Más
allá
de
su
condición
como
proveedor
de
catarsis
a
través
de
personajes,
conflictos
y
arcos
dramáticos,
el
cine
se
eleva
como
un
medio
idóneo
para

evocar
y
hacer
sentir
a
flor
de
piel
las
sensaciones
más
puras
e
intensas

mientras
nos
sumerge
con
la
mayor
autenticidad
posible
en
escenarios
y
situaciones
que,
de
otro
modo,
y
como
los
más
comunes
de
los
mortales,
jamás
llegaríamos
a
experimentar
a
lo
largo
de
nuestras
vidas.

Probablemente,
uno
de
los
géneros
más
propensos
a
servirnos
este
tipo
de
experiencias
inmersivas
fabricadas
mediante
los
mecanismos
de
la
ficción
es
el
bélico.
Un
histórico
que,
tan
sólo
durante
las
últimas
décadas,

ha
demostrado
su
poder
para
abrazar
el
realismo
en
ejercicios
impecables

como
‘En
tierra
hostil’
,
‘Dunkerque’
o
una
‘Salvar
al
soldado
Ryan’

cuyo
desembarco
de
Normandía
continúa
estrechando
lazos
con
lo
documental
como
pocas
producciones
han
logrado
jamás.

Es,
precisamente,
el
espírito
de
esta
memorable
setpiece
gestada
por
Steven
Spielberg,
el
que
parece
proyectarse
sobre
‘Warfare’,
la
nueva
aproximación
de
Alex
Garland
a
la
guerra

tras
la
extraordinaria
‘Civil
War’
.
Una
cinta
que
va
más
allá
de
lo
narrativo
—dejándolo
incluso
en
un
segundo
término—
para
transportarnos
al
mismísimo
infierno
en
un
feroz
ataque
audiovisual
a
nuestros
sentidos
que
se
eleva
como
una
de
las
mejores
obras
contemporáneas
dentro
de
su
categoría.

El
arte
de
la
guerra

‘Warfare’,
producida
por
el
todopoderoso
estudio
—o
no
tanto
desde
la
irrupción
de
Neon
por
la
puerta
grande—
A24,

encuentra
su
elemento
diferencial
en
las
dos
manos
adicionales
que
se
han
sumado
a
las
de
Garland

en
un
imprevisible
tándem
de
dirección.
Estas
no
son
otras
que
las
de
Ray
Mendoza,
un
exmarine
que
ha
transmitido
sus
vivencias
en
la
guerra
de
Irak
a
la
gran
pantalla
y
cuya
participación
en
el
proyecto
es
tan
obvia
como
necesaria
para
hacerlo
destacar.

Sólo
en
sus
primeros
compases,
la
película
deja
clara
su
apuesta
por
el
hiperrealismo,

negándose
a
simplificar
o,
al
menos,
traducir
la
jerga,
las
rutinas,
las
dinámicas
y
la
comunicación
verbal
y
no
verbal

del
grupo
de
militares
protagonistas.
Un
mimo
por
el
detalle
que
choca
en
un
principio,
pero
cuyas
peculiaridades
terminan
integrándose
de
forma
orgánica
y
alimentando
aún
más
si
cabe
la
poderosísima
atmósfera
que
inunda
95
de
los
minutos
más
tensos
que
nos
hayamos
llevado
a
las
retinas
recientemente.

Si
hubiese
que
elegir
una
única
palabra
para
describir ‘Warfare’,
esa
sería “visceral”.
Con
un
crescendo
constante
dentro
de
su
narrativa
en
tiempo
real,
que
se
niega
a
dar
un
sólo
paso
atrás
una
vez
supera
un
primer
acto
que
captura
a
la
perfección
la
rutina
de
los
SEALs,

el
largometraje
explota
los
tropos
del
cine
de
asedios
al
más
puro
estilo ‘Rio
Bravo’
,
encerrando
a
los
soldados
estadounidenses
en
una
casa
de
un
área
residencial
de
Ramadi
para
sumirlos
en
una
encarnizada
lucha
por
la
supervivencia.

