Más allá de su voluntad artística y de su capacidad para emocionar y evadir al público, el cine se eleva como un arma ideológica tremendamente poderosa. Desde los primeros pasos del medio, han sido infinidad de regímenes y gobiernos los que han utilizado el séptimo arte como herramienta propagandística, dando como resultado obras tan dispares como fascinantes al ser observadas con la perspectiva que otorga el paso del tiempo.
Obras maestras que modificaron el lenguaje cinematográfico mientras reivindicaron la revolución rusa como ‘El acorazado Potemkin’ de Eisenstein, documentales extraordinarios —discurso aparte— como la exaltación nacionalsocialista de ‘El triunfo de la voluntad’ de Leni Rifenstahl, panfletos franquistas como la ‘Raza’ de José Luis Sáenz de Heredia o la serie de documentales de Frank Capra y Anatole Litvak para el gobierno de Roosevelt son sólo algunas muestras de una práctica que parecía cosa del pasado.
Ahora, en pleno 2022, y tras convertirse en la cinta más taquillera de la historia de China con una recaudación que supera los 900 millones de dólares, llega a los cines españoles ‘La batalla del lago Changjin’. Una orgía bélica de 175 minutos dirigida a seis manos por tres grandes de la industria como Chen Kaige, Tsui Hark y Dante Lam que aúna violencia, épica absurda y nacionalismo rancio bajo la forma de un sólido filme de propaganda que no trata de disimular su condición.
Pornografía belicista
Antes de entrar en valoraciones y perfilar opiniones de cualquier tipo, es necesario comprender el contexto que giró en torno a la producción de ‘La batalla del lago Changjin’. El largometraje, cuyo presupuesto está estimado en 200 millones de dólares que lo convierten en el más caro del país, fue un encargo del Departamento de Publicidad del Partido Comunista Chino con motivo del centenario de la creación de la institución.
Pese a su naturaleza —y a los múltiples efectos que tiene esta sobre el resultado final a nivel dramático y narrativo—, no puedo negar que he disfrutado plenamente del espectáculo desmedido que sirve en bandeja de plata; regalando unas escenas de acción realmente arrolladoras que exprimen hasta la última gota del talento de Kaige, Hark y Lam.
Concebidas con una ambición tremenda, las batallas multitudinarias que riegan el generoso metraje de la película suponen una exhibición de músculo técnico y formal envidiable, estando ejecutadas con una gran precisión tanto a nivel de cámara como de montaje que elevan las cotas de tensión a niveles insospechados y destacando al no reprimir unos niveles de violencia inesperadamente altos.
Estas setpieces sirven de contrapunto a unos pasajes de exposición y desarrollo de personajes que no dudan en abrazar lo melodramático, perfilando un conjunto de tres horas de duración que mide a la perfección sus tiempos para no aburrir en ningún momento, y que dedica buena parte de su tiempo a aportar un contexto histórico que, si necesidad de ser experto en la materia, se percibe como bastante dudoso.
Es en su representación de la Guerra de Corea y en su mirada a los bandos de la contienda cuando ‘La batalla del lago Changjin’ se adentra en terreno resbaladizo, dejando momentos que oscilan entre la vergüenza ajena y lo casi risible si se observan con ojos cómplices y conscientes. No es casualidad, por ejemplo, que el ejército estadounidense y sus miembros sean representados casi como caricaturas y que la primera vez que aparece uno de sus soldados en pantalla sea vomitando por haberse mareado en un barco.
Por supuesto, en la otra cara de la moneda, los soldados chinos son tratados con un sentido del heroísmo desmedido, etiquetados como “mártires” y con un gusto casi enfermizo por contrastar su sufrimiento —que roza lo pornográfico— con la “buena vida” de sus rivales. Un surtido de disparates que rozan lo obsceno y que, a su vez, invitan a pensar en la hilarante ‘Stolz der Nation’; la película falsa que se proyecta durante el último acto de ‘Malditos Bastardos’ de Quentin Tarantino.
No cabe duda de que, puesta frente a frente con algunas obras maestras de la propaganda cinematográfica —e, incluso, con algunas de sus homólogas norteamericanas de los últimos años—, ‘La batalla del lago Changjin’ palidece. No obstante, este espectáculo palomitero, ultranacionalista y probélico, gracias a su cuidada acción y a unos personajes tan interesantes como sus dinámicas, termina convirtiéndose en una sorprendente rareza digna de ser disfrutado en la pantalla más grande posible.