La
bocha
se
coló
por
el
costado
derecho
de
la
arquera
belga
y
voló
hasta
impactar
con
fuerza
en
la
red;
y
un
grito
de
gol
inundó
el
aire.
Lideradas
por
la
capitana
Rocío
Sánchez
Moccia,
doce
camisetas
celestes
y
blancas
surcaron
rápidamente
media
cancha
para
encontrarse
al
borde
del
área
con
Sofía
Cairo,
la
responsable
de
desatar
el
desenfrenado
festejo
con
esa
ejecución
brillante
del
último
penal,
y
con
Cristina
Cosentino,
la
arquera
que
se
había
vestido
otra
vez
de
héroe
y
había
amargado
tres
veces
a
las
rivales
en
esa
definición
que
aceleró
más
de
un
corazón
en
las
tribunas
y
en
el
banco.
Y
allí,
sobre
el
sintético
azul
del
estadio
Yves-du-Manoir,
mientras
se
escuchaba
un
coro
de
voces
entonar
un
“Olé,
olé,
olé,
olé,
olé,
olé,
olá…
soooy
argentino,
es
un
sentimiento,
no
puedo
parar”,
las
Leonas
se
abrazaron,
saltaron
y
lloraron.
Lloraron
lágrimas
de
alegría
y
de
satisfacción
por
el
objetivo
cumplido,
pero
también
de
alivio,
porque
les
costó
mucho
sellar
la
victoria
y
adueñarse
del
bronce
en
los
Juegos
Olímpicos
de
París.
“Esto
es
ser
Leonas”,
repitieron
varias
un
rato
después,
todavía
con
los
ojos
húmedos
y
las
pulsaciones
a
mil.
Así
eligieron
explicar
cómo
habían
sacado
adelante
ese
partido
durísimo,
trabado
y
luchando
ante
una
Bélgica,
que
sin
nada
que
perder
(iba
por
su
primera
medalla
en
su
segunda
cita
olímpica),
se
les
plantó
de
igual
a
igual
y
las
incomodó
en
cada
rincón
de
la
cancha.
Un
partido
en
el
que
el
seleccionado
argentino
no
jugó
bien,
quizás
por
la
presión
propia
de
necesitar
despedirse
desde
arriba
del
podio,
pero
en
el
que
cuando
el
hockey
no
fluía
recurrió
a
la
garra
y
el
orgullo
que
siempre
lo
caracteriza.
“Vinimos
a
buscar
esto,
queríamos
subirnos
al
podio.
Nos
vamos
habiendo
perdiendo
un
solo
partido,
con
el
mejor
equipo
del
mundo.
Estamos
muy
contentas.
Obviamente
con
un
sabor
raro,
porque
vinimos
con
mucha
ilusión
y
el
equipo
estaba
para
mucho
más.
Pero
esta
medalla
de
bronce
es
un
orgullo
por
cómo
luchamos
hasta
el
final”,
comentó
María
José
Granatto,
trayendo
a
la
memoria
esa
dura
derrota
ante
Países
Bajos
que
las
dejó
sin
chances
de
buscar
el
oro.
Ese
3
a
1
en
los
penales
australianos
ante
Bélgica,
después
de
arrancar
en
desventaja,
de
haber
dejado
escapar
el
triunfo
al
no
capitalizar
dos
corner
cortos
en
los
últimos
17
segundos
del
encuentro
y
de
terminar
2
a
2
en
el
tiempo
reglamentario,
se
consiguió
con
el
espíritu
de
lucha
y
el
hambre
de
gloria
que
se
viene
transmitiendo
en
el
equipo
desde
hace
más
de
20
años.
Desde
aquellas
primeras
Leonas
originales,
que
inauguraron
una
dinastía
que
ya
lleva
varias
generaciones
y
que
sumó
un
nuevo
capítulo
con
este
tercer
puesto
en
la
cita
olímpica
francesa.
En
un
estadio
en
el
que
los
argentinos
fueron
minoría
-aunque
se
hicieron
sentir,
como
siempre-,
Bélgica,
la
gran
sorpresa
de
los
Juegos,
salió
a
buscar
la
victoria.
Fue
para
adelante
desde
el
primer
minuto,
jugó
con
bocha
dominada
en
varios
pasajes
del
encuentro
y
apretó
la
defensa
cada
vez
que
el
rival
intentaba
generar
peligro.
Y
eso,
a
las
dirigidas
por
Fernando
Ferrara,
las
incomodó
demasiado,
las
desconcentró
y
las
obligó
apurarse
y
a
cometer
errores.
El
gol
de
Agustina
Gorzelany
en
el
comienzo
del
segundo
cuarto,
para
igualar
el
marcador
que
había
abierto
Emma
Puvrez
en
el
primer
período,
finalmente
despertó
a
las
Leonas,
que
empezaron
a
jugar
más
agresivas,
rápidas,
empujando
para
adelante
y
buscando
siempre
ser
protagonistas.
