El 2020 ha sido un año de cambios en el cine, algunos más determinantes que otros, en el que hemos visto que muchas películas de gran estudio han pasado por la puerta de atrás para acabar directamente en el pozo de las plataformas de streaming y on demand, donde no es tan fácil diferenciar una película producida con los mínimos del cine de gran presupuesto, especialmente en el género del terror, de donde una película como ‘The Empty Man‘ ha pasado por la puerta de atrás.

Algo más de suerte ha tenido ‘De amor y monstruos‘, que ha acabado en Netflix, donde no es tan difícil elevarse sobre la mediocridad de sus originales si tu propuesta es la de una gran aventura fantástica con monstruos de efectos nominados al Óscar. Sin embargo, no deja de ser trágico que muchas de esas películas no tengan una exhibición en pantalla grande, no ya por la posibilidad de verlas en las condiciones óptimas, sino por la publicidad que lleva implícita el paso por cines.

Hay muchas películas de festivales, de productoras independientes o incluso de grandes sellos de género como Spectrevision que están viviendo una errática distribución por las ventanas de distribución en España, como el caso de ‘Daniel no es real‘ (2019) o ‘Pasajero Oculto‘ (2020), que elevan su factura al de cine de gran presupuesto pese a su modestia, y se diferencian del producto de mercado a vídeo habitual. Muchas de ellas pasan por Movistar durante unos meses y luego se pierden, quedando sus derechos amarrados y su disponibilidad en catálogo fulminada.

Solipsismo y la sala vacía

Una paradoja que demuestra la falta de interés y mimo de plataformas como Movistar por su producto, pero que se diferencia de casos más extremos relacionados con el cine de terror. El caso de la desaparición de Fox es un gran caso de estudio dispuesto a crear apuestas de gran presupuesto confiadas a directores con voz propia y cosas que aportar al género, en lugar de explotar durante una década una misma fórmula, como Warner y su ordeñado de la franquicia ‘Expediente Warren‘ (‘The Conjuring’), confiando incluso sus dos ‘It’ a autores como Gary Dauberman, con la fórmula del susto impuesta sobre cualquier otro factor creativo.

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El caso de ‘The Empty Man’ es un ejemplo perfecto de los últimos resquicios de entender el cine de género de gran estudio de otra manera. Una inversión generosa para una adaptación de una novela gráfica para adultos que no tiene problemas en invertir tiempo en que los personajes respiren, con una dosificación del terror que no necesita de sustos de volumen y no tiene miedo de poner a personajes maduros como protagonistas en una matriz de cine negro que toma riesgos y se mete de lleno en el horror literario menos transitado, desde el horror cósmico de Lovecraft y coetáneos a conceptos de filosofía pesados, como el existencialismo o el nihilismo.

16 millones de dólares para una adaptación apócrifa de la obra de Thomas Ligotti es algo que suena a locura sobre el papel, pero es lo que ‘The Empty Man’ propone, recuperando el tono oscuro, desolador, de películas que en los 80 fueron taquillazos como ‘El corazón del ángel’ (1987) y que no era tan difícil encontrar en los años 90. De ‘La escalera de Jacob’ (1990) a, sin ir más lejos, la ‘Drácula de Bram Stoker’ (1992) de Francis Ford Coppola, las películas de terror con una voluntad más literaria y densa, eran relativamente comunes, ahora son un tipo de cine que si bien existe, es más propio de producciones independientes, con lo que luce mucho más barato.

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La cura del terror de 20th Century Fox

Esto hace que películas sin tacañería de rodaje en exteriores, estilizadas hasta el extremo y con un cuidado en los apartados de diseño de producción y escenografía suntuosa sean casi invisibles cuando nos referimos al cine de terror. Por ello, una obra de 40 millones de dólares sobre un personaje dando vueltas por un hospital mental, con ribetes de gótico italiano y de las adaptaciones de Edgar Allan Poe de Roger Corman, como fue ‘La cura del bienestar’ (A Cure For Wellness, 2017) de Gore Verbinski, implica una confianza del estudio en el autor y en crear obras para público adulto sin reparar en gastos.

