Para
que
todas
las
películas
de
superhéroes
que
nos
encantan
a
día
de
hoy
pudieran
existir
tuvo
que
existir
una
precursora.
Fatty
Martin
lo
explora
en ‘No
es
como
las
demás’

SensaCine

El
productor

Ilya
Salkind

quería
hacer
una
película
de
Superman.
Estaba
convencido
de
que
iba
a
tener
éxito
y
a
finales
de
1973
comenzó
un
larguísimo
e
intrincado
proceso
para
adquirir
los
derechos
cinematográficos.
Se
hizo
con
ellos
en
noviembre
de
1974
y,
no
sin
complicaciones,


Superman
,
por
fin,
vería
la
luz
en
1978.

En
su
momento
fue
la
película
más
cara
jamás
producida.
Había
costado
55
millones
de
dólares
y
todos
los
ojos
estaban
puestos
en
su
performance
en
el
mercado.
Por
suerte,
no
defraudó
y
su
legado
aún
se
mantiene
lo
suficientemente
vivo
como
para
que
el
próximo
11
de
julio
se
estrene
una

nueva
versión
del
superhéroe
,
esta
vez
dirigida
por

James
Gunn
,
y
para
que

Fatty
Martin

dedique
todo
un
vídeo
de

No
es
como
las
demás

a
analizar
los
dramas
detrás
de
las
cámaras
de
la
cinta
que
catapultó
a
la
fama
a

Christopher
Reeve
.

Para
que
todas
las
películas
de
superhéroes
que
nos
encantan
a
día
de
hoy
pudieran
existir
tuvo
que
existir
una
precursora.
Debemos
tener
en
cuenta
que
antes
de
1978,
los
productos
de
superhéroes
fuera
de
los
cómics
se
limitaban
sobre
todo
a
series
o
películas
para
la
televisión.
Era
un
género
pequeño,
muy
enfocado
estrictamente
a
la
diversión
y
sin
ningún
tipo
de
pretensión
más
allá
de
eso.
Por
eso
Superman
marcaría
un
antes
y
un
después,
demostrando
que
las
películas
de
Superhéroes
podían
ser
tomadas
en
serio,
y
también
atraer
mucha
gente
a
las
salas
de
cine.

El
concepto
de
Blockbuster
aún
se
estaba
forjando,
imaginaos
que

ni
siquiera



Star
Wars


había
salido
cuando
arrancó
la
preproducción
de
la
obra
en
1976
.
El
cine
palomitero
estaba
a
punto
de
consolidarse,
pero
aún
no
era
una
realidad.
Y
lo
único
que
la
gente
había
visto
en
la
pequeña
pantalla
sobre
superhéroes
era

Las
Aventuras
de
Superman

y
la
serie
de

Batman

de
1960.
Los
cómics
no
eran
tomados
en
serio
como
material
de
origen
para
adaptaciones.

Las
elecciones
correctas

La
cinta
necesitaba
ser
un
taquillazo
y
el
éxito
siempre
comienza
en
preproducción
haciendo
las
elecciones
acertadas.
En
este
caso,
decidieron
decantarse
por
el
director

Richard
Donner
,
quien
no
tenía
tanta
experiencia
como

Steven
Spielberg

o

Francis
Ford
Coppola

-nombres
reales
que
se
barajaron-
pero
aceptó
el
reto
por
un
millón
de
dólares.

La
otra
decisión
crucial
era
elegir
el
actor
que
daría
vida
al
Hombre
de
Acero.
Un
rostro
conocido
dispararía
el
interés
en
la
película,
pero
igual
se
iba
de
presupuesto. “Pensaba
que
debía
ser
alguien
desconocido.
Al
principio.
Luego
empezamos
a
trabajar
y
el
departamento
de
marketing
nos
decía
que
necesitábamos
una
estrella.
Y
pensé,
en
un
momento
de
debilidad,
que
podían
tener
razón.
Que
necesitábamos
una
estrella.
Pero

gracias
a
dios,



(Robert)
Redford


rechazó
el
papel
“,
comenzó
el
productor
Ilya
Salkind
en
un
reportaje
de
la
cinta.

El
jovencito

Christopher
Reeve

-por
aquella
época
rondaba
la
veintena-
llamó
la
atención
de
los
directores
de
casting,
que
vieron
algo
especial
en
él.
Reeve
era
muy
delgado,
así
que
para
hacer
la
prueba
se
vistió
con
un
voluminoso
jersey
azul
que
le
hiciera
parecer
más
grande. “Lo
que
hicieron
fue
ponerme
unas
gafas
y
mirarme
hmmm”,
contó
el
actor.
Después
trabajaría
duro
para
conseguir
la
forma
física
que
el
papel
requería,
pero
el
carisma
lo
llevaba
de
serie.

Fatty
Martin
repasa
todas
las
anécdotas
de
la
película
en
el
vídeo
que
puedes
ver
sobre
estas
líneas.