Pero
las
europeas
no
aflojaron
y,
bajo
una
nubes
grises
amenazantes
y
con
un
duelo
de
hinchadas
que
alimentaba
la
tensión,
el
duelo
fue
una
batalla.
Por
unos
segundos,
Argentina
tuvo
el
bronce
en
las
manos
antes
del
final
del
partido,
después
de
que
Albertario
tomara
un
rebote
bajo
los
palos
y
marcara
el
2
a
1.
Pero
solo
por
unos
segundos,
porque
en
la
siguiente
jugada
Justine
Rasir
encontró
la
bocha
tras
la
arrastrada
de
un
corner
y
empató.
A
nada
de
la
chicharra,
otros
dos
cortos
desperdiciados
por
las
argentinas
dejaron
a
varios
con
el
grito
de
gol
en
la
garganta.
Y
no
quedó
otra,
entonces,
que
sufrir
con
los
penales
australianos,
como
con
Alemania
en
cuartos.
Y
como
con
Alemania
en
cuartos,
apareció
una
China
colosal,
que
atajó
tres
de
los
cuatro
que
le
tiraron.
También
aparecieron
Lara
Casas
y
Zoe
Díaz,
las
chiquititas
del
plantel
que,
con
apenas
seis
meses
de
Leonas,
se
bancaron
la
responsabilidad
como
veteranas.
Y
tras
el
errado
por
Julieta
Jankunas,
apareció
Cairo,
que
tuvo
la
cabeza
fría
para
convertir
su
penal,
el
más
importante
de
la
tarde,
y
desatar
la
euforia
celeste
y
blanca.
“Yo
la
miraba
a
Sofi
y
decía
‘Por
favor,
con
tu
templanza
que
tenés,
por
favor
meté
ese
gol’.
Tremenda
revancha
tuvimos”,
afirmó
emocionada
Gorzelany,
a
la
que
se
la
había
visto
quebrada
tras
la
derrota
en
semis
las
neerlandesas.
“En
ningún
momento
creí
que
se
nos
iba
a
escapar.
Realmente
lo
fuimos
a
buscar
y
estábamos
ahí
muy
cerca
todo
el
tiempo.
Y
llegaron
los
penales;
pero
tenemos
una
arquera
increíble
y
unas
jugadoras
pendejas,
que
parece
que
tienen
500
partidos
encima,
y
que
se
la
bancan
como
loco”.
“Queríamos
terminar
de
la
mejor
manera
posible.
Este
torneo
se
dio
así,
el
tercer
puesto
era
la
mejor
posición
a
la
que
podíamos
aspirar
y
lo
vinimos
a
buscar
con
la
cabeza
muy
arriba”,
comentó
Agostina
Alonso.
“Nos
costó
eso
de
saber
que
no
estábamos
jugando
por
el
oro,
que
era
nuestro
principal
objetivo.
Hasta
el
final
lo
fuimos
a
buscar,
eso
no
lo
negociamos.
Es
al
esencia,
el
ADN
de
este
equipo
desde
siempre.
Podemos
jugar
mejor
o
peor,
por
arriba
o
por
abajo,
pero
nunca
vamos
a
bajar
los
brazos”.
Quizás
les
quedó
el
gustito
un
poco
amargo
de
no
haber
podido
pelear
por
la
dorada,
el
único
título
importante
que
ese
seleccionado
no
tiene
en
sus
vitrinas.
Pero
las
Leonas,
desde
las
más
experimentadas
hasta
las
más
jovencitas,
entienden
que
una
medalla
vale
muchísimo.
No
importa
el
color.
Y
más
una
medalla
que
se
consiguió
con
esfuerzo,
con
sacrificio
y
con
mucha
garra.
Y
que
llegó
para
dejar
otra
vez
la
camiseta
argentina
en
un
podio
olímpico.
Es
el
sexto
en
las
últimas
ediciones
de
los
Juegos,
después
de
las
platas
de
Sydney
2000,
Londres
2012
y
Tokio
2020
y
de
los
terceros
puestos
de
Atenas
2004
y
Beijing
2008.
Un
récord
envidiable
que
marca
una
vigencia
de
más
de
dos
décadas
en
la
elite.
“Este
equipo
no
tiene
ningún
secreto.
Es
solo
esfuerzo
y
sacrificio
todos
los
días.
Y
el
legado
y
los
valores
de
esas
Leonas
originales
que
se
sigue
transmitiendo
y
que
nos
lleva
a
seguir
peleando
hasta
el
final.
En
estos
Juegos
nos
volvimos
a
dar
cuenta
de
eso
porque
todos
los
partidos
fueron
difíciles”,
analizó
Sánchez
Moccia,
que
le
bajó
el
telón
a
su
carrera
olímpica.
Y
cerró:
“Después
de
una
derrota
muy
dura
como
la
que
tuvimos
el
otro
día,
hoy
salimos
como
Leonas
a
buscar
esta
medalla
y
a
ser
merecedoras
de
esta
medalla,
que
será
de
bronce,
pero
que
para
nosotros
vale
oro”.