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De nuevo, fue 20th Century Fox la que hizo ese esfuerzo en medio de un panorama cada vez más difícil para la inversión en otra cosa que no sean franquicias, secuelas, remakes, adaptaciones de obras de fama previa, o cualquier alternativa aferrada a un branding fácilmente vendible. La respuesta al film de Verbinski fue terrible, con una crítica despistadísima y una taquilla que no llegó a la mitad de su presupuesto. Sin embargo, en Fox no tuvieron problema en volver a probar con una película de dos horas y veinte minutos.

‘The Empty Man’ pudo no llegar a suceder ya en la misma Fox, su director, David Prior, tuvo que parar la producción en 2017 y no pudo retomar hasta unos meses después, y cuando la terminó resultó que el estudio fue absorbido por Disney. Una situación similar a la de ‘Los nuevos mutantes’ (2020), pero sin el conflicto de universos y superhéroes de por medio. De hecho, la película ya rodada estuvo a punto de no acabarse. Pero de alguna manera alguien decidió que debía seguir adelante, pese a que cuando acabó en manos de Disney decidieron lanzarla, a lo kamikaze, en medio de la pandemia.

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Plataformas, pandemia y formatos cropeados

El anuncio se hizo tan solo a una semana antes del estreno, sin una sola entrevista al director y con un tráiler destinado al público adolescente, poco proclive a adorar una historia sobre tulpas creados con el poder de la noosfera, que hacía pensar que era una especie de nueva ‘Candyman’ o ‘Slender man’, cuando el detalle de una leyenda urbana de invocar a un “hombre del saco” es tan solo el punto de partida de una investigación que tiene implicaciones cósmicas y que hasta coincidía en partes con ‘Hereditary’ (2018), algo que no habría parecido una simple imitación más de esta si hubiera sido estrenada cuando le correspondía, en ese mismo año.

Para más escarnio, el estreno en muchas partes del mundo ha sido directamente en plataformas de vod, algunas con la relación de aspecto mutilada, (mismo caso imperdonable con la excelente ‘Gretel & Hansel‘ de Orion pictures) haciendo que incluso la piratería asociada a la imposibilidad de verla en condiciones –tampoco hay ni habrá edición física en HD– haya jugado en contra, ya que las filtraciones aparecían con el lujoso aspect ratio de 2:39 mutilado, con lo que incluso el murmullo en redes ha sido negativo en primera instancia. Pero cuando ha llegado en vías legales a plataformas más amplias, como la propia Star de Disney+, la impresión sobre el film ha empezado a cambiar.

Gretel

Como con ‘La cura del bienestar’ –que también está con su hermoso aspecto 1:66 cortado, incluso en su edición doméstica–, el maltrato del propio estudio se traduce en un desdén inicial de crítica, público y aficionados que anulan el recorrido comercial de la película con una negatividad contagiosa e irresoluble, hasta que poco a poco ha ido cambiando la brújula hasta considerarse en ambos casos películas de culto, en el del film de Prior ha sido incluso más rápido y significativo, dado el carácter viral de los flujos de conversación actuales, y quizá por el hecho de que salta a la vista su diferencia con las producciones de plataforma con las que ha empezado a competir con su espléndido diseño estético.

“Ghosting” al terror de prestigio

Aunque Fox es el punto en común de estas aventuras de terror fuera del rancho habitual, no son los primeros que empeñaron los ahorros en propuestas difíciles que han sobrevivido en el tiempo como piezas de culto que los aficionados han tenido que rastrear, a veces en mercados internacionales o de contrabando, hasta encontrar grandes películas de terror que tan solo han sido consideradas muchos años después de su estreno. ‘Possession’ (1981) fue vista en cines españoles, pero su disponibilidad en vídeo o dvd tardó décadas en hacerse realidad, por lo que la conversación sobre ella ha ido tomando forma tan solo en la década pasada.

