Vivimos en un marco histórico en el que el auge del blockbuster multimillonario, los ademanes de monopolio, la proliferación de franquicias y la merma —que no desaparición total, aunque todo se andará— del medio y bajo presupuesto en las salas de cine, invitan a ponerse dramático y proferir un sonoro “la creatividad ha muerto” mientras nos ponemos el dorso de la mano sobre la frente.

Como diría el personaje de Edward Norton en ‘El club de la lucha’, hoy en día “todo parece la copia de una copia de otra copia…”; pero, en medio de este berenjenal casi apocalíptico para el cinéfilo ávido de propuestas alternativas, un nombre tan críptico como el A24 se erige como el gran adalid de ese “otro cine”.

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Resulta demencial que una distribuidora —también productora desde hace una larga temporada— se haya convertido en poco menos que un fenómeno dentro del panorama cinematográfico actual. Pero esta rara avis, en sus casi 10 años de historia, ha terminado trascendiendo como un oasis fílmico sinónimo de calidad —con sus inevitables altibajos—, riesgo, experimentación y prestigio, que nos ha brindado algunos de los títulos más estimulantes de la última década.

Ahora que ‘Lamb’ acaba de llegar a nuestras salas de cine tras llevarse el premio gordo en la última edición del Festival de Sitges y después de levantar pasiones en Cannes —donde arañó el Premio a la Originalidad—, es el momento perfecto para repasar la historia de A24, reivindicando alguno de sus títulos más destacados e intentando desgranar cuál es la clave de su éxito e impacto en la cultura popular contemporánea.

El origen de un fenómeno

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El 20 de agosto de 2012, la Gran Manzana —y el hecho de que no fuese en el marco californiano ya es la primera señal de rareza y distinción— fue testigo del nacimiento de la, por aquél entonces, compañía de distribución bautizada con una letra y dos números: A24. Daniel Katz, David Fenkel y John Hodges, viejos conocidos del circuito independiente, fueron el trío original de impulsores del proyecto, y estuvieron respaldados por su experiencia previa en diferentes sectores del negocio.

Hasta entonces, Katz capitaneó en grupo financiero Guggenheim Partners —primer soporte de A24—, mientras que Fenkel y Hodges destacaron por ser presidente y cofundador —junto al Beastie Boy Adam Yauch— de Osciloscope y jefe de producción y desarrollo en Big Beach respectivamente. No obstante, fue Katz quien gestó la idea de dar un paso al frente y crear la compañía mientras conducía por la autopista italiana A24 —de ahí el nombre—.

Según el cofundador, “las películas no nos parecían tan emocionantes como cuando empezamos nuestras carreras, y eso era una señal de oportunidad”. De este modo, decidieron empezar a compartir “películas desde un punto de vista diferente”; algo que comenzaron a hacer después de que Nicolette Aizenberg se subiese al barco como jefa de publicidad en octubre de ese mismo año, cerrando la plantilla titular de un equipo que lleva una larga temporada jugando en primera división.

Cuestión de nombres

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La aventura de A24 arrancó oficialmente el 8 de febrero de 2013, cuando llegó a los cines el primer largometraje distribuido bajo su sello: ‘A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III’. Esta desquiciada comedia supuso una carta de presentación inmejorable, reuniendo a un reparto tan improbable como el compuesto por Charlie Sheen, Jason Schwartzman y Bill Murray bajo la dirección de Roman Coppola. Sin duda, una manera inmejorable de gritar a los cuatro vientos: “¡Hola, mundo! ¡Estamos aquí!”.

Aunque, probablemente, y sin intención de hacer un feo al señor Coppola o Sally Potter —cuya ‘Ginger & Rosa’ se lanzó ese mismo año—, el primer bombazo de culto de los neoyorquinos fue ‘Spring Breakers’. La alianza con un cineasta tan radical como Harmony Korine en una apuesta tan desquiciada como esta puso a la compañía en el candelero, abriendo la veda a una sucesión de acuerdos con nombres de ensueño en proyectos tan eclécticos como brillantes.

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Durante los cuatro siguientes años, A24 hizo llegar a la gran pantalla la obra de autores como Denis Villeneuve, Jonathan Glazer, Steven Knight, Atom Egoyen, Noah Baumbach, Alex Garland, Robert Eggers, Jeremy Saulnier o Yorgos Lanthimos, por poner sólo un puñado de ejemplos. Realizadores que vieron sus títulos distribuidos bajo la firma coqueteando o adquiriendo el estatus de culto dentro de sus respectivos géneros, demostrando el buen ojo de Katz, Fenkel, Hodges y su equipo.

