Suena
el

Himno
al
Amor

de

Edith
Piaf

y
los
cuerpos
se
estremecen.
Canta

Celine
Dion

desde
las
alturas
de
la
Torre
Eiffel
acompañada
por
un
piano.
Dueña
de
una
voz
maravillosa
que
se
apaga
por
culpa
de
una
maldita
enfermedad
que
la
alejó
de
los
escenarios
hace
cuatro
años,

la
artista
canadiense
no
hace
más
que
conmover.
Ni
la
lluvia
se
lo
quiso
perder.

Fue
la
joya,
el
broche
de
oro,
de
una
ceremonia
de
apertura
inolvidable
que
usó
a
París,
a
toda
la
ciudad
y
a
sus
emblemáticos
monumentos
y
maravillas
arquitectónicas,
como
escenario
gigante.

Los
Juegos
de
la
XXXIII
Olimpiada,
con
su
pebetero
“volador”
quedaron
oficialmente
inaugurados.
Y
de
qué
manera
.

Como
había
prometido,
la
capital
de
Francia
sorprendió
al
mundo
con
una
ceremonia
de
apertura
que
rompió
todos
los
moldes
y
fue
una
fastuosa,
inédita
e
impresionante
celebración
de
la
cultura
y
del
deporte
mundial.
Fueron
casi
cuatro
horas
de
una
velada
a
la
que
no
le
faltó
nada:
glamour
y
espectáculo,
cultura
y
tradición,
artistas
de
renombre
internacional
y
legendarios
atletas,
el
color
de
las
delegaciones
que
irán
por
la
gloria
en
la
cita
olímpica
y
una
carga
emotiva
tan
grande
que
ni
siquiera
el
mal
clima,
invitado
indeseado,
pudo
opacar.

Saliendo
por
primera
vez
en
la
historia
de
la
típica
celebración
en
un
estadio
-en
unos
Juegos
de
mayores,
al
menos,
porque
lo
había
hecho
ya
Buenos
Aires
hace
seis
años
cuando
recibió
los
de
la
Juventud-,
el
escenario
principal
fue
el
río
Sena,
por
el
que
navegaron
en
85
botes
casi
siete
mil
atletas
de
205
países,
liderados
por
sus
respectivos
abanderados
-Luciano
De
Cecco
y
Rocío
Sánchez
Moccia
para
Argentina-.
Pero
cada
emblemático
rincón
de
la
capital
francesa
que
aparecía
en
el
recorrido
de
seis
kilómetros
entre
el
Puente
Austerlitz
hasta
el
Bridge
tuvo
su
protagonismo.

Esa
misma
revolucionaria
propuesta
obligó
al
comité
organizador
a
desplegar
un
operativo
de
seguridad
enorme:

45
mil
policías
y
10
mil
soldados
desplegados
en
las
calles
blindadas
y
aviones
de
caza
,
drones
y
helicópteros
que
sobrevolaron
los
cielos
de
la
ciudad
durante
todo
el
día.
Y
un
protocolo
para
controlar
quién
ingresaba
a
la
zona
del
evento
que
generó
caos
en
las
primeras
horas
de
la
tarde.

Los
puntos
de
acceso
para
el
público,
unos
15
a
lo
largo
de
todo
el
recorrido,
abrieron
a
las
15:30,
pero
hubo
caos
en
los
primeros
minutos
porque
muchos
espectadores
deambulaban
perdidos,
sin
saber
por
dónde
les
tocaba
ingresar.
Y
es
que
aunque
las
entradas
eran
gratuitas,
cada
persona
había
tenido
que
solicitar
un
código
QR
que
debía
presentar
en
una
puerta
particular
junto
a
una
identificación
personal.
De
a
poco,
igual,
se
fueron
llenando
las
tribunas.
Las
que
se
levantaron
a
la
margen
del
río,
en
dos
niveles,
y
en
algunos
de
los
puentes
que
los
cruzan
y
las
construidas
en
los
jardines
del

Trocadero
,
centro
de
los
algunos
de
los
momentos
más
tradicionales
de
la
ceremonia.