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No es ningún fenómeno reciente, y los problemas de distribución internacionales siempre han estado ahí, pero sí que hay muchos más casos en las últimas dos décadas en las que la falta de confianza en la asimilación de ciertas películas por todo tipo de público han acabado arrinconado a títulos en un paso limitado por carteleras, ediciones domésticas sin mucha reverencia o directamente, el vacío total por parte de las compañías de vídeo. Y ese fue el caso por ejemplo de ‘El almuerzo desnudo’ (The Naked Lunch, 1991), de nada menos que David Cronenberg.

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Curiosamente, esta adaptación banzai de la obra de William Burroughs también fue producida por Fox, que no pudo evitar que el nombre de David Cronenberg fuera suficiente para que su naturaleza espesa y surrealista, llena de monstruos, líquidos, mutaciones y drogas se viera como una pieza digna de exhibición, por lo que en España no pudo verse hasta que la película fue restaurada en DVD en 2007, quince años después de su estreno oficial. Sin embargo, esta historia kafkiana no fue precisamente barata, y costó 17 millones de dólares de su época, unos 33 millones actuales.

Ni Lovecraft ni Carpenter: los directos a vídeo de los 90

Los 90 son una década en la que el terror se perdía entre pasillos de videoclub y algunas películas de estreno más limitado pasaban a los reproductores caseros directamente. Entre ellas está ‘The Resurrected’ (1992), extraordinaria versión cinematográfica de ‘El caso de Chalers Dexter Ward’ del creador de ‘Alien’ Dan O’Bannon, que seguramente sea todavía la adaptación de H.P. Lovecraft más cara que se haya producido hasta el momento. Sus 5 millones de la época serían ahora el doble, pero tan solo salió directamente en vídeo en USA y tanto en España, como muchos otros países no han visto ningún tipo de edición legal o inclusión en plataformas.

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En el caso de ‘The Resurrected’ no valió que estuviera Metro-Goldwyn-Mayer, pero su aspecto, lleno de flamantes efectos especiales y una producción impecable, la convierten en un título maldito cuya desaparición es inconcebible. Estrenada de tapadillo, y con nada menos que otros 10 millones (el doble hoy) de presupuesto, sigue perdida en el éter ‘Cuerpo Maldito’ (Body Parts, 1991), una película de horror corporal en la que Paramount se subía a la ola del gore surrealista de las películas de Brian Yuzna y Stuart Gordon, que trabajaban en los límites de la independiente Full Moon o directamente en el mercado de vídeo, para permanecer hoy sin editar en Blu Ray, ni en plataformas.

Bodyparts

En la resurrección del slasher y el cine de terror juvenil que vino tras ‘Scream’ (1996) hubo muchas películas nacidas a la sombra de su éxito que no lograron traspasar fronteras. Sin contar con grandes presupuestos, películas como ‘Campfire Tales’ (1997) o ‘Dead Man’s Curve’ (1998) compartían el mismo ADN de la época, e incluso algunos miembros de reparto, pero no pueden ser considerados grandes apuestas de estudio como ‘Thinner’ (1996), estrenada en vídeo tras un paso anecdótico por salas, pese a ser una adaptación de Stephen King del director de ‘Muñeco diabólico’ (Child’s Play, 1988) a la que Paramount destinó 14 millones de dólares (24 actuales).

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Pero es que ni siquiera un genio como John Carpenter se libra de los estrenos directos a vídeo de películas ambiciosas. Tras su paso en Sitges, su versión de ‘El pueblo de los malditos’ (Village of the Dammed, 1995) solo se estrenó de forma limitada en Madrid y Barcelona en versión original hasta su llegada a formatos domésticos. Esto nos podría indicar que fue una producción menor o televisiva del maestro, como lo fue ‘Bolsa de Cadáveres’ (Body Bags, 1993), pero lo cierto es que Universal gastó 22 millones de dólares (40 actuales) para dar vida a Los cuclillos de Midwich a todo color, y sigue siendo una película sólida y con un aspecto de gran producción a la que se le privó de su recorrido comercial.

