sin huellas’, que pretende ser un entretenimiento de primera mezclado con un poco de comentario social poco intrusivo pero necesario para comprender a los personajes y arrancar. Puede que sean los ocho capítulos más enrabietadamente locos y desacomplejados del año: no os la perdáis.
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