Celine Dion dio un show inolvidable desde la Torre Eiffel. Foto: APCeline
Dion
dio
un
show
inolvidable
desde
la
Torre
Eiffel.
Foto:
AP

Pero
a
no
adelantarse.
Mientras
las
300
mil
personas
que
tuvieron
la
suerte
de
presenciar
en
vivo
el
espectáculo
se
iban
acomodando,
apareció
la
lluvia.
Primero
como
una
llovizna
suave,
pero
poco
antes
de
las
18,

cayó
un
primer
chaparrón
y
las
nubes
no
dejaron
más
de
descargar
agua
sobre
París

durante
toda
la
jornada.
Eso
no
impidió
que
algunas
caras
muy
conocidas
del
deporte
desfilaran
sobre
una
glamorosa
alfombra
roja
instalada
frente
a
la
Torre
Eiffel.
Serena
Williams,
Tony
Parker
y
Carl
Lewis
maravillaron
a
los
presentes.

Los
tres
jugarían
un
papel
especial
más
tarde

Apenas
pasadas
las
19:30,
en
las
pantallas
gigantes
distribuidas
en
toda
la
ciudad
comenzó
a
reproducirse
el
video
que
dio
inicio
a
la
ceremonia.
Casi
de
prepo,
sin
grandes
anuncios,
tomó
a
muchos
por
sorpresa.
Recién
cuando
apareció
la
figura
de
Zinedine
Zidane
tomando
la
antorcha
en
un
estadio
vacío,
muchos
entendieron
que
se
había
puesto
en
marcha
la
fiesta
y
se
escuchó
una
primera
gran
ovación.

La delegación argentina surca las aguas del Sena. Foto: XinhuaLa
delegación
argentina
surca
las
aguas
del
Sena.
Foto:
Xinhua

El
ex
futbolista
entregó
la
llama
a
tres
chicos
y
luego
tomó
la
posta

un
portador
misterioso
y
enmascarado

-inspirado
en
varios
personajes
de
la
cultura
francesa,
como
el
Fantasma
de
la
Ópera-,
que
fue
apareciendo
en
diferentes
momentos
de
la
ceremonia
durante
toda
la
noche.
Y
cuando
el
video
se
transformó
en
una
transmisión
en
vivo
del
Sena,
se
abrió
el
desfile
de
delegaciones,
con
Grecia
en
el
primer
barco,
como
marca
la
tradición,
seguida
por
el

Equipo
Olímpico
de
Refugiados

-uno
de
los
más
ovacionados-
en
el
segundo.
Y
detrás,
los
demás
países.

Argentina
viajó
en
la
quinta
embarcación
que
apareció
en
escena,
poco
antes
del
primer
número
artístico:
una
actuación
al
estilo
cabaret
de

Lady
Gaga

en
una
imponente
escalera
dorada.

El show de Lady Gaga. Foto: REUTERS/Amanda PerobelliEl
show
de
Lady
Gaga.
Foto:
REUTERS/Amanda
Perobelli

Desde
ese
momento,
se
fueron
alternando
momentos
dedicados
a
anunciar
las
delegaciones,
que
iban
desplazándose
constantemente
por
el
río,
y
espectáculos
de
entretenimiento,
algunos
más
clásicos,
otros
innovadores,
pero
todos
cargados
de
color
y
música,
que
hicieron
vibrar
a
los
espectadores.

Pasó

Aya
Nakamura
,
la
artista
francesa
más
escuchada
en
el
mundo,
acompañada
por
60
músicos
de
la
Guardia
Republicana,
e
hizo
bailar
a
todos,
a
pesar
del
mal
tiempo.
Y
la
banda
Gojira,
que
mezcló
sonidos
del
heavy
metal
con
los
de
la
ópera,
tras
aparecer
colgados
de
un
edificio
para
rendir
homenaje
a
la
Revolución
Francesa.