Como muestra, unos cuantos botones. Gracias a los tratos con los nombres mencionados anteriormente, el público pudo conocer joyas de la ciencia ficción como las soberbias ‘Under the Skin’ o ‘Ex-Machina’, maravillosos thrillers embotellados como la ‘Locke’ protagonizada por Tom Hardy o la brutal orgía de violencia con poso añejo ‘Green Room’, deliciosas rarezas como ‘Langosta’ o una de las primeras piezas etiquetadas bajo el absurdo término de “terror elevado”, ‘La bruja’. Casi nada.

Llegar y besar el santo

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En el año 2016, la gente de A24 decidió dar un paso más allá en su periplo cinematográfico, zambulléndose en el resbaladizo terreno de la producción en una maniobra que se ajusta perfectamente a ese dicho que habla sobre “llegar y besar el santo”. El largo resultante no fue otro que la ‘Moonlight’ de Barry Jenkins; un drama excepcional que, entre otros reconocimientos, se llevó los Óscar al mejor guión adaptado, la mejor interpretación secundaria masculina y la mejor película, además de optar a otros cinco —incluyendo la categoría de mejor dirección—.

Esta inmejorable toma de contacto impulsó a Katz y sus socios a continuar con la nueva vía de negocio dejándonos, de nuevo, piezas de culto de todos los colores, tonos y estilos posibles. Gracias a ellos se han podido materializar referentes del terror contemporáneo como ‘Viene de noche’ o las dos virguerías de Ari Aster ‘Hereditary’ y ‘Midsommar’, proyectos imposibles fuera del marco indie como ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’ de Yorgos Lanthimos o ‘El faro’ de Robert Eggers, o esa gloriosa descarga de adrenalina titulada ‘Diamantes en bruto’, dirigida por unos hermanos Safdie a quienes ya distribuyeron la igualmente sobresaliente ‘Good Time’.

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Desde su irrupción en la producción, A24 continuó cultivando en paralelo su faceta distribuidora mientras reafirmaba su buena mano a la hora de seleccionar talento y bombazos potenciales —no en cuanto a taquilla, sino en cuanto a prestigio—. ‘A Ghost Story’ y ‘El caballero verde’ de David Lowery, ‘Lady Bird’ de Greta Gerwig’, ‘The Florida Project’ de Sean Baker, la celebrada ‘Minari’ de Lee Isaac Chung o la lisérgica ‘Clímax’ de Gaspar Noé son buena muestra de ello.

Además de esto, desde 2014, se diversificó abriendo la puerta al mercado televisivo con la serie ‘Playing House’ de USA Network; un romance catódico tan prolífico como el cinematográfico que dio lugar a majaderías como la ‘Comrade Detective’ de Channing Tatum o la encantadora ‘Mr. Corman’ de Apple TV+, y cuyo mayor éxito hasta la fecha ha sido la descomunal y multipremiada ‘Euphoria’ de Sam Levinson, coproducida junto a HBO.

El legado: Sin memes no hay paraíso

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Llegados a este punto, y después de una ristra de títulos y nombres propios que puede provocar vértigo, sólo queda preguntarnos el por qué de todo esto —pensándolo fríamente, no llego a comprender cómo diantres he llegado a escribir con tanto entusiasmo sobre una distribuidora—. En líneas generales, supongo que esto es lo que ocurre cuando te desmarcas radicalmente del resto en una época de clones y riesgos minimizados tanto en lo que respecta a la creatividad como al factor económico.

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Pero, con sus claras diferencias, puede que las obras gestadas o distribuidas por A24 hayan terminado calando hondo por la tónica similar que exhiben en múltiples aspectos. No sólo comparten un peligroso gusto por las temáticas, los tonos y los conceptos más atípicos; en lo referente a la factura técnica y formal suelen estimular y arriesgar muchísimo más que el estreno promedio —no hay más que ver propuestas como las mencionadas ‘Ex-Machina’, ‘Under the Skin’ o ‘Diamantes en bruto’ para confirmarlo’. Si a esto le sumamos una voluntad de trascendencia —ya sea intrínseca o extrínseca— que es igualmente criticable con una ceja levantada que proclive a ser reverenciada, el triunfo está asegurado.

Eso sí; más allá de elogios de críticos, espectadores o gente como un servidor, y de estanterías abarrotadas de premios, lo que verdaderamente marca la repercusión de cualquier cosa a día de hoy es su impacto en la cultura pop y en los rincones más inesperados de internet; y si una compañía como A24 tiene cuentas de memes dedicadas a ella —algunas hilarantes, todo sea dicho— que asimilan sus peculiaridades para crear contenido humorístico, es síntoma de que algo están haciendo muy, pero que muy bien…