Captura De Pantalla 2025 04 16 A Las 12 50 46

Esta
premisa
resulta
tan
sencilla
como
la
gestión
del
conflicto
y
la
trama
que
Garland
y
Mendoza
ponen
sobre
la
mesa,
huyendo
de
giros
imposibles
y
piruetas
dramáticas
para
centrarse
en

construir
un
tratamiento
formal
que
termina
elevándose
como
la
gran
estrella
de
la
función

y
que
encuentra
en
el
diseño
de
sonido
del
oscarizado
Glenn
Freemantle
—’Gravity’—
y
en
la
dirección
de
fotografía
del
veterano
operador
de
cámara
David
J.
Thompson
sus
grandes
pilares.

Gracias
a
estos
dos
profesionales,
cada
tiroteo,
cada
explosión,
cada
llamada
desesperada
de
ayuda,
cada
maniobra
de
combate
y
cada
intento
de
huida
trasciendan
a
la
pantalla
para
vapulear
al
patio
de
butacas
en

un
despliegue
de
horror
y
crudeza
sin
precedentes
que
huye
de
la
romantización
y
lo
lacrimógeno

para
golpearte
hasta
dejarte
aturdido
con
su
violencia
y
su,
en
cierto
modo,
espectacular
asepsia
emocional.

Y
es
que,
en
cierto
modo,
y
aunque
trace
vínculos
sólidos
entre
espectador
y
personajes
mientras
mueve
su
implacable
cámara
por
la
primera
línea
de
fuego,
‘Warfare’

juega
al
distanciamiento
como
principal
recurso
antibelicista
hasta
el
punto
de
coquetear
con
la
no
ficción
.
Pero
esto
no
quiere
decir
que
sus
máximos
responsables
hayan
evitado
un
posicionamiento
político
—a
fin
de
cuentas,
todo
el
cine,
y
más
aún
el
bélico,
es
política—
que
adolece
de
una
ambigüedad
sonrojante.

Captura De Pantalla 2025 04 16 A Las 12 52 01

Desde
su
arranque,
el
filme

parece
trazar
unas
claras
líneas
discursivas

que,
además
de
subrayar
el
horror
y
el
sinsentido
de
un
conflicto
como
el
que
retrata,
parece
posicionarse
para
subrayar
la
condición
del
ejército
de
los
Estados
Unidos
como
invasor
hostil,
lo
cual
queda
reforzado
por
un
revelador
último
plano
que,
a
priori,
termina
de
apuntalar
esta
tesis.
Pero
entonces,
cuando
el
corte
a
negro
final
parece
dar
la
bienvenida
a
los
títulos
de
crédito,
aparece
el
epílogo.

Es
en
ese
momento
cuando

el
impecable
tren
desbocado
que
es ‘Warfare’
descarrila

en
una
glorificación
a
través
de
imágenes
de
archivo
y
del
rodaje
de
la
película
ya
no
sólo
de
los
militares
reales
en
los
que
se
basa
la
historia,
sino
de
las
fuerzas
armadas.
Un “America,
Fuck
Yeah!”,
como
cantaban
en ‘Team
America’,
que
pone
punto
y
final
a
un
título
excelente
con
una
fotografía
del
reparto
y
los
soldados
haciendo
una
peineta
después
de
plasmar
en
pantalla
cómo
unos
Marines
toman
una
vivienda
a
la
fuerza
y
aterrorizan
a
una
familia
que,
como
muchas,
vieron
sus
vidas
truncadas
por
una
guerra
fabricada
sobre
mentiras
y
falsas
armas
de
destrucción
masiva.

Y
es
que,
hasta
el
cine
con
vocación
más
realista,
puede

encontrar
en
la
realidad
a
su
peor
enemigo
.

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