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Casos especiales son los de directores de prestigio haciendo “terror escondido” como Neil Jordan y su ‘In Dreams: dentro de mis sueños’ (1999), que llegó a muchos países directamente a vídeo, pese a sus 30 millones de presupuesto (48 actuales) y, sobre todo, Jonathan Demme y su ‘Beloved‘ (1998), una superproducción de 53 millones (80 actuales) levantada por Oprah y Disney para ser posicionada para los premios, que fue solamente estrenada en un par de salas en España.

En realidad, esta adaptación de Toni Morrison es un horror noire pionero que mezcla el realismo mágico, el trauma racial de la esclavitud y la historia de fantasmas y su huella puede seguirse de ‘Nosotros’ (us, 2019) a ‘Them’ (2021).

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En los años 2000 no fueron tan comunes las grandes producciones, pese a que el terror empezó a entrar en la corriente principal con más vísceras y violencia, no era tan común las inversiones de apuesta a lo loco.

Los 40 millones de ‘Miedo Punto Com’ (2001) tuvieron un estreno doméstico normal, pero en el mundo llegó de forma desigual, tanto que hoy no se ha editado en Blu-Ray y no está disponible en España y otros países en ninguna plataforma, lastrada por una mala fama incomprensible, ya que es un noir post-The Ring estilizado hasta el extremo, que homenajea el expresionismo y sentó las bases del torture porn posterior, incluso ‘Saw’ (2004) se puede ver como una mezcla similar de ideas del thiller policiaco y el terror con influencias del giallo al gótico de Mario Bava que James Wan cultivaría en ‘Silencio desde el Mal’ (Dead Silence, 2007).

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Los años 2000 vieron un éxito mundial del terror que recuperaba el American Gothic de Tobe Hooper y las texturas de la exploitation de los 70, lo que desembocó en la que es posiblemente la película que mejor recupera el espíritu de la época, ‘Grindhouse’ (2007), una locura de gran estudio con nada menos que Quentin Tarantino y Robert Rodríguez haciendo equipo para un programa doble inédito, que solo había tenido un experimento similar en ‘Los ojos del diablo’ (1992), que juntó a George A. Romero y Dario Argento con sendas minipelículas sobre Edgar Allan Poe. La diferencia es que aquí ambos segmentos tenían cada uno duración de largo.

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Los violentos años 2000

No es que fuese maltratada por el estudio, pero el mercado internacional nunca vio el programa doble de tres horas como fue concebido debido al fracaso de la inversión de 67 millones (80 actuales) que no recuperó ni un tercio y las películas fueron estrenadas por separado.

Se perdieron así los interludios y tráilers falsos de Edgar Wright, Eli Roth y Rob Zombie, algo que nunca se ha experimentado como se debe de forma internacional, con países que, como España, no han tenido una edición doméstica con el film como fue concebido, en ambos casos con un corte de escenas que mejoran el ritmo considerablemente, incluyendo el plato fuerte del director de ‘Reservoir Dogs’ (1991).

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Ese mismo año, otro caso de producción de Warner Bros y Legendary Pictures, con 12 millones por delante (15,5 actuales), como fue ‘Truco o trato: terror en Halloween’ (2007) de Michael Dougherty, una de las antologías de terror más célebres de las últimas décadas, producida por Bryan Singer.

Tardó dos años en estrenarse directa a DVD en Estados Unidos y el resto del mundo tras fallar en los pases de prueba, a lo que se unió el temor de WB a estrenar un film de terror con calificación R –una de las razones comodín de todas ellas–, y más en una que tenía asesinatos de niños. Hoy es considerada uno de los clásicos imprescindibles para ver en Halloween, y una de las antologías de terror de culto imprescindibles en cualquier lista.