El
patrimonio
cultural
de
Francia
estuvo
presente
en
expresiones
artísticas
de
las
más
varias.
Una
escena
de
Los
Miserables,
la
actuación
de
80
artistas
de

Moulin
Rouge
,
el
popular
cabaret,
al
tiempo
que
el
portador
enmascarado
de
la
antorcha
cruzaba
por
una
tirolesa
hacia
Notre
Dame.
La
mítica
catedral,
aún
en
reparación
por
el
incendio
que
sufrió
en
2019,
prestó
sus
andamios
para
un
espectáculo
de
acrobacia.

La
Marsellesa
,
interpretada
en
el
techo
del
Grand-Palais
por
la
mezzo
soprano
francesa

Axelle
Saint-Cirel
,
hizo
hinchar
el
pecho
de
orgullo
a
todos
los
locales.
Y
un
impresionante
despliegue
en
el
río,
entre
el
Puente
Concord
y
el
Alexandre
III,
en
el
que
estatuas
de
diez
mujeres
que
dejaron
su
huella
en
la
historia
del
país
aparecían
a
medida
que
avanzaban
los
barcos
con
los
atletas.

No
pudo
faltar
la
moda,
por
supuesto.
En
el
puente

Pasarela
Debilly
,
se
realizó
un
reconocimiento
a
diseñadores
locales.
Y
también
tuvo
su
momento
la
celebración
de
la
diversidad
y
el
llamado
a
la
paz.
Todos
mientras
los
atletas
iban
viajando
y
llegando
al
Trocadero.

Una
vez
allí,
y
tras
los
discursos
de
protocolo
de
Tony
Estanguet,
jefe
del
Comité
Organizador
de
los
Juegos,
y
Thomas
Bach,
presidente
del
Comité
Olímpico
Internacional,
y
la
declaración
de
Emmanuel
Macron,
presidente
francés,
que
dejó
inaugurados
los
Juegos,
llegó
el
momento
más
esperado:
el
encendido
del
pebetero.


Zinedine
Zidane

apareció
en
el
escenario
y
recibió
la
antorcha
del
portador
enmascarado.
Se
la
pasó
luego
a

Rafael
Nadal
,
quien
partió
en
barco
rumbo
al

Jardín
de
las
Tullerías
,
acompañado
por

Serena
Williams
,

Nadia
Comaneci

y
el
legendario

Carl
Lewis
.
Mientras
la
embarcación
se
desplazaba,
la
Torre
Eiffel
se
iluminó
con
un
increíble
espectáculo
de
luces
al
ritmo
de
la
música.

Carl Lewis, Rafael Nadal, Nadia Comaneci y Serena Williams. Foto: EFECarl
Lewis,
Rafael
Nadal,
Nadia
Comaneci
y
Serena
Williams.
Foto:
EFE

Completado
el
viaje,
Nadal
le
entregó
la
llama
a
Amélie
Mauresmo,
primera
francesa
en
portar
la
antorcha
en
la
noche.
Luego
la
tomó

Tony
Parker

y
luego
un
grupo
de
destacados
deportistas
y
ex
deportistas
del
país
galo,
hasta
que
llegó
a
manos
del
judoca

Teddy
Riner

y
la
atleta

Marie-Jose
Pérec
.

Los
dos
se
acercaron
a
un
globo
aerostático
anclado
en
el
lugar
y
encendieron
el
pebetero:
un
anillo
ardiente
de
siete
metros
de
ancho,
que
comenzó
a
elevarse
hacia
el
cielo,
mientras,
en
lo
alto
de
la
Torre
Eiffel,

Celine
Dion

emocionaba
con
una
impecable
interpretación
del
“Hymne
à
l’amour”.
La
voz
de
la
cantante
canadiense
flotando
en
el
aire
de
la
ciudad,
cuando
aún
caía
la
lluvia,
le
bajó
el
telón
a
una
ceremonia
que
quedará
en
la
historia.
Impresionante
e
inolvidable.
Tal
como
París
había
prometido.