“No quiero convertirme en una parodia”. Lars Ulrich vocaliza un pensamiento que es más real de lo que está dispuesto a admitir. Llegados a 2002, lo que empezó como una banda de garage de adolescentes descargando adrenalina y testosterona tocando muy fuerte versiones de bandas de heavy metal británico se ha convertido en un trío de desconocidos grabando cuñas cutres para una cadena de radios y habían quedado como enemigos públicos al entrar en una disputa legal con un servicio de intercambio de archivos musicales online.

Nadie quiere verse en la situación de que ha perdido el control de sí mismo, o de que ya no disfruta de lo que hace y con quién lo hace. Ese sentimiento impulsa varias de las cosas que Metallica decide poner de cara a la luz en ese momento, desde lo creativo a través de un nuevo álbum de estudio hasta control de imagen pública con el documental ‘Some Kind of Monster‘, pero en realidad ha estado ahí toda su carrera.

Este monstruo vive

Disponible para ver a través de Netflix, el documental presenta a los directores Joe Berlinger y Bruce Sinofsky en modo “mosca en la pared” para capturar los momentos de una banda en una encrucijada existencial importante. Uno de los grupos de metal más masivos del mundo, y unos obsesos por el control de su propia marca e imagen (evidente en cómo Ulrich habla de la banda como un concepto que casi se aprecia más como producto que como arte), están empezando a inmolarse y el humo se puede ver desde la calle. Los directores pasan a capturar cómo se repara eso.

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Los documentales musicales medios suelen tener acceso ilimitado a sus protagonistas y a su material de archivo, pero también están funcionando sobre todo en servicio de solidificar una percepción. ‘Some Kind of Monster’ no se libra del todo de ello, aunque también se aprecia que ha podido capturar momentos que no muchos querrían que se viesen alegremente por el resto del mundo. El documental consigue retratar a una banda que no puede valerse por sí misma para saber a dónde dirigirse y que a ratos no puede evitar ser su propia versión de Spinal Tap.

Las casi dos horas y media de documental capturan tanto el proceso de grabación de St. Anger, el octavo disco del grupo californiano, como las sesiones de terapia a las que deciden acudir para reparar las tensiones internas que van creciendo desde la marcha de su bajista. No es especialmente revelador en lo que a proceso creativo se refiere (tampoco es que el resultado creativo dé para mucho), pero sí que resulta interesante en su manera de equiparar el trabajar en un grupo de música de éxito con un matrimonio, sobre todo en cómo necesita más cuidado conforme más tiempo pasa.

‘Some Kind of Monster’: terapia de pareja

Some Kind Of Monster 2004 Lars Ulrich James Hetfield

Ulrich y James Hetfield se presentan sobre todo como la pareja que cree que ya no se conoce mutuamente, mientras que Kirk Hammett actúa como el hijo retraido que sólo quiere que todos se lleven bien. Su productor Bob Rock trata de complacer egos distintos, al más puro estilo del personaje de Matthew Macfadyen en ‘Succession‘ donde quiere sentirse parte de la familia en todo momento.

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Es a ratos ver a un grupo de personas lamentándose y secándose las lágrimas con un puñado de billetes, pero de ahí saca una inesperada fuente de humor. Momentos como la aparición de su primer guitarrista, Dave Mustaine, sintiéndose un fracaso mientras una cartela dice que su banda ha vendido millones de de discos, o Hetfield luciendo un coche muy caro y muy hortera con la convicción de que hay que lucirlo muestran el campo de distorsión de la realidad en el que se han introducido. La banda no puede evitar caer en esas extrañas paradojas desde el inicio, donde quieren recuperar la energía de banda de garage en un modesto estudio para terminar en otro mejor equipado y profesional.

Incluso aunque pueda salir de manera involuntaria, resulta lo más efectivo y genuino que una banda como Metallica ha podido entregar en las últimas décadas. Y no precisamente por vulnerabilidad. Igual no está entre los mejores documentales de música de la historia, pero sí es uno que encuentra espacio para contar algo diferente que no se reduzca al encargo de turno y que vale la pena ver más allá del interés personal en el grupo o incluso de la música en general.

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