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La productora que más apostó por el horror con mayúsculas en esa década, Lionsgate Pictures, tuvo muchas películas cuya distribución en España fue inexistente. No una superproducción, pero si una apuesta de 7 millones de dólares fue ‘The Burrowers’ (2008), un western de terror de factura lujosa y grandes monstruos que debería haber haber sido visto en pantalla grande. Más serio es el caso de ‘El vagón de la muerte’ (The Midnight Meat Train, 2008), ópera gore de 15 millones (18’6 ahora) adaptando uno de los mejores relatos de Clive Barker, con Bradley Cooper de protagonista, que no evitó el estreno directo a vídeo. Hoy puede verse en Neflix, pero ojo, no la versión sin censura.

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Los 2010: ni Rob Zombie ni ‘La cabaña en el Bosque’

En la década de los 2010 tenemos una suma de casos mucho más preocupante. Una gran parte de las películas de terror más importantes de esa era han ido conociendo estrenos limitados, atrasados, en muy pocas salas o directamente a vídeo. Las distribuidoras no confían en los títulos, predominan las independientes y los éxitos de festivales con ventanas de distribución streaming o vod hace perder la oportunidad de tener exclusividad y a veces se espera hasta que el interés inicial se ha disipado.

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Esto es tan paradójico que incluso la gran obra de Rob Zombie, ‘The Lords of Salem’ (2012), producida por Blumhouse, que sería influencia directa en lo que luego algún crítico cateto tuvo a bien denominar “elevated horror”, y cuya huella se sigue en ‘La bruja’ (2015), ‘Mandy’ (2018) o ‘Hereditary’ (2018), no llegó a estrenarse oficialmente en nuestro país, con pases únicos en Barcelona y la inclusión reciente en plataformas de alquiler, pero aún ausente en streaming.

Ni siquiera ha conocido edición española de DVD, algo que no sorprende en la trayectoria de Zombie, cuya ‘Halloween II’ (2009), producida por Universal con 15 millones, tardó 4 años en llegar, tan solo al mercado de vídeo. Como para pedir que algún día llegue ‘The Haunted World of El Superbeasto’ (2009).

Lords Of Salem

Sin venir de un gran estudio, el caso de los 7 años de retraso de ‘Under the Skin’ (2013) es preocupante, pero no tanto como el de ‘La cabaña en el bosque’ (The Cabin in the Woods, 2011), que sumó a Universal, MGM y Lionsgate para crear la gran superproducción de terror de la época, escrita por Joss Whedon y dirigida por Drew Goddard, que hoy nadie cuestiona, pero que pocos en España vieron en cines fuera del festival de Sitges, a pesar de sus 30 millones de presupuesto, por un lío de derechos de distribución que pasó de Vértice a La aventura, para un paso de gracia por salas mínimas antes de aparecer casi directa a vídeo.

Un problema del sistema de explotación en el que la exigencia por parte de las productoras se pega de bruces con la piratería, que se presenta ya como un factor en el terreno de juego que ahoga a las pequeñas distribuidoras que se lanzan a tratar de exhibir los filmes.

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El peligro de extinción del terror de gran presupuesto

Este es el panorama que hace que difícilmente se encuentren películas en el rango de los 40-80 millones de dólares de presupuesto en el género del terror sin que la calificación por edades sea de máximo PG-13. Así, cada vez es más difícil ver una ‘Sleepy Hollow’ (1999), ‘The Ring’ (2002), ‘La cumbre escarlata’ (2015) o ‘La cura del bienestar’ (2017), grandes producciones sin restricciones de violencia o gore que salen adelante gracias a grandes nombres detrás. Pero ni siquiera Guillermo del Toro pudo conseguir financiación para su ‘En las montañas de la locura’, a cuyo nombre se le sumaban los de H.P. Lovecraft, James Cameron y Tom Cruise.

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Por ello, producciones como ‘The Empty Man’ (2020) son anomalías cada vez más infrecuentes, decisiones ejecutivas tomadas cuando alguna película para adultos logra abrir brecha que muchas veces son repensadas en frío y llevan a un tortuoso camino de reshoots, pases de prueba o cortes en la sala de montaje que difícilmente acaban con final feliz. El caso de David Prior es un milagro por tratarse de un debut y lograr que se mantuviera el corte final, pero lo cierto es que es algo sintomático que la dotación en este caso no pase de los 16 millones de dólares. Por cómo luce podrían ser 40 o 50 perfectamente.

Sin embargo, dada la situación de incertidumbre, con Disney habiendo dejado claro que las aventuras de terror adulto de Fox no son una vía que parezca tener futuro, y con las plataformas concibiendo el terror como un buen método de inversión mínima y buen resultado de audiencia –o grandes inversiones, como ‘Army of the Dead’ (2021), que tienen un casting de cine de vídeo y valores de producción muy pensados para ver en tableta–, lo cierto es que las apuestas de terror de gran estudio son un especie en extinción y es posible que cueste mucho tiempo volver a encontrar un título verdaderamente singular y lujoso de género sin restricciones de edad a medio o largo plazo.

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Abandono de estudio y crítica ventajista

En un momento en el que las películas están perdiendo su entidad, apelmazadas como salchichas de contenido en plataformas, sin ningún cortejo ni reverencia, resulta aún más difícil hacer valer piezas con carácter y personalidad, anegadas por la cascada de títulos de usar y tirar que convierten el cine en imagen rectangular en miniatura, porcentajes y recomendaciones de afinidad.

Por ello, es un buen momento para no perder la perspectiva que dan las producciones a las que se le pusieron más limitaciones en su distribución que en su producción, cuyo empaque visual y factura son una buena brújula para discernir la paja y el grano, aunque no fueran presentadas en bandeja de plata ni sean objeto de acaloradas discusiones en redes.

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Muchas de esas películas se hacen y se vuelven vulnerables por ausencia de apoyo, no solo por el estudio. El estreno de ‘The Empty Man’, con medios especializados quejándose de su duración en vez de ver qué trata de contar el film, o la crítica más torpe, llevada por el “holliganismo” social media, es un ejemplo del absoluta falta de puntería a corto plazo consecuencia de la falta de un aparato de publicidad sano. Las películas abandonadas, la ausencia de pases de prensa, crean cervatillos que son presa fácil para la deglutidora cultural más destructiva, carente de paciencia e información y en muchas ocasiones con más intención de anotarse el tanto (positivo o negativo) que en ofrecer un análisis ponderado.

The Empty Man The Bonfire

La inclusión del film de Prior en plataformas dio la oportunidad de que las voces más curiosas, de medios de cine serios, como thrillist, Film School Rejects, Mubi, Vulture, tilt, statehornet, canales de youtube masivos como Chris Stuckmann o Foundflix, o comunidades como Letterbox, reclamaran ‘The Empty Man’ como uno de los fenómenos de culto de terror más significantes de la era del streaming, dejando la idea de que con algo más de espacio a su autor en el tráiler o permitiendo entrevistas, Disney podría haber dirigido su oferta a los públicos más afines al terror de autor de la casa A24 y otras indies, o incluso conseguir un éxito financiero de nicho, para los que creen que el género no obedece a modas y tan solo buscan una película de buena factura que no se parezca a nada de lo visto los últimos años.

Y es solo cuando la gente descubre los deshechos por sus propios medios y se reapropia de ellos desde los márgenes, por recientes que sean, cuando podemos hablar de verdadero cine de culto, no los clásicos que los más listos de la clase conocen cuando ya hay años de bibliografía sobre ellos.